El campo de torturas olvidado y los archivos microfilmados en el Cementerio de la Chacarita
Para cerra la etapa más nefasta de toda la historia de la Argentina hay algunos secretos pendientes que deben salir a la luz.
Un film célebre de 1977, "Solos en la madrugada", planteaba una necesidad de no vivir permanentemente en el llanto del pasado franquista y los muertos de la Guerra Civil Española, y un monólogo final memorable interpretado por José Sacristán lo resumía en una frase: "Hay que escuchar a la gente y hablar de las cosas de hoy, no podemos pasar 40 años hablando de los 40 años".
Eso fue en España, y vaya si consiguieron enterrar los odios después de 40 años de dictadura y cerca de un millón de muertos. Ojalá lo aprendamos los argentinos para no seguir viviendo ni haciendo bandera -algunos seguir haciendo billetes-, después de esa dictadura sangrienta que terminó hace 30 años.
Cuando suponíamos que todo estaba dicho sobre campos de concentración y torturas, nos aparecen un par de situaciones que daremos a conocer en detalle en próximas ediciones, pero al menos hoy contaremos dos historias secretas que por cuestiones casi misteriosas nos enteramos en las últimas semanas.
Una de ellas se trata de un centro clandestino de detención y tormentos que funcionó desde 1976 hasta 1978 aproximadamente debajo de donde hoy funciona el Metrobús en la Avenida 9 de Julio.
Gobernaba Buenos Aires un intendente polémico, el Brigadier Osvaldo Cacciatore, al que se llamó "el padre de las autopistas", pues fue quien primero ideó un sistema de expropiaciones de viviendas y erradicación de villas miserias con la excusa de realizar autopistas y mejorar el tránsito en la ciudad.
Pero en medio de ese debate, donde hoy funcionan estacionamientos subterráneos, en le época que gobernaba Cacciatore no todo eran garajes municipales.
Parte de esas instalaciones fueron puestas a disposición del brutal sistema represivo de entonces, y por ahí una cantidad imposible de cuantificar de presos políticos estuvieron cautivos en esas catacumbas y después formaron parte de la legión de desaparecidos.
Los centros de detención de la 9 de julio no contó con sobrevivientes que pudieran revelar nombres y circunstancias de los horrores que se vivían en esos infiernos, o por lo menos no los conocemos si aún hay testigos con vida. Pero sí nos llegó algunos de los nombres de los represores que estuvieron a las órdenes de Cacciatore, y preferimos pronto ponerlos a disposición de la justicia antes de darlos a conocer públicamente.
Si fue más o menos cruel que la ESMA o Automotores Orletti (dos verdaderas sucursales del infierno en plena Buenos Aires), es parte de una entelequia morbosa en la que preferimos no caer. Y lo decimos porque alguna fuente consultada nos dijo que realmente debajo de lo que hoy es el Metrobús existió un campo de concentración que no tuvo la magnitud ni le horror de otros lugares de cautiverio. O sea, las fuentes confirmaron que allí se hacinó, torturó y asesinó a presos políticos, con lo cual el dato resulta válido para reescribir esa historia macabra aún en blanco.
Y otro detalle que conocimos hace poco quizás pueda servir más aún si se lograse establecer el lugar donde se encuentra.
Poco antes de fallecer de muerte natural a los casi 65 años, un militar retirado nos contó que en 1983, antes de entregar el gobierno a Raúl Alfonsín, la Junta Militar de entonces decidió incinerar todos los archivos secretos en los cuales figuraban uno por uno los detenidos desaparecidos, en qué circunstancias habían sido detenidos y qué comandos habían participado en las diversas formas de represión.
Según aquel militar que prefirió no llevarse a la tumba ese secreto, en un 90 por ciento la guerra sucia se hizo sobre una base de nombres y circunstancias que los diferentes comandos militares dejaron por escrito a sus superiores después de llevar a cabo el macabro plan. Un porcentaje menor de la represión fue llevada adelante por bandas como la Triple A o el grupo de tareas de Aníbal Gordon, personajes del mundo delictivo que colaboraron con los militares en el genocidio. Ellos reprimieron muy al azar y no dejaron testimonio escrito sobre cuáles fueron sus víctimas, pero del resto de los grupos de tareas la mayoría quedaron testimonios documentados.
Esos archivos secretos de la represión fueron microfilmados a mediados de 1983, y las carpetas posteriormente incineradas.
Los microfilms fueron enterrados en algún lugar del Cementerio de la Chacarita, pero nadie supo hasta ahora donde, si en tierra o quedaron en algún féretro.
Nada más que eso sabemos, aún los microfilms quizás nos puedan dar una idea de nombres y número de personas asesinadas entre 1976 y 1983.
Están en el Cementerio de la Chacarita, es lo único que sabemos.
Si pudieran develarse estos dos enigmas, después sí podríamos empezar a cerrar una época terrible de la historia argentina. Y como en el monólogo final de "Solos en la madrugada", empezar a hablar de las cosas que nos importan hoy y no empantanarnos en los 40 años que pasaron.