El campo tiene razón
La nueva protesta del campo está plenamente justificada y el Gobierno debe entender que el sector agroindustrial es el más importante y dinámico de la economía nacional.
En una nueva vuelta de tuerca del conflicto entre el Gobierno nacional y el campo, la Mesa de Enlace de las entidades agropecuarias anunció el cese de la comercialización de cereales y oleaginosas por una semana, desde el hoy al 24 del actual, luego de infructuosas reuniones entre ambas partes.
Esta será la novena protesta del sector durante la gestión de la presidenta Cristina Fernández, que alcanzó su punto más alto en 2008 con la larga lucha contra las retenciones móviles a las exportaciones de granos y que terminó con la derrota gubernamental en el Senado, luego del célebre voto "no positivo" del vicepresidente Julio Cobos. Desde entonces, el conflicto tiene una fuerte coloración política, aunque en los últimos tiempos disminuyó en intensidad y parecieron surgir algunos signos de acuerdo. Pero se trataba de un equilibrio inestable, frágil, como queda demostrado con la decisión de volver al paro, justamente en un año electoral y, por lo tanto, de alto voltaje político.
Pero en 2008, cuando el Gobierno quiso elevar las retenciones, de lo que se trataba era de aumentar el superávit fiscal, de que la "caja" manejada por el Estado nacional tuviera más recursos para afrontar el gasto público, los subsidios e incluso el gasto político.
Hoy el problema parece ser de naturaleza diferente, ya que no estaría en juego la búsqueda de mayores fondos fiscales para financiar el gasto político o electoral, sino la redistribución del producido por el sector agropecuario, en especial el triguero, entre sus distintos componentes; por ejemplo, entre las grandes empresas molineras, exportadores y los productores de trigo. Y paradójicamente –según dicen los integrantes de la Mesa de Enlace– las primeras saldrían más beneficiadas que los segundos.
Los ruralistas también cuestionan la intervención del Estado a través del manejo discrecional de los cupos y permisos de exportación que realiza la Secretaría de Comercio Interior, cuyo titular es Guillermo Moreno. La política, pues, se cuela por todas partes.
Lo cierto es que desde la protesta de 2008, el Gobierno nacional sigue considerando al campo un enemigo, a veces simplemente un adversario, al que ha tratado de debilitar e incluso de dividir, de diezmar.
Se equivoca, pues el sector agropecuario es el más importante y dinámico de la economía nacional. La economía argentina es esencialmente agroindustrial; este sector da puestos de trabajo a millones de personas y produce bienes de primera importancia para el país. Estos son cada vez más demandados y valorados en el mercado internacional, tanto las materias primas en estado puro (como la soja, el trigo o las oleaginosas) como los productos elaborados o con valor agregado. En este sector está la clave del futuro argentino.