El camionero al ataque
Como era de prever, el actual jefe de la CGT, el camionero Hugo Moyano, aprovechó la oportunidad que le fue brindada por la movilización que se celebraba en Plaza de Mayo...
Nota extraída del diario "Río Negro"
... para reclamar una serie de medidas económicas que, en el caso de que fuera posible concretarlas, mejorarían sustancialmente el nivel de vida de buena parte de la población del país, pero tanto él como los líderes sindicales que lo apoyan entenderán que sólo se trataba de una forma ya tradicional de incomodar a un gobierno que se afirma "nacional y popular" corriéndolo por izquierda.
Por desgracia, los bajos salarios y la situación penosa en que se encuentran millones de jubilados y quienes quisieran recibir asignaciones familiares mayores se deben a que, a pesar de años de crecimiento vigoroso, la economía argentina sigue siendo muy poco productiva, realidad que los sindicalistas no están en condiciones de cambiar en el futuro inmediato y que, desde luego, no ayudaría a superar el intervencionismo propuesto por la CGT.
De todos modos, para Moyano y muchos otros, la indignación que según ellos les supone la existencia del impuesto al salario fue a lo sumo un pretexto para organizar una manifestación contra "la soberbia abrumadora" que atribuyen a una presidente que no disimula su voluntad de romper con el sindicalismo peronista por motivos netamente políticos, cuando no personales. Mientras Cristina Fernández de Kirchner trató a Moyano y compañía como aliados valiosos del oficialismo, a los sindicalistas no les molestaba en absoluto la arrogancia que se han puesto a denunciar, pero cambiaron de actitud al darse cuenta de que la presidente, acompañada simbólicamente por su marido fallecido, soñaba con reemplazar a Juan Domingo Perón y Evita como los íconos máximos del movimiento hegemónico. Desde su punto de vista, no sólo se trata de una aspiración sacrílega sino también de una amenaza a sus fuentes de financiamiento y por lo tanto a su poder. Asimismo, por razones comprensibles, no les gustan del todo los intentos de Cristina de marginarlos para que "los imberbes" de La Cámpora se apoderen de espacios, como los supuestos por escaños parlamentarios, que en su opinión deberían ser de la rama sindical del movimiento fundado por el entonces coronel Perón.
Moyano y sus simpatizantes no son los únicos que se sienten preocupados por la versión actual del "estilo K" y por la propensión de la presidente a gobernar de manera cada vez más autocrática sin consultar a nadie fuera de un círculo áulico pequeño y hermético. Comparten plenamente sus sentimientos amplios sectores de la clase media que, frustrados por la ausencia de una alternativa convincente al gobierno actual, esperan que la CGT contribuya a restaurar cierto equilibrio en un orden político que se ha visto distorsionado por el poder excesivo del Ejecutivo. Así, pues, se ha formado una alianza antinatural entre quienes se proclaman herederos legítimos de la obra de Perón y muchos "gorilas". Claro, el que tantos hayan llegado a la conclusión de que hay que optar entre como Cristina y Moyano nos dice mucho sobre la decadencia del orden político nacional.
En el acto que se celebró en Plaza de Mayo, el camionero pudo darse el lujo de hablar como si fuera un paladín de la democracia, del respeto por las instituciones, del pluralismo y de la tolerancia, postura que en otras circunstancias hubiera motivado la incredulidad de todos salvo los afiliados al sindicato que encabeza pero que en las actuales no resultó demasiado sorprendente. Al fin y al cabo, los partidarios más entusiastas de la presidente aparte, pocos negarían que al país le convendría que Cristina se dignara a "dialogar" con los representantes tanto del sindicalismo como de los movimientos políticos opositores, de suerte que la actitud asumida por Moyano les parece razonable. Por supuesto, sería mejor que un político de antecedentes un tanto más democráticos que los de Moyano lograra erigirse en vocero de los preocupados por el desdén manifiesto por las instituciones democráticas de la presidenta y sus colaboradores más destacados, pero para que ello ocurriera los representantes de una oposición fragmentada tendrían que aprender a formar partidos menos sectarios que los existentes. Mientras tanto, Moyano podrá seguir actuando como el líder de facto de la oposición a "la soberbia abrumadora" kirchnerista.
... para reclamar una serie de medidas económicas que, en el caso de que fuera posible concretarlas, mejorarían sustancialmente el nivel de vida de buena parte de la población del país, pero tanto él como los líderes sindicales que lo apoyan entenderán que sólo se trataba de una forma ya tradicional de incomodar a un gobierno que se afirma "nacional y popular" corriéndolo por izquierda.
Por desgracia, los bajos salarios y la situación penosa en que se encuentran millones de jubilados y quienes quisieran recibir asignaciones familiares mayores se deben a que, a pesar de años de crecimiento vigoroso, la economía argentina sigue siendo muy poco productiva, realidad que los sindicalistas no están en condiciones de cambiar en el futuro inmediato y que, desde luego, no ayudaría a superar el intervencionismo propuesto por la CGT.
De todos modos, para Moyano y muchos otros, la indignación que según ellos les supone la existencia del impuesto al salario fue a lo sumo un pretexto para organizar una manifestación contra "la soberbia abrumadora" que atribuyen a una presidente que no disimula su voluntad de romper con el sindicalismo peronista por motivos netamente políticos, cuando no personales. Mientras Cristina Fernández de Kirchner trató a Moyano y compañía como aliados valiosos del oficialismo, a los sindicalistas no les molestaba en absoluto la arrogancia que se han puesto a denunciar, pero cambiaron de actitud al darse cuenta de que la presidente, acompañada simbólicamente por su marido fallecido, soñaba con reemplazar a Juan Domingo Perón y Evita como los íconos máximos del movimiento hegemónico. Desde su punto de vista, no sólo se trata de una aspiración sacrílega sino también de una amenaza a sus fuentes de financiamiento y por lo tanto a su poder. Asimismo, por razones comprensibles, no les gustan del todo los intentos de Cristina de marginarlos para que "los imberbes" de La Cámpora se apoderen de espacios, como los supuestos por escaños parlamentarios, que en su opinión deberían ser de la rama sindical del movimiento fundado por el entonces coronel Perón.
Moyano y sus simpatizantes no son los únicos que se sienten preocupados por la versión actual del "estilo K" y por la propensión de la presidente a gobernar de manera cada vez más autocrática sin consultar a nadie fuera de un círculo áulico pequeño y hermético. Comparten plenamente sus sentimientos amplios sectores de la clase media que, frustrados por la ausencia de una alternativa convincente al gobierno actual, esperan que la CGT contribuya a restaurar cierto equilibrio en un orden político que se ha visto distorsionado por el poder excesivo del Ejecutivo. Así, pues, se ha formado una alianza antinatural entre quienes se proclaman herederos legítimos de la obra de Perón y muchos "gorilas". Claro, el que tantos hayan llegado a la conclusión de que hay que optar entre como Cristina y Moyano nos dice mucho sobre la decadencia del orden político nacional.
En el acto que se celebró en Plaza de Mayo, el camionero pudo darse el lujo de hablar como si fuera un paladín de la democracia, del respeto por las instituciones, del pluralismo y de la tolerancia, postura que en otras circunstancias hubiera motivado la incredulidad de todos salvo los afiliados al sindicato que encabeza pero que en las actuales no resultó demasiado sorprendente. Al fin y al cabo, los partidarios más entusiastas de la presidente aparte, pocos negarían que al país le convendría que Cristina se dignara a "dialogar" con los representantes tanto del sindicalismo como de los movimientos políticos opositores, de suerte que la actitud asumida por Moyano les parece razonable. Por supuesto, sería mejor que un político de antecedentes un tanto más democráticos que los de Moyano lograra erigirse en vocero de los preocupados por el desdén manifiesto por las instituciones democráticas de la presidenta y sus colaboradores más destacados, pero para que ello ocurriera los representantes de una oposición fragmentada tendrían que aprender a formar partidos menos sectarios que los existentes. Mientras tanto, Moyano podrá seguir actuando como el líder de facto de la oposición a "la soberbia abrumadora" kirchnerista.