El asco, el voto y la educación de las emociones
* Por Claudia Romero. "Esto da asco”, escribió el alumno de 16 años de una secundaria de Córdoba, en el libro de visitas de la muestra fotográfica en homenaje a Eva Perón a la que fue llevado por su escuela.
Nota extraída del diario Clarín
Esto da asco", escribió el alumno de 16 años de una secundaria de Córdoba, en el libro de visitas de la muestra fotográfica en homenaje a Eva Perón a la que fue llevado por su escuela.
Sintió asco, lo escribió y lo azotaron con 10 amonestaciones las que, al estallar la polémica, fueron suspendidas. ¿Qué se castigaba en este caso? ¿Sentir asco? ¿Escribirlo? ¿Rechazar el homenaje al ícono del peronismo? ¿Por qué se tachó lo escrito por el alumno?
Las autoridades educativas dijeron que no se castigó la opinión adversa a la muestra, que no fue un asunto de censura. Lo que se sancionaba era que el alumno no hubiera puesto su nombre y apellido en el libro de firmas.
De lo que se deduce que la falta grave para la escuela fue el "asco anónimo", nueva e insólita figura del código de convivencia escolar.
Me pregunto qué habría pasado si el chico hubiera firmado, emulando a los ascos nominados como el de Fito Páez o el de Luis D’Elia. O si hubiera escrito "esto da felicidad", la "felicidad anónima" ¿también hubiese sido castigada?
La acción de tachar el texto (de tapar la boca) es la representación misma de la antieducación, ¿quién lo hizo? La sucesión de desatinos y la falta de criterio que evidencia el caso en cuestión no hacen sino volver a mostrar las grietas profundas de una escolaridad maleducada.
En cualquier caso, en la expresión del alumno el problema no es tanto la palabra "asco" como la palabra "esto".
El chico dice "esto" porque no sabe, no puede o no quiere decir qué es lo que lo asquea.
En realidad lo que dice cuando dice "esto da asco" no expresa siquiera una opinión, sino una emoción. Por lo tanto, no es posible discutirla. Dice la emoción, pero no enuncia el objeto que la produce. Es un asco sin objeto y por lo tanto sin sujeto, es un asco irracional o irracionalmente expresado.
En cuatro palabras esta frase no dice nada y a la vez expresa todo, también el fracaso escolar.
La escuela es el lugar en el que se forman ciudadanos porque allí se aprende a leer y a escribir para poder traducir las emociones en conceptos, condición necesaria para someterlos a discusión y para vivir en democracia. No se trata de aceptar con la mansedumbre del adoctrinado y dejar de sentir asco frente a aquello que asquea sino de encontrar los modos para expresarlo y operar a partir de él . El que habla se expone a las reglas del debate, pero el que no habla queda atrapado en el asco o en cualquier otra emoción primaria, sin capacidad de acción.
En una época en que acechan los fanatismos, los falsos debates y los dobles discursos es imprescindible una escuela inteligente que, en vez de castigar las emociones, sea capaz de enseñar a transformarlas en ideas abiertas a la discusión. Eso es lo que necesita Walter, el alumno de 16 años que siente asco y que podría quedar habilitado para votar en las próximas elecciones, pero sin poder hablar.
Esto da asco", escribió el alumno de 16 años de una secundaria de Córdoba, en el libro de visitas de la muestra fotográfica en homenaje a Eva Perón a la que fue llevado por su escuela.
Sintió asco, lo escribió y lo azotaron con 10 amonestaciones las que, al estallar la polémica, fueron suspendidas. ¿Qué se castigaba en este caso? ¿Sentir asco? ¿Escribirlo? ¿Rechazar el homenaje al ícono del peronismo? ¿Por qué se tachó lo escrito por el alumno?
Las autoridades educativas dijeron que no se castigó la opinión adversa a la muestra, que no fue un asunto de censura. Lo que se sancionaba era que el alumno no hubiera puesto su nombre y apellido en el libro de firmas.
De lo que se deduce que la falta grave para la escuela fue el "asco anónimo", nueva e insólita figura del código de convivencia escolar.
Me pregunto qué habría pasado si el chico hubiera firmado, emulando a los ascos nominados como el de Fito Páez o el de Luis D’Elia. O si hubiera escrito "esto da felicidad", la "felicidad anónima" ¿también hubiese sido castigada?
La acción de tachar el texto (de tapar la boca) es la representación misma de la antieducación, ¿quién lo hizo? La sucesión de desatinos y la falta de criterio que evidencia el caso en cuestión no hacen sino volver a mostrar las grietas profundas de una escolaridad maleducada.
En cualquier caso, en la expresión del alumno el problema no es tanto la palabra "asco" como la palabra "esto".
El chico dice "esto" porque no sabe, no puede o no quiere decir qué es lo que lo asquea.
En realidad lo que dice cuando dice "esto da asco" no expresa siquiera una opinión, sino una emoción. Por lo tanto, no es posible discutirla. Dice la emoción, pero no enuncia el objeto que la produce. Es un asco sin objeto y por lo tanto sin sujeto, es un asco irracional o irracionalmente expresado.
En cuatro palabras esta frase no dice nada y a la vez expresa todo, también el fracaso escolar.
La escuela es el lugar en el que se forman ciudadanos porque allí se aprende a leer y a escribir para poder traducir las emociones en conceptos, condición necesaria para someterlos a discusión y para vivir en democracia. No se trata de aceptar con la mansedumbre del adoctrinado y dejar de sentir asco frente a aquello que asquea sino de encontrar los modos para expresarlo y operar a partir de él . El que habla se expone a las reglas del debate, pero el que no habla queda atrapado en el asco o en cualquier otra emoción primaria, sin capacidad de acción.
En una época en que acechan los fanatismos, los falsos debates y los dobles discursos es imprescindible una escuela inteligente que, en vez de castigar las emociones, sea capaz de enseñar a transformarlas en ideas abiertas a la discusión. Eso es lo que necesita Walter, el alumno de 16 años que siente asco y que podría quedar habilitado para votar en las próximas elecciones, pero sin poder hablar.