El ajuste impone nuevas reglas políticas
*Por Carlos Pagni. Los economistas pronostican un crecimiento que tiende a cero. La inflación promete ser superior al 25%.
Sube el dólar en el mercado paralelo y diez provincias tienen dificultades para pagar sueldos. Al cabo de un ciclo que comenzó a mediados del año 2003, la sociedad comienza a experimentar los rigores de un nueva retracción. Como ocurrió en la segunda mitad de los 80 y de los 90, la política también cambia de lógica. El ajuste ha comenzado a imponer sus leyes en el juego del poder.
Nada dura . La primera de esas reglas es que las iniciativas oficiales tienen efectos mucho más efímeros. Medidas que el Gobierno presenta como fundacionales, en semanas se vuelven irrelevantes. Una misteriosa inflación devora también el capital político.
Las vibraciones que Cristina Kirchner quiso arrancar de la cuerda nacionalista del electorado se aquietaron por completo. Y la hazaña de haber "recuperado la soberanía hidrocarburífera" con la estatización de YPF rindió mucho menos de lo esperado. Al contrario, la Presidenta está inquieta porque, con el correr de las semanas, pueda aparecer como un gran error político. Axel Kicillof todavía está buscando en las arcas de la empresa los tesoros con los que imaginaba solventar las cuantiosas importaciones de combustibles de este invierno. Tampoco descubrió el petróleo y el gas que los accionistas privados tenían escondido. En el
corto plazo, tal vez no le quede más salida que encarecer los combustibles, mal que le pese al automovilista argentino, en cuyo nombre realizó la estatización -el Gobierno acaba de "invitar" a otra petrolera a acompañar esa suba, sin éxito-. Por ahora la captura de YPF sólo ha servido para que Cristina Kirchner se inocule por completo el costo de la crisis energética que esa medida venía a resolver.
El anticlímax económico que esteriliza las sagas también corroe a los protagonistas. Kicillof va perdiendo luz en el entorno presidencial. Y Miguel Galuccio, el flamante CEO, está iniciando el ascético proceso en el que otros sabios candorosos ya foguearon su autoestima: también él había fantaseado con que, gracias a su irresistible encanto intelectual, lograría que la Presidenta corrigiera algunos errores garrafales que otros funcionarios, menos perspicaces, no habían sabido hacerle ver. Esos errores ahora amenazan con hacer fracasar el sueño que lo trajo desde Londres.
La fugacidad de ocurrencias y estrellatos manifiesta una dolencia más profunda que ataca a los oficialismos cuando llega la hora del recorte: el Gobierno comienza a ceder su posición dominante en la explicación de los hechos. Esa debilidad en la disputa interpretativa por cada noticia alcanza también a la explicación más general sobre "el sentido de la historia".
La construcción narrativa del kirchnerismo, igual que la del menemismo, tiene un trasfondo salvífico. En ambos casos el peronismo se atribuye haber sacado el país de las llamas. La memoria de aquella catástrofe debe mantenerse siempre viva para que ese éxodo conserve su significado.
Pero la secuencia va perdiendo su fascinación cuando la crisis de la que se huye comienza a ser sustituida por la crisis en la que se está ingresando. El perjuicio es mayor porque, como el ascenso fue atribuido al exclusivo talento de un conductor, resulta engorroso responsabilizar por la caída al mundo que se nos vino encima o a alguna corporación que no se deja derrotar.
Renace la ética. Es habitual que las sociedades sometidas a un ajuste se vuelvan más exigentes con la moral de los gobernantes. La España del desempleo acaba de abrir los ojos a las miserias de su Casa Real. Cuando Carlos Menem fue reelegido con el 50% de los votos ya habían estallado todos los casos de corrupción de su gobierno. Fue necesaria una desocupación del 19% para que aquellos escándalos motivaran un castigo político.
Nada ha cambiado. Es probable que por la dimensión social del fraude, la participación de las Madres de Plaza de Mayo y los montos malversados, las fechorías de Schoklender sean mucho más graves que las de Amado Boudou. Pero los sueños compartidos del vicepresidente y sus amigotes debilitan hoy la imagen del kirchnerismo mucho más que los de Bonafini y Schoklender en plena campaña electoral.
La caída de la actividad, el blue a 6 pesos y los precios en ascenso llevan a muchos contribuyentes a identificar la plata que les falta con la que los funcionarios se llevan a sus casas. El pacto mafioso por el cual los gobernados toleran las corruptelas de los gobernantes suele romperse cuando las prestaciones de la economía dejan de ser satisfactorias.
Este arrebato ético se proyecta sobre los medios de comunicación. En épocas de ajuste las audiencias manifiestan una curiosidad cercana al morbo por historias que describan cómo roban los gobiernos. Es posible que el alto rating que está obteniendo Jorge Lanata con su Periodismo para todos deba algo a este nuevo contexto. Del mismo modo que 6,7,8 pierde atractivo, como si su nombre empezara a asociarse con la eventual cotización del dólar.
Esta relegitimación de la prensa crítica en tiempos de austeridad constituye un gran desafío para Cristina Kirchner. Su estrategia de presentar a los medios como maquinarias que conspiran contra un interés general que sólo ella defiende encontrará cada día más dificultades. La Presidenta fue muy sincera en Bariloche al evocar como un paraíso perdido aquel 1810 en el que Mariano Moreno podía informar con La Gaceta sobre sus propios actos de gobierno.
Ese elogio del monopolio informativo hace juego con la resistencia del oficialismo a constituir la comisión bicameral que debe designar a los representantes de la oposición en el ex Comfer.
Regresan los brujos. La nueva agenda pone en valor a los economistas como formadores de opinión. Es una pésima noticia para un gobierno que carece de voceros económicos creíbles. Salvo que Aníbal Fernández preste algún servicio al decir que no hay control cambiario y que el año que viene se recuperará el autoabastecimiento energético. Por suerte está Carlos Heller, un acróbata de la estadística, para ensayar una defensa más o menos presentable.
Al revés, en la oposición se potencian los profesionales: de Alfonso Prat-Gay (CC) a Javier González Fraga (UCR), de Eduardo Amadeo (PJ) a Jorge Triaca (Pro). Hasta Domingo Cavallo asomó la cabeza, entre otras cosas para elogiar a Kicillof, en una identificación muy comprensible si se olvidan los signos ideológicos. Sólo falta que reaparezca Ricardo López Murphy.
La base aliada se debilita. Las estrecheces de la nueva economía potencian las tensiones internas de la hegemonía peronista. La primera frontera de conflicto está en los sindicatos, a los que la Presidenta reclamó un recorte en el salario real. Imposible contar con una CGT amiga si ése es el programa. Habrá dos centrales compitiendo por arrancar conquistas al Gobierno.
La segunda línea de fricción está en las provincias. Es otra regla del ajuste conocida en los 90. En un ciclo expansivo y con un Estado rico, gobernar es ganar. En adelante será, casi siempre, pagar costos. Diez gobernadores están racionalizando el presupuesto.
La Casa Rosada simula que la asfixia fiscal de Daniel Scioli es el castigo a sus ínfulas presidenciales. Sin embargo, el torniquete aprieta a gobernadores fidelísimos. El entrerriano Sergio Urribarri desdobló el pago de salarios y postergó el de las jubilaciones. También dispuso un impuestazo del 300%, que lo enemista con el sector agropecuario.
Fabiana Ríos, gobernadora de Tierra del Fuego, fue sorprendida hace diez días por un decreto que excluyó a las petroleras del régimen aduanero especial de la provincia. Ahora esas empresas deberán pagar IVA y Ganancias. Es probable que sea razonable, sobre todo porque en Tierra del Fuego casi no existe el control del contrabando.
Pero Ríos se quejó de que sus amigos de la Casa Rosada no la notificaran de un cambio que la sorprendió renegociando los contratos petroleros. Ahora teme que el próximo paso sea desmontar el negocio de las importaciones de electrónicos chinos, siempre en la mira de Guillermo Moreno.
Comienza la guerra sucesoria. La retracción de la economía invita a diferenciarse del Gobierno. Lo advirtió Mauricio Macri, quien, contrariando a Jaime Durán Barba, convocó a su equipo a un enfrentamiento sin retorno con el kirchnerismo.
Scioli anunció su candidatura presidencial. En la última reunión de gabinete bonaerense enumeró las calamidades fiscales de la provincia y recomendó: "A ponerse el casco porque estamos en guerra". La señal más expresiva del ahogo la tuvo cuando, para sustituir el impuestazo, Carlos Zannini le propuso cinco resoluciones contra el campo, más duras que la 125.
En la Casa Rosada esperan que mañana Scioli disponga el revalúo por decreto. En La Ñata están en alerta por el campo. La semana pasada los chacareros comenzaron sus vigilias al lado de la ruta. Esta semana podría haber cortes.
La incomunicación entre la Presidenta y el gobernador llegó a un extremo. El cree que le están haciendo un golpe. Y ella supone que, al postularse con tanta anticipación, el golpe lo hace Scioli.
Nada dura . La primera de esas reglas es que las iniciativas oficiales tienen efectos mucho más efímeros. Medidas que el Gobierno presenta como fundacionales, en semanas se vuelven irrelevantes. Una misteriosa inflación devora también el capital político.
Las vibraciones que Cristina Kirchner quiso arrancar de la cuerda nacionalista del electorado se aquietaron por completo. Y la hazaña de haber "recuperado la soberanía hidrocarburífera" con la estatización de YPF rindió mucho menos de lo esperado. Al contrario, la Presidenta está inquieta porque, con el correr de las semanas, pueda aparecer como un gran error político. Axel Kicillof todavía está buscando en las arcas de la empresa los tesoros con los que imaginaba solventar las cuantiosas importaciones de combustibles de este invierno. Tampoco descubrió el petróleo y el gas que los accionistas privados tenían escondido. En el
corto plazo, tal vez no le quede más salida que encarecer los combustibles, mal que le pese al automovilista argentino, en cuyo nombre realizó la estatización -el Gobierno acaba de "invitar" a otra petrolera a acompañar esa suba, sin éxito-. Por ahora la captura de YPF sólo ha servido para que Cristina Kirchner se inocule por completo el costo de la crisis energética que esa medida venía a resolver.
El anticlímax económico que esteriliza las sagas también corroe a los protagonistas. Kicillof va perdiendo luz en el entorno presidencial. Y Miguel Galuccio, el flamante CEO, está iniciando el ascético proceso en el que otros sabios candorosos ya foguearon su autoestima: también él había fantaseado con que, gracias a su irresistible encanto intelectual, lograría que la Presidenta corrigiera algunos errores garrafales que otros funcionarios, menos perspicaces, no habían sabido hacerle ver. Esos errores ahora amenazan con hacer fracasar el sueño que lo trajo desde Londres.
La fugacidad de ocurrencias y estrellatos manifiesta una dolencia más profunda que ataca a los oficialismos cuando llega la hora del recorte: el Gobierno comienza a ceder su posición dominante en la explicación de los hechos. Esa debilidad en la disputa interpretativa por cada noticia alcanza también a la explicación más general sobre "el sentido de la historia".
La construcción narrativa del kirchnerismo, igual que la del menemismo, tiene un trasfondo salvífico. En ambos casos el peronismo se atribuye haber sacado el país de las llamas. La memoria de aquella catástrofe debe mantenerse siempre viva para que ese éxodo conserve su significado.
Pero la secuencia va perdiendo su fascinación cuando la crisis de la que se huye comienza a ser sustituida por la crisis en la que se está ingresando. El perjuicio es mayor porque, como el ascenso fue atribuido al exclusivo talento de un conductor, resulta engorroso responsabilizar por la caída al mundo que se nos vino encima o a alguna corporación que no se deja derrotar.
Renace la ética. Es habitual que las sociedades sometidas a un ajuste se vuelvan más exigentes con la moral de los gobernantes. La España del desempleo acaba de abrir los ojos a las miserias de su Casa Real. Cuando Carlos Menem fue reelegido con el 50% de los votos ya habían estallado todos los casos de corrupción de su gobierno. Fue necesaria una desocupación del 19% para que aquellos escándalos motivaran un castigo político.
Nada ha cambiado. Es probable que por la dimensión social del fraude, la participación de las Madres de Plaza de Mayo y los montos malversados, las fechorías de Schoklender sean mucho más graves que las de Amado Boudou. Pero los sueños compartidos del vicepresidente y sus amigotes debilitan hoy la imagen del kirchnerismo mucho más que los de Bonafini y Schoklender en plena campaña electoral.
La caída de la actividad, el blue a 6 pesos y los precios en ascenso llevan a muchos contribuyentes a identificar la plata que les falta con la que los funcionarios se llevan a sus casas. El pacto mafioso por el cual los gobernados toleran las corruptelas de los gobernantes suele romperse cuando las prestaciones de la economía dejan de ser satisfactorias.
Este arrebato ético se proyecta sobre los medios de comunicación. En épocas de ajuste las audiencias manifiestan una curiosidad cercana al morbo por historias que describan cómo roban los gobiernos. Es posible que el alto rating que está obteniendo Jorge Lanata con su Periodismo para todos deba algo a este nuevo contexto. Del mismo modo que 6,7,8 pierde atractivo, como si su nombre empezara a asociarse con la eventual cotización del dólar.
Esta relegitimación de la prensa crítica en tiempos de austeridad constituye un gran desafío para Cristina Kirchner. Su estrategia de presentar a los medios como maquinarias que conspiran contra un interés general que sólo ella defiende encontrará cada día más dificultades. La Presidenta fue muy sincera en Bariloche al evocar como un paraíso perdido aquel 1810 en el que Mariano Moreno podía informar con La Gaceta sobre sus propios actos de gobierno.
Ese elogio del monopolio informativo hace juego con la resistencia del oficialismo a constituir la comisión bicameral que debe designar a los representantes de la oposición en el ex Comfer.
Regresan los brujos. La nueva agenda pone en valor a los economistas como formadores de opinión. Es una pésima noticia para un gobierno que carece de voceros económicos creíbles. Salvo que Aníbal Fernández preste algún servicio al decir que no hay control cambiario y que el año que viene se recuperará el autoabastecimiento energético. Por suerte está Carlos Heller, un acróbata de la estadística, para ensayar una defensa más o menos presentable.
Al revés, en la oposición se potencian los profesionales: de Alfonso Prat-Gay (CC) a Javier González Fraga (UCR), de Eduardo Amadeo (PJ) a Jorge Triaca (Pro). Hasta Domingo Cavallo asomó la cabeza, entre otras cosas para elogiar a Kicillof, en una identificación muy comprensible si se olvidan los signos ideológicos. Sólo falta que reaparezca Ricardo López Murphy.
La base aliada se debilita. Las estrecheces de la nueva economía potencian las tensiones internas de la hegemonía peronista. La primera frontera de conflicto está en los sindicatos, a los que la Presidenta reclamó un recorte en el salario real. Imposible contar con una CGT amiga si ése es el programa. Habrá dos centrales compitiendo por arrancar conquistas al Gobierno.
La segunda línea de fricción está en las provincias. Es otra regla del ajuste conocida en los 90. En un ciclo expansivo y con un Estado rico, gobernar es ganar. En adelante será, casi siempre, pagar costos. Diez gobernadores están racionalizando el presupuesto.
La Casa Rosada simula que la asfixia fiscal de Daniel Scioli es el castigo a sus ínfulas presidenciales. Sin embargo, el torniquete aprieta a gobernadores fidelísimos. El entrerriano Sergio Urribarri desdobló el pago de salarios y postergó el de las jubilaciones. También dispuso un impuestazo del 300%, que lo enemista con el sector agropecuario.
Fabiana Ríos, gobernadora de Tierra del Fuego, fue sorprendida hace diez días por un decreto que excluyó a las petroleras del régimen aduanero especial de la provincia. Ahora esas empresas deberán pagar IVA y Ganancias. Es probable que sea razonable, sobre todo porque en Tierra del Fuego casi no existe el control del contrabando.
Pero Ríos se quejó de que sus amigos de la Casa Rosada no la notificaran de un cambio que la sorprendió renegociando los contratos petroleros. Ahora teme que el próximo paso sea desmontar el negocio de las importaciones de electrónicos chinos, siempre en la mira de Guillermo Moreno.
Comienza la guerra sucesoria. La retracción de la economía invita a diferenciarse del Gobierno. Lo advirtió Mauricio Macri, quien, contrariando a Jaime Durán Barba, convocó a su equipo a un enfrentamiento sin retorno con el kirchnerismo.
Scioli anunció su candidatura presidencial. En la última reunión de gabinete bonaerense enumeró las calamidades fiscales de la provincia y recomendó: "A ponerse el casco porque estamos en guerra". La señal más expresiva del ahogo la tuvo cuando, para sustituir el impuestazo, Carlos Zannini le propuso cinco resoluciones contra el campo, más duras que la 125.
En la Casa Rosada esperan que mañana Scioli disponga el revalúo por decreto. En La Ñata están en alerta por el campo. La semana pasada los chacareros comenzaron sus vigilias al lado de la ruta. Esta semana podría haber cortes.
La incomunicación entre la Presidenta y el gobernador llegó a un extremo. El cree que le están haciendo un golpe. Y ella supone que, al postularse con tanta anticipación, el golpe lo hace Scioli.