El copamiento del peronismo vegetal
Con La Cámpora, Carlos Zannini y La Doctora K.
Hasta aquí -junio de 2015- el instrumento electoral, el Partido Justicialista, no registró el menor brote de reacción interior. Apenas un par de desprendimientos. En Córdoba, San Luis, La Pampa, Buenos Aires.
Pero los peronistas mayoritarios siguen adentro. Se ajustan a la patología del kirchnerismo. Y suscribieron, sin pudor, como si fueran documentos, los memorándums redactados por el antiperonista más célebre que los conduce. Carlos Zannini, El Cenador.
Pese a sus desastres seriales, en 2015 puede triunfar la versión cristinista, con el sorpresivo blend Scioli-Zannini. A partir de 2016 es el turno de la sumisión. La transformación total.
Lo que no lograron los Montoneros, con el entrismo trágico de los 70, lo consigue Zannini, en la segunda década del dos mil. Con el paraguas de La Doctora. A golpes de caja y de versos. Para el peronismo complaciente que se disuelve en la colonización servida. Demasiado fácil, sin violencia ni resistencias. Sin sangre.
Con la columna vertebral del Partido Justicialista, y adornado por los sellos buscapinas, el Frente para la Victoria hoy se encuentra copado estratégicamente por La Cámpora. La Agencia de Colocaciones. Conjunción de treintones ambiciosamente inmaduros. Combinan el pragmatismo de los cargos con la aceptable épica "del proyecto". Planifican quedarse, con lo que queda del país exangüe, en los próximos ocho, a más tardar doce años. En tres elecciones, para decirlo en términos democráticamente institucionales. Cuando dejen de reproducirse los folklóricos seguidores de Gioja, de Béder o Fellner. Cuando se diluyan por el envejecimiento cultural los mini-gobernadores del conurbano, que aún resultan sustanciales por la numerología electoral.
La Doctora los aprueba, como si les perdonara la vida. Mantiene inalterable su gran objetivo. Ganar.
La derrota, en la Argentina, es un defecto. Un error nada honroso. Aunque el error hoy lo cometa La Doctora misma, que cuenta con una enorme ventaja. La persistencia en el error de los opositores. Les imposibilita explotar las vulnerabilidades que el gobierno les ofrece, en mesa de saldos.
La supuesta jefatura de la Agencia le pertenece a Máximo, En El Nombre del Hijo.
En realidad la orienta el ascendente Zannini. Clavel instalado en la solapa presidencial de Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. Y conduce La Doctora, que se destaca por el peso de la ausencia presente. No figura en las postulaciones y se ufana por no ser candidata a nada. Ni siquiera para la invención impúdica del Parlasur. Prefiere tomarse un respiro previsible. Con el objetivo de volver pronto hacia lo que nunca, en realidad, deja. El poder.
En la práctica, la estrategia lanzada el 27 de abril de 2011 funcionó a la perfección. En el estadio colmado de Vélez Sarsfield. Sin recurrir a la desplazada base sindical, ni al aparato tradicional de los mini-gobernadores. Apoyada en la exitosa infiltración de los incondicionales que iban a acompañarla a la fantasía de "ir por todo". Con el germen consolidado de La Cámpora, compartido con los buscapinas complementarios de Unidos y Organizados.
Hoy los peronistas, los vegetales en transformación, se dejan conducir por Zannini y La Doctora. Son oportunamente útiles para cobijar a los tripulantes copadores. A los "chicos" que generacionalmente maduran mientras aguardan, sin grave ansiedad, la instancia de suplirlos. Para desplazarlos hacia el geriátrico de los recuerdos.
Mascarones
Lucen hoy los mascarones. Frutillas de torta.
Scioli concreta el sueño de ser el candidato presidencial. Doblega, con su paciencia sistemática, a La Doctora (aunque le estampe el Clavel de Zannini).
Una jugada rápida que no supo entender Florencio Randazzo, El Loco. Utilizado, aquí, como un cubierto descartable, de plástico, como en la clase turista de los aviones.
Randazzo -al decir de Arturo Jauretche- se encontraba "absolutamente enfermo de importancia personal". Cometió el error de tomarse con excesiva seriedad.
Al rechazar la postulación para Buenos Aires, El Loco motivó que La Doctora debiera recurrir a otros mascarones de proa peronistas. Como Aníbal, El Neo Corach. Hoy apunta hacia la Provincia Inviable (aunque le estampen el clavelito de Sabbatella, El Psicobolche II, detestado por los mini-gobernadores bonaerenses que soportaron sus "colectoras", y hoy elevado como consecuencia de la guerra contra el Grupo Clarín).
El otro mascarón es Domínguez, El Lindo Julián. Aquí se reitera la peripecia de Scioli, en 2007, junto al infortunado Balestrini (que se recupera y tal vez lea estas líneas). El Lindo Julián lleva a Fernando Espinoza, El Trabado, caudillo peronista de La Matanza. Como Balestrini.
Poderes
Si los números favorecen la precariedad del armado, además del Ejecutivo, el cristinismo podrá controlar parsimoniosamente el Senado. A través de la experiencia penosa que Zannini arrastra desde Santa Cruz. Pero también Diputados. Pese a las dificultades expresivas de De Pedro, El Wado, camporista de confianza e inspirado. Signado para aplicar el compulsivo trasvasamiento generacional.
Con el Legislativo y el Ejecutivo en la bolsa, en adelante para La Doctora le resultará más accesible emprender el debilitamiento definitivo del Poder Judicial. Para transformarlo en un podercito complementario, que no se entrometa en las ceremonias de condenación del delito cultural. El despojo que signó los primeros siete años de recaudación centralizada que carga el kirchnerismo.
Es la antesala de una ofensiva que Jorge Lorenzetti, según nuestras fuentes, espera. Con la mirada parece expresar: "Pobres, no saben lo que hacen".
Escasa vocación por la resistencia
Entonces el peronismo vegetal es copado sin inconvenientes por La Cámpora transformadora.
En gran parte, es por la escasa vocación por la resistencia que caracterizó a los dirigentes peronistas con alguna iniciativa. Los que no toleraron la terapia intensiva del cristinismo.
Son los que prefirieron emanciparse "por afuera". Por creer en la imposibilidad de pelearla "por adentro". Les dejaron el espacio ancho y libre, servido, a merced.
Abandonaron la cancha grande del peronismo para jugar más tranquilos en los potreritos personales. Con la pedantería de presentarse, por si no bastara, como los verdaderos peronistas. O más grave aún, como peronistas disidentes.
Aquí se destacan valiosos dirigentes de distintas provincias que no alcanzaron a entenderse siquiera para generar un proyecto común. José Manuel De la Sota, El Cuarto Hombre, de Córdoba, o Adolfo Rodríguez Saa, El Padre de la Puntanidad, su par del Estado Libre Asociado de San Luis. Sin haber planteado la batalla por adentro, ambos insinúan sus participaciones "por afuera".
Y en el caso de De la Sota, actúa junto a Sergio Massa, El Renovador de la Permanencia, el tercero en la concordia. Es quien podría haber planteado la pugna interna por su significativa potencia en la Provincia Inviable. Pero Massa armó su poderosa Franja para vencer en 2013 al gobierno
arbitrariamente inteligente que después, con paulatina perversidad, se dedicó a depilarlo. A la cera negra. Los mini-gobernadores que lo fortalecieron lo debilitaron después, con el regreso al cuerpo principal. Donde La Doctora, a través de sus secretarios, suele recibir a los descarriados.
En "el error como motor de la historia", Maldonado-Kohen consignó que Argentina no está para quien acierte más. Está para quien se equivoque menos.
Con la designación de Zannini, como vice de Scioli, La Doctora se equivoca más, incluso, de lo que se equivocó con Boudou.
La respuesta política está alojada en la insuficiente propuesta de Macri, que es la única alternativa de superación. Pero sobre todo influye la respuesta social del mercado. O en las rutas donde se aguarda la presencia protestona de los chacareros agotados. O en el estancamiento de los inversores externos que buscan posiciones y en el inmovilismo de los canuteros internos. Los que no van a mover, por carencia de confianza, ni una moneda. Son seres normales que sospechan que, a través de los claveles provocadores, de la vocación por asegurar la continuidad en el error, la Argentina marcha, invariablemente, hacia la misericordia, definitiva y declinante.