Dudas, pese al triunfo anunciado
* Por Eduardo Van Der Kooy. Fuga de capitales y dolarización. Dos señales que contradicen la certeza política sobre la continuidad de Cristina.
También, los índices de confianza popular. El kirchnerismo, en su largo ciclo, nunca logró consolidar la fiabilidad. La Presidenta reitera gestos de moderación.
Nunca, desde el regreso de la democracia, hubo como ahora en la Argentina una elección presidencial con una definición tan anticipada . Hasta da la impresión de que Cristina Fernández estaría actuando ya como mandataria reelecta. Tal vez la excepción en ese derrotero desde 1983 fue el segundo mandato de Carlos Menem a partir de 1995. Se trata de una certidumbre política desacostumbrada en una nación habituada a los sobresaltos y a los abismos.
La consolidación del kirchnerismo en el poder para el próximo período, si octubre ratifica los resultados de las internas, asoma directamente proporcional al desgajamiento opositor. Es muy difícil adivinar qué habrá en pie luego del voto en esa oposición, donde se ha desatado en plena campaña una lucha de todos contra todos.
Se puede prever, en los ámbitos institucionales, un futuro y extendido dominio oficialista .
Esa certidumbre política, sin embargo, pareciera no tener correlato en el plano económico . La dolarización de las carteras bancarias, incluso la minorista , no amainó después de la arrolladora victoria de Cristina. La venta de inmuebles cayó porque la gente fugó al dólar. El Banco Central debió vender en los primeros siete días hábiles de septiembre US$ 680 millones para frenar la escalada de su precio. Ese monto representa más de la mitad de todo el volumen que debió negociar en agosto. Las reservas del Banco Central se acercan con rapidez al nivel que tenían en 2007 que era de US$ 47.600 millones. La salida de capitales en el primer semestre del 2011 llegó a US$ 9.800 millones, casi un 47% más que en igual período del 2010.
¿Qué estaría sucediendo? ¿Por qué razón ese desacople entre la economía y la política? Algunos hombres del Gobierno justifican la situación por los temblores de la crisis internacional. Aunque, por otro lado, insisten que esa crisis no impactará en la economía argentina. Quizás habría que indagar en la falta de confianza que caracterizó el primer ciclo de Cristina, jalonado por conflictos que sólo dejaron de aflorar luego de la muerte de Néstor Kirchner.
Pesarían sobre la Presidenta también sus antecedentes. En la campaña del 2007 enarboló el discurso de la institucionalización del país y su inserción en el mundo.
Hizo lo contrario . Hoy no promete nada de eso y exhibe el apartamiento argentino como un eficaz escudo protector, que es, de la revulsión mundial. Después de la victoria ha encadenado gestos orientados a la moderación, pero resulta difícil discernir si obedecen a su astucia de campaña o a indicios sobre los tiempos que vendrán.
Se ocupó con halagos de los industriales. Lanzó un plan de metas de largo plazo para el campo, con una omisión sobre los mecanismos para cumplirlas. Fijó, según su criterio, el aumento del salario mínimo que contentó más a los empresarios que a Hugo Moyano. Subió la Asignación Universal por Hijo desoyendo algunas demandas del sindicalismo oficial, la CGT y la CTA de Hugo Yasky. Pistas, de todas formas, débiles para intentar trazar algún horizonte.
Cristina sigue haciendo alarde sobre el modelo . Dijo la semana pasada que ese modelo ha puesto a la Argentina a resguardo de la crisis internacional. Pero ese modelo, que se traduce en la sociedad en auge de consumo, ha dejado de tener los pilares que tuvo. Tal vez el desendeudamiento sea el único de los preceptos que permanece intocable.
El Gobierno comunica siempre un superávit fiscal que no es tal . Aparece enmascarado por los recursos de la ANSeS y las transferencias del Central. La balanza comercial empieza a correr peligro y se tornaría deficitaria si Brasil prosigue con la devaluación del real. El tipo de cambio también registra un retraso: por eso el Gobierno aflojó por días la regulación cambiaria, aunque la retomó a raíz de la creciente compra de dólares. La inflación escala pero se tolera por las compensaciones salariales y la gigantesca red de asistencia social que ha sabido estructurar el kirchnerismo.
Ante los interrogantes y cuestionamientos, los K señalan que Brasil ha tomado un rumbo parecido para preservarse de la crisis mundial. Acaso el único punto de contacto pueda radicar en la intención de fortalecer el mercado interno. Pero Dilma Rousseff avanza en su país sobre aspectos de los cuales aquí está prohibido hablar. La inflación es una inquietud cotidiana de la mandataria brasileña. Aspira a bajar el índice del 7,5% del 2010 al 4% este año. Dispuso, entre varias medidas, un recorte del gasto de US$ 30 mil millones. El gasto y la inflación en la Argentina sólo crecen.
Rousseff acompañó aquellas determinaciones con una pelea política: el combate contra la corrupción. La deshonestidad pública es también una práctica enquistada en la dirigencia brasileña, no importa el sesgo ideológico. Lula y el PT, en su tiempo, debieron convivir con escándalos por coimas y negociados.
Rousseff se cargó a cuatro ministros en ocho meses de gestión , alguno de ellos salpicado sólo por sospechas. El kirchnerismo, en cambio, cobija todos los casos de corrupción. Los ejemplos de Ricardo Jaime y Sergio Schoklender están a la vista. Para la peregrina interpretación K, menear la corrupción sería atentar contra las bases del modelo .
La Presidenta también vive las denuncias de corrupción como un ataque a su Gobierno.
No haría lo que hizo Rousseff . De hecho, nunca dijo palabra sobre Schoklender y las aguas de esa estafa que humedecen también a Hebe de Bonafini. Y que, según el ex apoderado de las Madres de Plaza de Mayo, comprometerían a Amado Boudou y a Abel Fatala, entre varios. Cristina ha dosificado las apariciones públicas junto a Hebe.
Las afirmaciones no podrían ser tan categóricas sobre el rumbo económico. La necesidad política podría terminar condicionando su ideología y sus convicciones. ¿Será Boudou, además del hombre político clave en el próximo Gobierno, el orientador económico? La pregunta no tiene por el momento respuesta. El ministro es un kirchnerista de última hora , les solucionó a los Kirchner con el manejo de los fondos de la ANSeS el problema de financiamiento que tenían, aunque no habría renegado del todo de su pasado ortodoxo. Uno de sus hombres de consulta es Mario Blejer, ex titular del Central, integrante alguna vez del directorio del FMI. Blejer, aun cuando comparte trazos de la actual política económica, posee la visión de un país necesariamente integrado al mundo y no apartado.
Otro enigma es si Cristina volvería a los orígenes del ciclo K, cuando la economía estuvo en manos de un economista político (Roberto Lavagna) o si se inclinaría por algún símil de los que lo sucedieron, desde Felisa Miceli al propio Boudou. Una señal complementaria habría que rastrearla en la Cancillería. La política exterior y la economía deben tener un entramado consistente, sobre todo en el mundo actual, si existiera la intención de reorientar a la Argentina. La continuidad de Héctor Timerman o de alguien semejante permitiría intuir el destino elegido.
La supuesta apertura externa, por lógica, debería encontrar correspondencia en una convivencia política de mejor calidad entre el Gobierno y la oposición. Cristina habló de diálogo al viento, hubo insinuaciones con Mauricio Macri, pero la fotografía opositora se conocerá recién después de octubre. También habrá que esperar para saber qué hombres integrarán el elenco presidencial. Si Florencio Randazzo se convierte en jefe de Gabinete, su lugar podría ser ocupado por Agustín Rossi. Al diputado no le fue nada bien en Santa Fe y, pese a su estilo duro, ganó en gimnasia de diálogo y negociación en los años del Congreso. La Presidenta promete y espera. Y evita conflictos.
Esa voluntad impidió alguna detonación en el poder por el secuestro y crimen mafioso de Candela Rodríguez. Ese episodio atroz descubrió hasta qué planta del submundo es capaz de descender la política: la madre de Candela estuvo ligada a cooperativas y organizaciones sociales peronistas. La señora pertenecía además a ese oscuro paraje donde todo se cruza y todo vale. Cristina la recibió, cuando parecía un secuestro de los tantos en el suelo bonaerense, por una tratativa del piquetero Emilio Pérsico. La reunión trasuntaría también las fragilidades políticas que circundan a la Presidenta.
Daniel Scioli no recibió un solo reproche.
Salvo un desliz de Nilda Garré, el kirchnerismo se amordazó . El gobernador también se llamó a silencio. Pero entre la tragedia y la investigación que derivó en seis detenidos se instaló una sensación: el nuevo fracaso de la Policía bonaerense , que en diez días de secuestro no descubrió una pista. Algo podría ser más grave aún: la complicidad de algún sector de la institución para encubrir el hecho hasta el desenlace fatal. Estremecedor.
Tampoco se podría soslayar la ineficacia de los organismos de inteligencia . Para prevenir o descubrir. La inteligencia de la era kirchnerista ha respetado la matriz de sus antecesores: actúa sólo para espiar en la vida de políticos, empresarios y periodistas.
El mutismo público del kirchnerismo no debería llamar a engaño. Scioli y su ministro de Seguridad, Ricardo Casal, quedaron de nuevo en la picota. Aquello de Garré fue una imprudencia. Pero también un anticipo de las batallas que vendrán con el ocaso de octubre.