El debate que no se dio
*Por Mario Fiore. Por temor o por impericia la oposición no discutió las bondades y defectos del modelo K. Quedó fuera de carrera antes de tiempo y ahora las fuerzas productivas sólo miran a Olivos.
Cuatro meses antes de que el año termine, faltando incluso las elecciones presidenciales, las expectativas están puestas en el año que viene. Cómo será la economía, cómo será la política en 2012, cuando el kirchnerismo inicie su tercer mandato al frente del Gobierno nacional. Quiénes serán sus nuevos socios, quiénes serán sus nuevos enemigos.
Qué pasará con la inflación, con los salarios, con la política monetaria. Si se colocará deuda nuevamente y en qué condiciones. De qué manera se sostendrá la fiebre del consumo y el ritmo del gasto público. Estas son las preguntas más obvias, estrictamente coyunturales.
Pero también están las preguntas estructurales que políticos y medios no se formulan con tanta insistencia. Una de ellas: cómo hará el Gobierno para que el crecimiento económico se vuelque realmente a la gente, para cambiar el tejido social provocando un ascenso de las clases más bajas y medias.
El debate político de un año electoral se agotó antes de tiempo. Ninguna fuerza cree posible revertir la mala elección que la oposición hizo en su conjunto en las primarias del 14 de agosto. La diferencia que sacó Cristina Kirchner, más de 38 puntos, es indescontable. En términos políticos, para la oposición, lo único que está en juego es su supervivencia.
El abanico opositor sigue relamiéndose las heridas que les dejaron las primarias abiertas del 14 de agosto. La Coalición Cívica de Elisa Carrió, que tuvo la peor de las performances, inicia el camino a una diáspora de dirigentes identificados con el progresismo que no quieren saber nada con el giro hacia la derecha de la chaqueña. Mañana, cuando se reúna la asamblea de la CC-ARI se verá la verdadera cara de un partido cuya líder, Carrió, decidió refugiarse en las cuarteles de invierno.
El radicalismo se enredó en una batalla por la subsistencia, con los cortes de boleta explícitos (el jingle cumbiero de Roberto Iglesias es su mejor ejemplo) y no explícitos (en la provincia de Buenos Aires se reparte la boleta corta de De Narváez y de intendentes radicales). Obviamente, Ricardo Alfonsín es la pesada mochila que se quiere soliviar. Mientras, los que ya perdieron todo empezaron a construir sobre la destrucción. El cobismo y afines se preparan por una lucha que no será en las urnas sino en el Comité nacional con el objetivo de desplazar al alfonsinismo de la burocracia partidaria que controla desde hace décadas.
El peronismo federal se reacomoda con mayor velocidad. El duhaldismo ya casi no tiene vasos comunicantes con los dirigentes territoriales del resto del país. El candidato a vice, Mario Das Neves, le mandó a decir a Duhalde que deje de proferir profecías agoreras porque "no todo está tan mal". Mientras que cordobeses, santafesinos y algunos bonaerenses como Felipe Solá hacen gestos de distensión con el kirchnerismo menos belicoso, ese que expresan Scioli o Juan Manuel Urtubey.
El caso del electo gobernador cordobés Juan Manuel De la Sota es todo un signo del cambio de aires. Prometió el "cordobesismo" el 7 de agosto y 28 días después le regaló la lista de diputados nacionales al kirchnerismo, apretado por las tenazas de la Casa Rosada en materia financiera.
Estas postales dejan una impresión que puede funcionar como conclusión o evidencia: que la oposición en su conjunto temió enfrentar al kirchnerismo dándole un debate económico-social y ahora está pagando las consecuencias. Dejó que la discusión se centrara sólo en el universo abstracto de las instituciones y los valores republicanos.
Del otro lado, el Gobierno aceleró el boom del consumo y el espejismo se multiplicó en los hogares de todo el país. "La gente cree que el país es superavitario y no lo es", dijo angustiada una senadora nacional que intentó sin éxito instalar el debate económico en el Parlamento.
La oposición, cuyos principales dirigentes vienen de larga tradición parlamentaria, creyó que tenía que ser el Congreso donde debían darse las grandes discusiones. Incluso la económica. Se equivocó. No porque el Parlamento no sea un ámbito propicio, sino porque lo que sucede en él difícilmente llegue al ciudadano de a pie.
El kirchnerismo, en cambio, se volcó a las calles y trató de ganar la batalla comunicacional. Resistió en el Congreso las embestidas de la oposición y trasladó sus esfuerzos afuera. Cuando llegaron las elecciones primarias, el oficialismo se mostró consolidado no sólo porque instaló en la opinión pública -mal que bien- que su modelo es virtuoso, sino porque nadie se animó a plantearle del otro lado una alternativa superadora.
Sólo la centro-izquierda se animó un poco más a discutir al modelo K. El diputado Claudio Lozano lanzó unos spots en Youtube, titulados "6,7,8 Razones para Cambiar el Modelo" en el que desnuda aquello que el kirchnerismo oculta con estadísticas truchas y propagandas efectivas.
"6 de cada 10 hogares tienen problemas para llegar a fin de mes; 7 de cada 10 grandes empresas son extranjeras; 8 de cada 10 jóvenes económicamente activos están precarizados; 6 de cada 20 niños, niñas y adolescentes no tienen el derecho a una Asignación Familiar, a pesar de la Asignación 'Universal'; 7 de cada 10 dólares que provienen de las exportaciones se concentran en apenas 30 firmas; 8 de cada 20 personas habitan en viviendas sin cloacas", machaca el texto de Lozano.
Por miedo o impericia, la oposición prefirió atomizarse a enfrentar un debate económico para poner en duda -al menos eso- el "éxito" del Gobierno. Un texto simple como el de Lozano, escrito por técnicos que no son publicistas, indica que el camino podía ser transitado. Más allá de que no hay forma de asegurar ahora que podrían haber perforado el núcleo de ideas que el kirchnerismo se ocupó por hacer crecer incentivando el consumo y monopolizando el discurso económico en la calle.
Es lógico que ahora, aun cuando quedan seis semanas para la elección de presidente, las expectativas estén puestas afuera de la política partidaria. La mirada se fija en qué decisiones tomará la Presidenta luego de su segura reelección el 23 de octubre. El crecimiento económico no está amenazado porque toda la región lo está haciendo a buen ritmo.
Pero el Gobierno no puede seguir avalando una inflación espiralada, como tampoco puede darse el gusto de seguir sosteniendo los 80 mil millones de pesos que este año se destinarán a todo tipo de subsidios, de los estrictamente contingentes como los sociales a aquellos superfluos como el gas y la electricidad de las zonas ricas de la Capital Federal. Los industriales, además, que han mejorado su relación con la Casa Rosada, piden una devaluación escalonada para que la depreciación del real brasileño no los deje fuera del principal mercado externo de los productos argentinos.