Economía del tercer período
Cristina Fernández de Kirchner comienza el tercer período constitucional del gobierno matrimonial inaugurado hace ocho años y medio por su esposo.
Desde el punto de vista de los problemas económicos resulta muy difícil echar la culpa a otros como es habitual en los cambios de gobierno. El tiempo transcurrido desde mayo de 2003 ha permitido reformar o corregir cualquier problema heredado.
En realidad, los Kirchner fueron beneficiarios de medidas brutales adoptadas por los gobiernos de Rodríguez Saá y Duhalde, como la confiscación de los depósitos en dólares, la devaluación del peso en 300% y el default. Sobre los efectos de esas medidas se asentó buena parte de la política económica posterior.
Es cierto que la situación económica actual es muy distinta a la del inicio. Los niveles de producción y consumo son mucho más altos; el desempleo es notoriamente más bajo, al igual que la pobreza y la indigencia. Se pueden discutir los números y las causas, pero la tendencia del ciclo económico fue positiva.
Ahora bien, hoy la situación económica es menos holgada. A lo largo de estos años aparecieron problemas que no existían en los primeros años kirchneristas, como la inflación y el atraso del tipo de cambio. Se han ido incubando otros como las tarifas y subsidios de servicios que, como lo ha reconocido la Presidenta, requieren "sintonía fina", es decir actuar con cuidado, con "buen tacto y oído" para encontrar la onda que se busca.
El solo enunciado de algunos de los problemas muestran la necesidad de enfrentarlos, de elaborar políticas que generen confianza, de tomar decisiones coherentes. Existe amplio consenso en que la inflación está al tope de las prioridades, ya que sus efectos negativos sobre los costos de producción, el ahorro y el poder adquisitivo, son indiscutibles.
La causa principal de la inflación, en los últimos años, es el elevado crecimiento del gasto público que hoy se ubica en el nivel más alto de la historia económica argentina, tanto en proporción al PBI como en cifras absolutas. El aumento del gasto por encima de los ingresos genuinos ha derrumbado uno de los pilares básicos del "modelo", el superávit fiscal. Ésta es la razón de la supresión de los subsidios, aunque se la quiera presentar como acto de justicia distributiva.
El segundo pilar del modelo, el tipo de cambio alto y el superávit del comercio exterior, también se ha deteriorado fuertemente. Ya nadie discute que el tipo de cambio está retrasado y que, a pesar de las continuas restricciones a las importaciones, el saldo comercial se redujo considerablemente. Hay sectores económicos con serias dificultades para seguir exportando y la menor oferta de dólares obligó a aplicar un severo control de cambios, cuyas consecuencias aún están por verse.
La inflación y la discrecionalidad de las decisiones económicas del gobierno afectan la inversión productiva, que ha sido insuficiente para incrementar la oferta de bienes y servicios al ritmo acelerado del crecimiento del consumo, impulsado por el gasto público y la suba de salarios. En estos años hubo inversión pero canalizada en gran proporción a la construcción o a la adquisición de bienes durables en el caso de los privados; la inversión pública careció de una planificación adecuada.
Lo cierto es que la economía está usando a pleno la capacidad instalada, sin posibilidad de incrementar la producción en muchas actividades. Juega negativamente la severa restricción de energía, gas y combustibles, mientras que un excesivo y autoritario intervencionismo económico afecta las decisiones de inversión y producción.
En algunos casos, como en la ganadería, llevó a una notable caída del stock de vacunos y una suba enorme del precio de la carne. En definitiva, al inicio del tercer período kirchnerista la economía se parece más a un estrecho sendero entre arbustos espinosos que a un verde prado. La "sintonía fina", si no quieren llamarle "ajuste", es inevitable, pero mientras con más cuidado se la haga, mejor.