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El 9 de Julio de Cristina

* Por Carlos Salvador La Rosa. Ayer, en Tucumán, la presidenta Cristina Fernández (conmemorando un aniversario más de la Declaración de la Independencia del país de todos los argentinos) les habló a los suyos -y sólo a los suyos-. Allí los instruyó sobre los ejes de la lid electoral que -en serio- recién comienza hoy, con los comicios en Capital Federal.

Con inteligencia, Cristina les explicó a los suyos los dos grandes recursos con que ella y su marido supieron revertir el clima adverso que contra ellos se instaló en el país desde la crisis del campo hasta la gran derrota K en las elecciones de junio de 2009.

Primer recurso: La voluntad. La Presidenta atribuyó el notable cambio de clima a favor del oficialismo que parece verificarse hoy, en primer lugar, a la "voluntad" de Néstor Kirchner, quien no se amilanó en absoluto ante la estrepitosa derrota electoral, que, para colmo de los colmos, estuvo focalizada casi enteramente en su persona.

Cristina tiene toda la razón, ya que la fenomenal torpeza que Néstor Kirchner mostró al enfrentarse con la realidad objetiva desde que asumió su esposa hasta los comicios en los que fue derrotado precisamente por esa torpeza, la revirtió con inusual talento cuando debió enfrentarse con la realidad subjetiva, vale decir, con la personalidad y el carácter de sus opositores.

Eso ocurrió porque no se "achicó" ante la derrota sino que se "agrandó" a niveles que -en ese entonces- hasta parecían delirantes. Demostrando con creces el temple de todo político que se precie de tal, ese temple que permite defender las banderas con más fuerza y vigor en la derrota que en el triunfo. Y él lo hizo. Pero ¿cómo lo hizo?, ¿cambiando esa visión de la realidad objetiva que lo llevó a la derrota? No, en absoluto, lo que hizo fue desnudar la infinita debilidad y división de las fuerzas opositoras que habían confluido para ganarle en los comicios. Y le fue increíblemente bien.

Cuando falleció aún no había recuperado mucha imagen pero sí desprestigiado a todas las oposiciones. Tal igualación hacia abajo fue una obra, quizá no admirable, pero sí maestra. Una obra más de su enorme voluntad para doblegar a los hombres que de su discutible talento para cambiar las cosas.

Segundo recurso: El relato. A Cristina no cabe calificarla meramente como la continuadora de Néstor, porque ella es muy distinta a él. Pero sí podría decirse que asumió muy bien el rol de su heredera, a partir de una intensificación de lo que siempre la distinguió: su habilidad para construir un relato político-histórico que -aunque tenga más de mito que de verdad- posee gran capacidad para movilizar las pasiones y convocar las adhesiones de una importante fracción de la ciudadanía que comparte con ella una visión similar de la Nación.

Así, en la fecha patria de ayer -como ya lo hiciera el 25 de Mayo y el 20 de Junio pasados- machacó insistentemente en lo que es su principal fortaleza: el discurso como sustituto imaginario, pero efectivo, de la realidad.

Unidad sí, pero sólo entre los "modelados". A diferencia de Néstor y de los intelectuales K que viven reivindicando la idea de que la democracia es básicamente "conflicto" y no "consenso", Cristina hace meses que insiste con el concepto de unidad nacional. Así lo dijo, y muy bien, al cerrar su discurso de ayer: "Es necesario mantenernos unidos porque allí está la fortaleza. Con voluntad nacional podremos seguir construyendo esto que hemos logrado, que es la Patria. ¡Argentinos, tenemos Patria! ¡Festejémosla y homenajeémosla todos los días!".

Sin embargo, esa proclama con la cual todo argentino podría coincidir, se revierte en otro párrafo de la misma alocución cuando dijo: "Necesitamos de la unidad nacional como presupuesto básico para seguir adelante en la profundización de este modelo".

Allí la idea de unidad nacional se vuelve aún más sectaria que la de "conflicto", puesto que si la misma es sólo para los que acuerdan profundizar el modelo oficialista, el resto de los argentinos queda fuera de la unidad nacional y por ende de la Patria. Lamentablemente, no se trata de un error discursivo, sino que eso es lo que piensan -en lo profundo- la Presidenta y la gran mayoría de sus seguidores ideológicamente afines.

Primarias dedocráticas. También defendió Cristina la realización de las primarias abiertas y simultáneas del 14 de agosto, pero lo hizo desde una premisa enteramente falaz al alabarlas porque a través de ellas "por primera vez los argentinos van a poder elegir a los candidatos que quieren votar... De ahora en más no deciden las burocracias políticas sino la población".

Eso hubiera sido cierto si en tales primarias los candidatos internos de cada partido hubieran competido entre sí, en vez de ser colocados a dedo por las burocracias políticas de cada sector. Culpa que les cabe a todos, oficialismo y oposiciones, pero siendo Cristina la más "dedocrática" de todos.

Estas primarias sólo tienen sentido si cada partido presenta más de un candidato, caso contrario la ciudadanía sólo reafirma con su voto a los que ya fueron elegidos por el dedo de las burocracias. Que eso y no otra cosa ocurrirá el 14 de agosto: un fortalecimiento brutal de esas burocracias internas que Cristina supone se debilitarán.

El cupo juvenil. Su tercera interpretación es la más inverosímil: "Algunos quieren comparar este movimiento (la incorporación de jóvenes a la política) con otros. Pero esto es inédito. Yo me incorporé para luchar contra la dictadura, otros para defender la democracia. Hoy se incorporan para defender un proyecto que fue refundado en las urnas tras ocho años".
También lo dijo aún más claro: "En muchas partes, se advierte que la juventud, cuando participa, lo hace en contra del poder establecido. Acá tenemos la suerte de que hay millones que se han incorporado para apoyar políticas que impulsa el Estado".

Para la señora presidenta, lo más positivo de esta etapa histórica (en comparación con los ’70 y los ’80) es que los jóvenes no vienen a pelear contra la dictadura ni a apoyar una idea general ni a luchar contra el poder establecido, sino a convertirse -lisa y llanamente- en oficialistas.

Tal actitud de felicitar a los jóvenes más por ser leales que rebeldes al poder, es totalmente coherente con esa "inédita" forma que Cristina ideó para incorporar los jóvenes a la política: la creación -de hecho- de un "cupo" para los jóvenes, impuesto no por ninguna ley sino por el exclusivo dedo presidencial y en base a la obediencia de los jóvenes hacia el poder político oficial.

Lo contrario de lo que se pensó siempre, por izquierda y por derecha, acerca de cómo incorporar los jóvenes a la política: sumando sangre nueva para cuestionar a sus mayores y así equilibrar sus excesos. Apostando a su rebeldía y no a su docilidad, convocándolos a la lucha y no a los privilegios.

Hoy, en cambio, son los jóvenes quienes llegan al poder a través del dedo para enseñarles (u ordenarles, igual da) a los "viejos" de su mismo partido a ser obedientes (u obsecuentes, igual da) con la persona que más poder político posee en el país. Por eso son convocados a los cargos más que a los honores.

En síntesis, podríamos polemizar horas acerca de si la "voluntad" nestorista y el "relato" cristinista sirven para transformar la realidad o más bien para cubrirla de mitos con los cuales se disfrace que todo en el fondo sigue igual, que bajo discursos reformistas se esconde una profunda vocación conservadora. Pero el debate sería inútil porque las posiciones ya están tomadas y al menos hasta octubre, sólo se resolverán en el terreno de la política práctica, ni en el de los debates teóricos.

El mes político que hoy se inicia con las elecciones en Capital y que finalizará con las primarias nacionales del 14 de agosto, será la última oportunidad para los opositores de anteponer a la voluntad y al relato K una o varias alternativas creíbles. De mostrar que la vocación de poder no es sólo del oficialismo.

Y que a una visión narrativa de la historia y la política (legítima pero parcial como lo son todas) se le pueden oponer otras, de modo que -en la disputa entre varias visiones- se favorezca el pluralismo y no la unanimidad hegemónica que sin dudas pretenden las principales cabezas de este gobierno, pero que -aún sin pretenderlo- lo lograrán igual si nadie es capaz de hacerles frente.

Este mes se votará en las provincias que, tanto en 2007 como en 2009, fueron las que más favorecieron las opciones opositoras. En caso de que el kirchnerismo se impusiera o redujera significativamente su diferencia en ellas, poco podrá hacer la oposición en octubre, porque ya estará casi todo dicho.

Pero si se mantienen los guarismos anteriores, la oposición tendrá su última oportunidad, no necesariamente de ganar, sino de demostrar que en la Argentina existe más de una opción de poder. Aunque para ello deberá hacer casi todo lo que no hizo hasta ahora, o casi todo lo contrario de lo poco que hizo. Ojalá que lo haga, porque lo peor que nos podría pasar, no es que gane el oficialismo o la oposición, sino que enfrente del que gane no haya nadie.