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Educación técnica: ¿en debate o abandonada?

El cuadro de la educación técnica que plantea el reciente "Debates" en este diario sobre el tema tiene algo de patético: no el debate en sí, sino porque plantea un estado de abandono por parte de las autoridades no directamente implicadas y una situación de pobreza franciscana de escuelas que mantuvieron a pulso su orientación técnica por dedicación de los profesores y el apoyo de los familiares de los alumnos.

Es bastante incomprensible: el discurso oficial habla constantemente de la necesidad de reforzar y rearmar la industrialización de un país que aún depende de su producción primaria, sea ella rural o minera. Pero desde los años en que se revirtió la nefasta etapa de destrucción del Estado a favor de los "mercados" y la industria restante comenzó a demandar mano de obra técnica sin encontrarla, poco se ha hecho en la realidad para retomar su formación.

La ley recreó las escuelas técnicas, es cierto. Pero el reequipamiento de las escuelas no siguió el ritmo necesario para superar los treinta años de atraso tecnológico que el país había sufrido bajo el irónico dicho de Miguel de Unamuno: "Que inventen ellos". La industria renació, pero los técnicos que hacían falta no estaban. Es difícil evaluar en qué medida este hecho atrasó y sigue atrasando el igualmente pujante proceso de renacimiento de la industria de mediana tecnología.

Hay más, en esta incongruencia se nota con claridad un arcaico desdén por el camino de creciente nivel tecnológico, que es el único camino que podemos seguir para lograr dar trabajo a los expulsados de un agro que ha mejorado su tecnología a expensas de mano de obra que no sea semiesclava, en buena medida con maquinaria de fabricación nacional; hay que recordar que esa rama es una de las más originales y dinámicas de la industria. Pero necesitan técnicos y probablemente los tengan que formar ellos mismos.

Es curioso. Las diversas tecnologías dominan nuestra vida cotidiana así como nuestra producción, aun la agraria. No hay un solo acto de nuestra vida –aun los más íntimos– en los que no intervenga algún objeto tecnológico. Sin embargo, la enseñanza de las disciplinas y la metodología tecnológica es marginal en nuestra educación, incluso en las escuelas técnicas. En el abandono de la educación técnica generamos un freno al desarrollo tecnológico; al ignorar la educación tecnológica –que es otra cosa– dejamos a los ciudadanos a la merced de los demagogos de uno u otro signo, los tecnófilos o los tecnófobos, porque el público generalmente ignora de qué se trata y no puede formarse una opinión propia.

En este contexto, puedo mencionar el desarrollo de la muestra de lo que sabemos hacer en la gran exposición Tecnópolis, en el borde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que ojalá se pueda hacer itinerante. Esta muestra coincide con el 45º aniversario de la "Noche de los bastones largos", el 29 de julio de 1966: la cara y la ceca de dos diferentes enfoques sobre la ciencia y la tecnología –y la economía– contemporáneas. Y, además, llamo la atención sobre el Congreso Nacional de Educación Tecnológica que se desarrollará en Puerto Madryn esta semana, cuyo propósito es justamente reunir a los docentes de esa asignatura para discutir sus métodos de trabajo y las políticas a seguir para romper la inercia oficial, tan en oposición al proclamado proyecto industrial de la Nación.