El chiste educativo
*Por Marcela Isaías. A fuerza de concurrir a cientos de congresos educativos (de los buenos y de los malos), escuchar disertaciones de expertos y funcionarios (de las buenas y de las malas) se aprende a distinguir cierta lógica de estos discursos.
Por ejemplo, si se trata de presentar una ponencia nadie olvida incluir palabras clave como dispositivos, habilitar, diálogo, encuentro con el otro, reflexión, propias prácticas y construcción, por citar algunas. Términos que al fin y al cabo sirven tanto para hablar de escuela secundaria, formación docente o nuevas tecnologías. Es común en este modelo que se agreguen citas (no muchas porque ya no es moda) de un pensador francés o latinoamericano (todo depende de quién organice el congreso, el debate o quién sea el público). Y desde ya pasar algún video cortito, porque el famoso recurso del power point propio de los 90 ya no va más.
Al final de la disertación está muy bien ofrecerse para que los asistentes pregunten "lo que quieran", total el tiempo para responder será siempre muy acotado.
En el debate organizado ayer por La Capital, la Ocho y Canal 5, donde participaron los candidatos a gobernador de Santa Fe, hubo mucho de esta lógica en los discursos escuchados.
A la hora de hablar de educación, los candidatos se movieron entre defender lo gestionado, pedir la oportunidad para incluir nuevos proyectos y hasta improvisar un discurso apelando a relatos ocasionales y emotivos.
Antonio Bonfatti, candidato del oficialismo, repasó lo que llamó "logros de la gestión", como las 25 mil titularizaciones docentes, la ley de paritarias y la creación de 236 escuelas o establecimientos nuevos, entre otras cuestiones.
Las propuestas del candidato Santa Fe para Todo, Agustín Rossi, se centraron en la necesidad de crear más escuelas de jornada extendida, universalizar la sala de 4 años y la participación en la política educativa, en especial de los pibes con el impulso a los centros de estudiantes.
A la hora de las réplicas, Rossi retrucó a Bonfatti sobre la más que publicitada creación de las 200 y pico de escuelas secundarias, haciéndole notar que no se trataban de edificios como los que entran en el imaginario colectivo, sino mayormente de una ampliación de los primarios existentes para cumplir con el secundario obligatorio.
Bonfatti no tardó en responder diciendo que ellos hablaban de "establecimientos" no de "escuelas". Un eufemismo para el caso, más si se considera que en la misma página oficial de la provincia a todas las escuelas de su dependencia se las denomina establecimientos educacionales.
El capítulo aparte y que más encaja con esta lógica de exponer a través de palabras clave y relatos, además de valerse de recursos comunicacionales tales como presentarse como vocero de la "gente", se lo lleva el candidato a gobernador del PRO Miguel del Sel.
Del Sel habló como un viajante que cada tanto se detiene en un bar, en una esquina o en una villa, escucha a la gente, anota lo que quieren y lo retransmite sin demasiado análisis. Surgen así anécdotas muy parecidas a la famosa de María y Cacho que usó varias veces Macri para remitirse a la inseguridad.
Las propuestas para la educación del candidato del PRO no sólo son de una pobreza intelectual mayúscula sino que lo poco que mostró alcanzó para dejar en claro que se alimentan de las mismas ideas de derecha que sustentan su campaña. Un ejemplo claro lo dio al insistir con el mismo plan macrista de llevar el idioma inglés a las aulas de la primaria. Lo mismo sostenía el proyecto neoliberal de los 90 con la ley federal, desconociendo que hoy el mundo se mueve alrededor de la multiplicidad de voces y diversidad de culturas. Algo más que hablar bien un idioma. Y esto un candidato bien asesorado no lo puede desconocer.
De las dos horas que duró el debate, el tema educativo no insumió (cuanto mucho) diez minutos. Demasiado poco para una cuestión tan esencial en un gobierno provincial. Pero suficiente para entender que para Del Sel la educación es apenas un chiste más de su repertorio.
De muchacho, en los años cincuenta, muchas veces oí en Piura y en Lima a mis compañeros de barrio y de colegio jactarse de haberse desvirgado con las sirvientas de su casa. No lo decían de manera tan científica, sino utilizando una expresión que sintetizaba todo el racismo, el machismo y la brutalidad de una clase social que en aquella época se exhibían todavía sin el menor embarazo en el Perú: "Tirarse a la chola". Entonces, los niños bien no hacían el amor con sus enamoradas, que debían llegar vírgenes al matrimonio, y para sus ardores sexuales solían elegir entre la prostituta y la criada. Ni qué decir que muchos padres alentaban sobre todo la última opción, temerosos de que la primera acarreara a sus vástagos una purgación.
Lo terrible es que parece que un buen número de sus compatriotas están de acuerdo con él
El derecho de pernada es antiquísimo y los señores feudales de la Edad Media europea lo legaron a los gamonales y patronos sudamericanos, cuyos estupros y violaciones a las campesinas han sido documentados hasta la saciedad por la novela indigenista. Pero se equivocan quienes piensan que estos atropellos sexuales de los fuertes y poderosos caballeros contra las mujeres pobres y desvalidas han quedado confinados en el mundo del subdesarrollo. La truculenta odisea que vive Dominique Strauss-Kahn parecería demostrar que incluso en la civilizada Francia hay señores que, desafiando los tiempos que vivimos, se empeñan en perpetuar aquella siniestra tradición.
Tradición que, dicho sea de paso, nunca se perdió del todo en el país de Proust y Molière. El gran Victor Hugo la practicó asiduamente en sus años otoñales, por ejemplo, y dejó testimonio de ello en un delicioso diario secreto que el erudito Henri Guillemin consiguió descifrar. ¿Es un atenuante, en su caso, que el autor de Los Miserables no violentaba a las sirvientas, sino estableciera con ellas un pacto contractual y mercantil? Si aquella se dejaba ver solo los pechos recibía un puñado de centavos. Si se desnudaba por completo y el poeta no podía tocarla, medio franco. Si estaba autorizado a acariciarla, un franco. Si el servicio era completo, franco y medio y a veces ¡hasta dos francos! El ilustre vate era muy cuidadoso con los gastos y llevaba una contabilidad maniática, gracias a lo cual hemos podido conocer esas debilidades de su vejez. Para disimularlas, las anotó en su diario en un español desfigurado (Verbigracia: "Visto mucho, cogido todo. Osculum").
Si la acusación a la que debe hacer frente ante el Tribunal Supremo del Estado de Nueva York la confirman los jueces, Dominique Strauss-Kahn -ex ministro de Economía de Francia, ex director-gerente del Fondo Monetario Internacional y, hasta el episodio del Hotel Sofitel, candidato favorito del Partido Socialista para representar a este en la próxima elección presidencial- practicaba aquel derecho de pernada a la vieja usanza: añadido de golpes y maltratos a su víctima. Los médicos que examinaron a la camarera guineana que denunció al político francés de haberla obligado a practicar sexo oral con él detectaron que tenía desgarrado un ligamento del hombro, hematomas en la vagina y las medias rotas. La policía, por su parte, ha comprobado la existencia, tanto en la pared como en la alfombra de la habitación, del semen que la camarera dice haber escupido, asqueada, luego de que el presunto victimario eyaculó. Estos son los hechos objetivos y la Justicia deberá determinar si aquel sexo oral fue forzado, como dice la camarera, o consensuado, según asegura Strauss-Kahn.
Como se ha comprobado que la camarera mintió a la policía sobre su ingreso a los Estados Unidos -es una inmigrante ilegal- y que tuvo una conversación, en un dialecto guineano, con un hombre detenido por tráfico de drogas, ante el que se habría jactado de querer sacar dinero a su presunto violador aprovechando lo ocurrido, se dice que la acusación se tambalea y que el propio fiscal de Nueva York estaría pensando en encarpetar todo el asunto. Esto ha hecho que, en Francia, donde me encuentro ahora y donde, según una encuesta, un 50 por ciento de la opinión pública socialista todavía quisiera que Strauss-Kahn sea su candidato presidencial, aparezcan muchos artículos y declaraciones de amigos y camaradas del exministro, quienes, encabezados por Bernard-Henri Lévy, atacan con ferocidad a la Justicia estadounidense por haber mostrado a la prensa a un Strauss-Kahn esposado y humillado, en vez de respetar su privacidad y su condición de mero acusado, no de culpable. Leyendo lo que escriben, parecería que el ex ministro es una especie de mártir y mereciera ser desagraviado.
A mí, en cambio, el personaje me parece repelente y tiendo a creer que lo que la camarera guineana dice de él es verdad. Me seguiría pareciendo repelente incluso si fuera cierto que el sexo oral con que se gratificó aquella mañana neoyorquina fue consensuado, pues, aun si lo hubiera requerido de buenas maneras y pagado por ello, habría cometido un acto cobarde, prepotente y asqueroso con una pobre mujer infinitamente más débil y vulnerable que él, la que se habría sometido a esa pantomima por necesidad o por miedo, de ningún modo seducida por la apostura o la inteligencia del personaje al que encontró desnudo en la habitación que iba a arreglar. "Tirarse a una sirvienta", por las buenas o por las malas, es un acto innoble y vil, sobre todo cuando el que lo perpetra es un señor de horca y cuchilla, que es lo que era, hasta entonces, el casi intocable Strauss-Kahn.
Yo no sé por qué las mentiras de la camarera atenuarían la falta de su presunto violador. Lo que se va a juzgar es si fue o no violada, no si es buena, sincera y desprendida. Si lo determinante para que la acusación prevaleciera no fueran los datos objetivos sino la personalidad y el carácter, el señor Strauss-Kahn no quedaría bien parado. Sus antecedentes indican claramente que le gustaron siempre mucho las mujeres y que no tenía el menor empacho en demostrárselo, usando eso que los brasileños llaman la mao boba en las recepciones, ascensores y pasillos, como han hecho público los paparazzi de media Europa. Poco tiempo después de asumir la dirección del FMI se vio envuelto en un lío de faldas, por haberse echado una amante entre sus subordinadas.
Y ahora mismo acaba de abrirse en París otro proceso contra él en el que la periodista y escritora Tristane Banon lo acusa de haber intentado violarla, en el año 2003, cuando fue a entrevistarlo para un libro. Ella fue citada en una especie de garçonnière, un departamento provisto sólo de una cama y unos sillones, y, según la joven, tuvo que defenderse a patadas y rasguños de su entrevistado, que le rompió el sostén y el calzón mientras luchaban en el suelo. Tristane quiso entonces denunciar el intento de violación, pero su madre le impidió hacerlo, con el argumento de que aquello haría daño al Partido Socialista, en el que ella también militaba. La señora ha confirmado este hecho.
Así pues, si hay indicios negativos en lo que concierne al carácter y la personalidad de la camarera guineana del Hotel Sofitel, las credenciales morales del huésped están lejos de ser prístinas. Todo indica que ese señor superinteligente, ultrapoderoso y millonario estaba acostumbrado a permitirse ciertos excesos en el convencimiento de que a alguien como a él esas debilidades le están permitidas, igual que el derecho de pernada a los señores feudales. Lo terrible es que parecería que buen número de sus compatriotas están de acuerdo con él. La indignación contra la policía y la Justicia de Estados Unidos por haber tratado a ese hombre tan importante y prestigioso como a un raterillo capturado in fraganti es casi unánime.
Yo no acabo de entender tanta indignación. El jefe de la policía neoyorquina ha explicado que los presuntos culpables reciben el mismo tratamiento, se trate de pobres diablos o de banqueros: son llevados esposados al tribunal y expuestos a la prensa. También son presentados a la prensa cuando son declarados inocentes por la justicia, ya sin esposas. No ha habido encarnizamiento alguno contra Strauss-Kahn. Pero, eso sí, no tuvo un tratamiento preferencial, debido a su investidura en el mundo financiero. Mucho me temo, por las cosas que leo en París, que en su propio país hubiera recibido ese tratamiento preferencial, y, probablemente, jamás hubiera sido juzgado. Eso sí, la camarera guineana habría sido expulsada del país por ilegal, por falsaria y por practicar la prostitución.