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Dossier Venezuela desgarrada

Argentina le debe a Venezuela 12 mil millones de dólares. Cuentan que Néstor Kirchner no lo soportaba a Hugo Chávez.

Sobre Informe de Consultora Oximoron,v

escribe Carolina Mantegari, especial

para JorgeAsísDigital

Sobran repudios, falta diplomacia

India le abona a Venezuela al contado el petróleo que permanentemente le compra. China se dispone a cobrarle a Venezuela los 65 mil millones de dólares que le debe. Amiga de países amigos, como Siria e Irán, la Rusia de Putin no le suelta la mano a Venezuela. A través de Citgo, Petróleos de Venezuela (Pedevesa) le vende a Estados Unidos por 35 millones de dólares diarios.

Para la oposición que protesta y pone los muertos, Argentina le debe a Venezuela 12 mil millones de dólares. Cuentan que Néstor Kirchner no lo soportaba a Hugo Chávez. "Otra vez viene este plomo, no lo aguanto". Sólo le interesaba "hacerle la moneda".

El "dossier Venezuela desgarrada" es demasiado complejo para las cancillerías del subcontinente. "Ni Brasil ni Argentina asumen el peso de su historia". Se escribió en "No es fascismo, Maduro, es hartazgo".

Lejos de ensayar la asistencia que tienda -si no a superar- a resolver el litigio, el ejemplo de Venezuela se utiliza para la chicana corta. Para descalificar el populismo. Al adversario electoral.

Papa Francisco suple a los cancilleres de las diplomacias ausentes. Es criticado por no persuadir a Nicolás Maduro, el presidente autoritario que se aferra a la represión. A los efectos de no partir al exilio, o a la cárcel. Nadie encuentra la salida.

"Dossier Venezuela" desborda a la intrascendencia de la OEA. A las inutilidades del Mercosur y la Unasur.

Dossier Venezuela desgarrada. Ante el desmoronamiento queda el espectáculo de la impotencia. Se deja caer, mientras se desangra, un país históricamente solidario con la Argentina. Que alcanzó su punto alto con la presidencia del socialista Carlos Andrés Pérez, que fuera derrocado durante el "caracazo". El que aún se prolonga en la tragedia grotesca de Maduro.

En Dossier Venezuela desgarrada sobran los repudios y falla la diplomacia, hoy imposibilitada de encontrar la luz en el laberinto de la destrucción.

Bernardo Maldonado-Kohen

Director Consultora Oximoron

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En materia de frivolidad conceptual, la Argentina suele destacarse.

Venezuela se transforma en la simpleza fácil para maltratar la patología del kirchnerismo. Para Mauricio Macri, Presidente del Tercer Gobierno Radical, "el kirchnerismo nos llevaba a ser Venezuela".

Repite la sentencia hasta la señora Elisa Carrió, candidata a diputada por el Maxi Quiosco de la Capital, y hoy conductora del colectivo Cambiemos.

La conclusión precipitada, distribuida con generosidad, remite al analfabetismo geopolítico. Pero presentado aquí como atributo. Es el mérito del desconocimiento. Del bartolerismo conceptual, alejado del rigor. Vale -total- todo. Sólo algún intelectual del círculo rojo puede tomar, con relativa seriedad, las palabras que se emiten. "Palabras, un poco de aire movido por los labios". Jorge Teillier.

"Cara pintadas" de los 80

Dossier Venezuela desgarrada. Para la conveniente chicana, se prescinde del detalle técnico. La presencia, en el desgobierno de Maduro, del ejército. Sostén principal -para Oximoron- del desastre bolivariano. Fenómeno inspirado en la receta del entendimiento. En la asociación, por comunidad de intereses, entre "el pueblo y el ejército".

Sin ejército, no hay revolución bolivariana que valga. No resiste la menor comparación con el "modelo" kirchnerista. Aunque se suponga que los grupos desangelados de los desposeídos, aquí calificados de "organizaciones sociales", suplen, con sus marchas y piquetes, el poder disuasorio que emana de los cuarteles.

Hoy Venezuela padece una crisis de superproducción de generales que infortunadamente no heredaron la delirante lucidez del ideólogo, el coronel Hugo Chávez. Que supo inspirarse, según Oximoron, en la accidentología del militarismo argentino.

Para Oximoron, Hugo Chávez supo entusiasmarse con la euforia impresionista de los "cara-pintadas" de los ochenta.

En el arranque, es la Venezuela bolivariana la que se argentiniza. Para desembarcar posteriormente en la más atractiva influencia cubana, ostensiblemente más fuerte. Fidel Castro envejecía y quedaba vacante, en el continente, el liderazgo revolucionario.

La pasión doméstica derramada por aquellos "cara pintadas" que respondían al teniente coronel Aldo Rico, o al simultáneo comando, y para colmo pensador, coronel Mohamed Seineldín, se limitó a corregir las reivindicaciones parroquiales de los mandos intermedios del ejército. Para lograr -en vano- que generacionalmente no terminaran presos. Por haber pateado las puertas de los "subversos", durante los tramos violentos del Proceso Militar. E impregnarse de terrorismo de estado.

Dossier Venezuela desgarradaEn cambio, los militares venezolanos que se reportaban a Chávez invirtieron las pasiones generacionales para conquistar el gobierno. Y transformar la realidad, como los convencieron los marxistas.

Mientras los maestros argentinos utilizaban las energías para la épica defensiva, los discípulos venezolanos utilizaban, esa misma energía, para la toma del poder total.

Aparte, se imponía otra gran diferencia. En la Argentina alfonsinista de los 80 se asistía al romántico auge de la democracia. Al retroceso del militarismo incendiado. En simultáneo, en Venezuela era la política la que se incendiaba. La estremecedora ineficacia arrastraba hacia el descreimiento y la corrupción.

A través de la seducción de las mayorías, los populismos latinoamericanos generaron democracias descompensadas. Al dominarse el Ejecutivo y el Legislativo, paulatinamente se avanzaba sobre los medios de comunicación. Sobre todo se reducía la gravitación de la justicia.

En Argentina no podía transcurrir un epílogo similar porque el kirchnerismo tenía balas de cebita. Nunca pudo dominar enteramente la Justicia. Ni imponerse sobre los medios de comunicación para consolidar la hegemonía. Cuando Kirchner se decidió a enfrentarlos, lo hizo mal. Ya era tarde. Los medios le habían picado el boleto.

Dos argentinos. 1) Ceresole

Corresponde recordar la ascendencia intelectual que el sociólogo argentino Norberto Ceresole tuvo sobre el inquieto teniente Chávez.

Dossier Venezuela desgarrada. Nuestro sociólogo y politólogo solía fatigar las reuniones con claros objetivos políticos. Con el peronismo como punto de partida se proponía superarlo, y cumplir el anhelo ideológico de asociar "el pueblo y el ejército".

Es Ceresole quien participa del bolivarianismo originario. Basta con cliquear su nombre en el buscador para encontrar la copia del libro inspirador que funcionó, para el chavismo, como la biblia inicial, aunque nunca asumida.

Pero Ceresole no tuvo mayor suerte en el seguimiento de las puertas que abría. Se envolvió en las intrigas internas de Caracas, se mostró torpemente crítico del Estado de Israel y el canciller Rangel aprovechó para fulminarlo por antisemita.

Para colmo Chávez, la bestia que ayudaba a gestar, ya prefería volcarse hacia la extrema izquierda. Para derivar en el marxismo poderosamente pintoresco, pero que podía penetrar, en medio mundo, gracias al precio del petróleo que les despachaba a los imperialistas. Triste, Ceresole moriría en una clínica de San Justo.

Y Chávez atraía, por supuesto, a los mangueros del progresismo radicalizado. Los que proliferaban con distintas propuestas y cuentos que invocaban apoyo.

Por pocos dólares, florecían miles de audaces que se encontraban en condiciones de venerarlo. Entre ellos, argentinos por doquier, que lo adoptaron como ventanilla terminal. En adelante pregonaban la nueva religión de la izquierda que yacía en el ateísmo. Sobre todo después de la caída de la Unión Soviética, que agravaba la sequedad del vientre de Cuba, el pequeño país "fiolo".

Con la URSS derrumbada, Venezuela iba a adoptar a Cuba, para protegerla. La surtía de petróleo gratuito. Al declinar Venezuela, al morir Chávez, al desmoronarse el precio del barril de crudo, sin protectores a la vista, Cuba se lanzaba a explotar el capitalismo. Y de no ser por la irrupción de Donald Trump casi, incluso, lo consigue.

2.- Follonier

Dossier Venezuela desgarrada. Rafael Follonier, funcionario argentino de segundo orden, resultó fundamental para el entendimiento veloz entre Chávez y Kirchner.

Sin proponérselo, por la propia dinámica de sus contactos, Rafa Follonier encabezó la cancillería paralela que para colmo ni hacía negocios. Fue quien le facilitó a Kirchner la abrupta chapa de progresista, con aureola de heroico defensor de los derechos humanos.

Follonier puso su agenda de ex militante a disposición de Kirchner para acercarlo a Chávez. Fue a través de su amigo Alí Rodríguez, el pariente de El Chacal. También, como por un tubo, le facilitó el acceso a Fidel Castro. Y por supuesto que en el combo venía también Evo Morales. Y hasta la figurita más difícil, su amigo Lula.

Una mañana, Follonier se acercó a la Casa de Gobierno acompañado de cierto joven austero. Vestía de jean, tenía una rara camisa abierta. Lo presentaba a Kirchner como el futuro presidente de Ecuador. Rafael Correa.

Lo llamativo de la trayectoria de Follonier es que nunca aprovechó los poderosos contactos para hacer monedas. Recaudar no formaba parte de su poética. Como correspondía, El Rafa finalizó despedido por La Doctora. Consta que había mostrado demasiada eficacia para conectarlo a Scioli en el mercado internacional del progresismo.

Bastó que Follonier lo paseara a Scioli por el despacho de la señora Dilma, el de Lula, de Los Castro, o de la señora Bachellet. O que le pusiera los pantaloncitos cortos al Evo para jugar futsal en Villa la Ñata. Pronto, por instrucción de La Doctora, Rafa Follonier iba a quedarse sin ocupación.

Final con camisetas

Dossier Venezuela desgarrada. La primera parte del Informe Oximoron cierra con una apelación al recuerdo. Que Chávez emerge -no olvidarlo- como consecuencia de la desastrosa política venezolana, derruida civilmente por la mediocridad.

Después de la declinación del eximio socialista Carlos Andrés Pérez, el dispendio debió ceder el lugar para el ajuste más cruel. Entonces Venezuela ingresaría en el tenebroso periodo de la decadencia, que facilitaría la próxima idolatría hacia Hugo Chávez, el coronel golpista.

Cuando estaba preso por su golpe trunco, las camisetas con el rostro de Chávez se multiplicaban por todas partes. Con la inscripción "Enchávate".