El amor en tiempos del celular
Por Sergio Zabalza* Un hombre con una mujer, en un bar. Mientras charlan, duda en invitarla al cine. A ella le suena el celular. "Hola, ¿al cine esta noche? ¡Sí, dale! Era un amigo", explica contenta.
La mujer se aleja, el hombre ve su soledad recortada en el reflejo de la ventana. Pero antes de que el fracaso cierna su sombra, llega el mensaje de un amigo: "Acabo de verte en Facebook con una minita en un bar, vos sí que sos un ganador, eh?" Malentendido desopilante.
Podríamos regodearnos en la queja y afirmar que las tecnologías y el ciberespacio impiden el acercamiento real de las personas , o peor, aún, que cuando éste se produce, no es sin el ritmo espasmódico que impone lo efímero de los contactos . Y no deja de ser cierto: la yunta entre el compromiso afectivo y el sexo es una pareja de difícil convivencia .
Con todo, no me convence que tiempos pasados hayan sido mejores. El peso de las formalidades, las convenciones o la mera permanencia no aseguran que la práctica amorosa se mantenga viva. ¿ En qué estriba el secreto del deseo? Me interesa poner el foco en la posición que adopta el protagonista frente al vértigo que se llevó, a la dama primero, y al fracaso después.
¿Con qué se queda? ¿Qué saldo le deja el episodio? ¿Hay algún espesor que insinúe la marca de una experiencia? Hoy las fotos, por ejemplo, no forman parte de un entramado narrativo sino de un presente plano y continuo. Pareciera que la fugacidad que impone la comunicación digital elimina los componentes mínimos con que conformar una historia: un conflicto, una pasión, su desarrollo, cierta definición en los personajes.
Allí está la clave para abordar el amor hoy: si aún existe la posibilidad de construir versiones a partir de algo que nos tocó, de algo que perdimos. Sólo amamos y deseamos lo que no poseemos, decía Sócrates cuando aún no había celulares y la soledad ya golpeaba los corazones.