DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

El antes y el después de la elección presidencial

Por Carlos Sacchetto* Casi todos los grandes temas, particularmente los jurídicos y los internacionales, se postergaron en el país previo a las elecciones. Tal postergación debería finalizar el lunes.

En cualquier país donde se valore la vida en democracia, una elección presidencial es un acontecimiento que debe celebrarse. Si se realiza con las necesarias garantías de limpieza, el acto con el cual se expresa la voluntad popular de designar a quien ocupará la primera magistratura forma parte de la esencia misma del sistema representativo.

En la Argentina, cuya historia está plagada de arrebatos institucionales, golpes de Estado y dictaduras militares, la continuidad democrática a lo largo de 28 años que se producirá este domingo, adquiere una importancia especial.

Por razones políticas no han tenido estos comicios el fervor proselitista que supone una competencia de semejante nivel.

Las campañas desarrolladas por cada fuerza para ofrecer sus candidatos han sido en general mediocres y planteadas con poca convicción, excepción hecha de la del oficialismo kirchnerista, que brilló sobre el resto por su creatividad y por el dinero que se dispuso para financiarla. Estas circunstancias no opacan de ningún modo aquel valor histórico y simbólico de la elección. Pero la hacen diferente.

Un anticipo

La hegemonía política y el poder que ejerce y se dispone a ratificar en las urnas la fuerza conducida por la presidenta Cristina Fernández es tanto un factor de legitimidad como de riesgo. Las elecciones primarias que le anticiparon al Gobierno una mayoritaria adhesión, mostraron a la vez que las propuestas opositoras se agotaron en un voluntarismo terminal.

A esas fuerzas les espera un largo período de crisis y luchas intestinas para redefinir sus perfiles. Eso significa que prácticamente estarán ausentes del debate público, y de ese modo extenderán aún más la autonomía del oficialismo en su capacidad de maniobra.

Para el Gobierno, a la vez, el desafío no será menor. El respeto al pensamiento de las minorías supone un acto de responsabilidad que debe demostrarse en los hechos y no sólo en los discursos.

La Presidenta ha mostrado desde las elecciones primarias hasta aquí, un especial cuidado en la formalidad de sus alocuciones, apelando a conceptos de tolerancia, amplitud, unión nacional. Lamentablemente, no todos sus funcionarios han hecho lo mismo, ni parecen dispuestos a abandonar las confrontaciones estériles.

La espera de la consulta popular de este domingo -en realidad la que vale de manera institucional- ha tenido también un efecto notable en otros ámbitos ligados al poder. La Justicia no ha producido fallos ni ha adoptado decisiones en aquellas causas en las que de algún modo está vinculado el Gobierno o alguno de sus aliados.

El caso más evidente es el del ex apoderado de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, Sergio Schoklender. Nunca se levantó el secreto del sumario ni se lo convocó a indagatoria.

El juez Norberto Oyarbide no es una excepción. Muchos magistrados, por sugerencias o por propio convencimiento, han preferido no incomodar al poder político y cajonearon los expedientes.

También una considerable cantidad de empresarios no ha hecho pública la preocupación que manifiestan en privado por los nubarrones que se ciernen sobre la economía. No han querido exponerse a la reprimenda presidencial, ni a la utilización que podrían haber hecho de esas declaraciones los candidatos de la oposición.

Desde afuera

Idéntica actitud de cautela han tenido algunos gobiernos extranjeros que son contraparte de la Argentina en situaciones puntuales. El mejor ejemplo es el de Brasil, donde la presidenta Dilma Rousseff, para no interferir en la campaña electoral argentina, ha postergado para más adelante la adopción de medidas que podrían afectar la relación bilateral.

También el Departamento de Estado, siguiendo su costumbre diplomática, ha considerado prudente no mencionar en vísperas electorales cuestiones que marcan claras diferencias entre Estados Unidos y nuestro país.

Todas estas consideraciones especiales dejarán de tener gravitación desde el lunes y quedará al descubierto un panorama, ni mejor ni peor, pero al menos más realista de la problemática que debe enfrentar el país en determinados aspectos. Uno de ellos, que aunque en forma reservada es motivo de preocupación también en la Casa Rosada, está centrado en la repercusión que tendrá sobre nuestra economía la crisis financiera internacional.

Queda claro que esa dificultad no tiene su origen en el gobierno de Cristina, pero sí serán de su responsabilidad las medidas que se tomen para superarla. Hasta ahora, salvo algunas escasas señales de inquietud, no se han visto reacciones oficiales.

Aunque todos estos asuntos son o serán importantes para la vida de cada uno de los habitantes del país, no todos los tienen en cuenta cuando se disponen a depositar su voto. Pero cualquiera sea la motivación que los lleve a las urnas, los ciudadanos van a ejercer este domingo su derecho a elegir a la máxima autoridad del Estado para darle así continuidad al proceso democrático, con todas sus fallas y sus virtudes.

Por historia, en la Argentina eso no es poca cosa, y hay que valorarlo.