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El debate energético

*Por Juan Carlos Delorenzo. En todo proceso de desarrollo, una de las variables a tener en cuenta es el adecuado abastecimiento energético y del mismo dependerá la capacidad de mejorar la calidad de vida de los habitantes y de lograr una mayor producción en bienes y servicios. En ese contexto la situación en que se encuentra el país resulta ciertamente preocupante.

Como es conocido, luego de la creación de la OPEP el precio del petróleo se fue ajustando no sólo por la presión de la demanda sino también por la acción de los propios productores que hicieron valer los productos producidos y la capacidad de las reservas para la atención de futuros requerimientos. De esta manera el petróleo superó hace un lustro los u$s 100 el barril y muy recientemente Estados Unidos y otros 27 países acordaron liberar 60 millones de barriles de sus reservas estratégicas para controlar la suba de los precios. De estos, el 30% fueron liberados por Europa y el 20% por países asiáticos. El impacto de la medida tuvo alcances relativos, pues la cantidad incorporada al mercado representa menos de un día de consumo global del crudo.

En estas condiciones se abre una serie de interrogantes sobre el futuro comportamiento de los precios, más aún si se tiene en cuenta la actual situación de Libia.

PRECIOS Y COSTOS

Desde luego que ciertos países con economías en desarrollo presentan serios problemas por el alza de los precios y por el costo de los subsidios que se puedan derivar al sector, para que la población pueda consumir a un valor razonable.

En consecuencia la situación actual amerita tomar recaudos suficientes que permitan morigerar los impactos que sobre el desarrollo producen estos precios. Precisamente uno de ellos es la producción de energía eléctrica que utiliza para su generación térmica petróleo o gas. Desde luego que también se produce energía a través de los recursos hídricos (energía hidráulica) y de otras fuentes como la energía nuclear, con centrales abastecidas por uranio natural o enriquecido, eólica, solar y el aprovechamiento de las mareas.

Ocurre, sin embargo, que en la última década las principales construcciones energéticas ejecutadas en nuestro país fueron las centrales térmicas, algunas de ciclo combinado, abastecidas por petróleo o gas. El caso más reciente son las centrales de General San Martín y General Belgrano ubicadas en Timbués, provincia de Santa Fe, y Campana respectivamente. Otro proyecto muy importante es el elevado al Gobierno por las empresas Sadesa, Endesa y Duke para construir una central de ciclo combinado en Vuelta de Obligado con 800 megavatios instalados con un costo aproximado a $ 2.484 millones.

SIN AUTOABASTECIMIENTO

Sin ingresar a polémicas estériles sobre cuál es la mejor alternativa de producción, es oportuno señalar que el país ha perdido su autoabastecimiento en petróleo y gas. En este aspecto hay que destacar que ya existen terminales portuarias en Bahía Blanca y en Escobar, esta última de reciente construcción, para que, mediante regasificación se inyecte a la red de gas los volúmenes de gas importado. Hay que destacar, al respecto, que nuestro país produce alrededor de 120 millones de metros cúbicos de gas diarios, volumen que se incrementará sustancialmente por importaciones desde Bolivia y terceros países que descargaran buques en las terminales señaladas, a precios muy superiores a los domésticos.

Es evidente que la matriz de producción de energía eléctrica se ha alterado significativamente, pues el ingreso de centrales térmicas resulta cada vez más importante en desmedro de la energía hidráulica, nuclear y de otras denominadas no convencionales como la eólica y solar. En este aspecto se debe indicar que antiguos proyectos de construcción de centrales hidroeléctricas han quedado, lamentablemente, en el olvido, tal el caso de Corpus sobre el Río Paraná (4.600 a 5.700 MW instalados según tipo de proyecto a adoptar), Garabí y Santa María (1.900 MW instalados), Paraná Medio, etc.

Actualmente, el 55% de la energía eléctrica es producida por centrales térmicas, 35% por hidroeléctricas, el 4,5% por centrales nucleares y el 5,5% se importa de Brasil y Paraguay. En contraposición, Brasil tiene un 90% de abastecimiento hidroeléctrico.

Es indudable que las políticas energéticas deben considerar el largo plazo y en tal sentido sería prudente proponer un plan energético que contemple un aprovechamiento integral de nuestros recursos. Atender el corto plazo puede solucionar problemas inmediatos, pero de ninguna manera supone resolver el problema de la energía en forma eficiente y duradera. Adviértase en este sentido que los precios de los insumos principales, para producir electricidad en centrales térmicas, siguen subiendo y no es imaginable suponer un retroceso de los mismos. Perdido el autoabastecimiento de petróleo y gas el país dependerá cada vez más del mercado externo y quedará a merced de este, lo que implicará, entre otras cosas, perder capacidad de decisión sobre el futuro desarrollo.