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El control bien entendido siempre empieza por casa

*Por Hernán de Goñi. La combinación de sabiduría y sentido común que Juan Perón expresó en innumerables frases y discursos, incluyó un tópico que suele despertar poco interés en el ámbito de la política, como ser el control de las actividades públicas. “Los hombres son buenos, pero si se los vigila son mejores”, sintetizó el ex presidente.

En la Argentina no se percibe interés por aplicar mecanismos de control, ni vocación de los ciudadanos por ser controlados. Razones sobran. Todos miran al Estado (y a la dirigencia política que lo conduce) como primer responsable de esta falta de incentivo. Si el fisco cobra muchos impuestos, los contribuyentes eluden más. Si el Gobierno incauta activos del sector privado, lo eluden y fugan capitales. Y así al infinito.

La creencia de que siempre hay alguien que se beneficia en exceso también crea el impulso de que hay que aprovechar todas las vías posibles para conseguir algo para uno mismo. Nadie se preocupa por pedir reglas parejas ni por someterse a un control general.

Este virus ya está en la cultura política de la Argentina, que tiene un diseño institucional deficiente en materia de control (ver suplemento We). Cuando se acercan las elecciones, muchos se quejan de los gobernantes que hacen lo que quieren. Pocos asumen que el control bien entendido empieza por casa.