Economía nacional, oscuridad y desequilibrios
Mientras la oscuridad y las contradicciones reinan en los datos y diagnósticos económicos que provee el Gobierno Nacional, la realidad comienza a mostrar algunos desequilibrios profundos cuyo arreglo parece requerir algo más que "sintonía fina".
El mercado de cambios o las tarifas de servicios públicos son claros ejemplos de ello.
Desde la intervención del Indec en 2007, la manipulación y el falseamiento de las estadísticas económicas y sociales torna cada vez más difícil conocer cuál es la verdadera realidad que estamos viviendo.
Las esperanzas de la reconstrucción del otrora ejemplar organismo estadístico y la normalización de la provisión de información confiable se han diluido, a pesar de la recomendación de organismos internacionales y universidades nacionales. Los expertos en estos temas coinciden en que mientras más tiempo transcurre, más dificultades hay para reconstruir las series estadísticas reales.
Uno de los problemas más serios de la manipulación de datos y del ocultamiento de la realidad es la inflación, justamente la que originó la intervención al Indec. Aquí la distorsión acumulada entre los números oficiales y los reales es enorme.
El Gobierno Nacional ha informado que el índice de precios al consumidor aumentó 9,5% en el año 2011, en tanto que la Dirección de Estadísticas de la provincia, que con buen criterio ha vuelto a medir los precios, informa que el aumento fue de 21% para el mismo periodo. Número muy similar al de otras provincias y relevamientos privados. Adviértase la incongruencia del Gobierno, que ha venido homologando convenios salariales del orden del 25% mientras dice que la inflación es del 9,5%; es evidente que algo no cuadra en estos números.
Otro caso es la presentación amañada de los datos del resultado fiscal. En este caso el Gobierno utiliza el concepto de "superávit primario", esto es el resultado antes de pagar los intereses de la deuda pública. Cuando se suman estos intereses se concluye que en lugar de superávit hubo déficit del orden de 30.000 millones, dato también engañoso pues el Gobierno computa como ingresos corrientes (como si fueran impuestos) las transferencias del Banco Central y de la Anses.
Un tercer caso se refiere a lo que ocurre con el nivel de la actividad económica, aunque en este indicador los datos del Indec son bastante coincidentes con los privados. Diversos estudios vienen mostrando que hace ya varios meses la economía ha dejado de crecer o lo hace a tasas significativamente menores que las que la propaganda oficial difunde a diario.
Así, por ejemplo, el Índice de Producción Industrial, que desde hace varias décadas elabora FIEL, muestra que la producción industrial durante el año pasado creció sólo el 1,5%. En tanto la actividad global, medida por el Índice General de Actividad, ha tenido un resultado positivo de 4,5%, un buen número, pero lejos de algunas cifras de crecimiento que suelen darse. Los pronósticos para este año son algo menores, aunque no se prevé una situación recesiva.
Finalmente, en materia de quita de subsidios a tarifas de transporte, gas y electricidad también reina la oscuridad, poco se sabe con certeza acerca de cómo impactarán los aumentos en el presupuesto de las familias y el costo de las empresas.
En definitiva, en la economía se han acumulado importantes desequilibrios cuya corrección, si no quiere llamarle ajuste, requiere de algo más que una muy buena "sintonía fina".
Desde la intervención del Indec en 2007, la manipulación y el falseamiento de las estadísticas económicas y sociales torna cada vez más difícil conocer cuál es la verdadera realidad que estamos viviendo.
Las esperanzas de la reconstrucción del otrora ejemplar organismo estadístico y la normalización de la provisión de información confiable se han diluido, a pesar de la recomendación de organismos internacionales y universidades nacionales. Los expertos en estos temas coinciden en que mientras más tiempo transcurre, más dificultades hay para reconstruir las series estadísticas reales.
Uno de los problemas más serios de la manipulación de datos y del ocultamiento de la realidad es la inflación, justamente la que originó la intervención al Indec. Aquí la distorsión acumulada entre los números oficiales y los reales es enorme.
El Gobierno Nacional ha informado que el índice de precios al consumidor aumentó 9,5% en el año 2011, en tanto que la Dirección de Estadísticas de la provincia, que con buen criterio ha vuelto a medir los precios, informa que el aumento fue de 21% para el mismo periodo. Número muy similar al de otras provincias y relevamientos privados. Adviértase la incongruencia del Gobierno, que ha venido homologando convenios salariales del orden del 25% mientras dice que la inflación es del 9,5%; es evidente que algo no cuadra en estos números.
Otro caso es la presentación amañada de los datos del resultado fiscal. En este caso el Gobierno utiliza el concepto de "superávit primario", esto es el resultado antes de pagar los intereses de la deuda pública. Cuando se suman estos intereses se concluye que en lugar de superávit hubo déficit del orden de 30.000 millones, dato también engañoso pues el Gobierno computa como ingresos corrientes (como si fueran impuestos) las transferencias del Banco Central y de la Anses.
Un tercer caso se refiere a lo que ocurre con el nivel de la actividad económica, aunque en este indicador los datos del Indec son bastante coincidentes con los privados. Diversos estudios vienen mostrando que hace ya varios meses la economía ha dejado de crecer o lo hace a tasas significativamente menores que las que la propaganda oficial difunde a diario.
Así, por ejemplo, el Índice de Producción Industrial, que desde hace varias décadas elabora FIEL, muestra que la producción industrial durante el año pasado creció sólo el 1,5%. En tanto la actividad global, medida por el Índice General de Actividad, ha tenido un resultado positivo de 4,5%, un buen número, pero lejos de algunas cifras de crecimiento que suelen darse. Los pronósticos para este año son algo menores, aunque no se prevé una situación recesiva.
Finalmente, en materia de quita de subsidios a tarifas de transporte, gas y electricidad también reina la oscuridad, poco se sabe con certeza acerca de cómo impactarán los aumentos en el presupuesto de las familias y el costo de las empresas.
En definitiva, en la economía se han acumulado importantes desequilibrios cuya corrección, si no quiere llamarle ajuste, requiere de algo más que una muy buena "sintonía fina".