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Discutible igualdad de oportunidades

Hay programas de asistencia social que hasta por su nombre deberían brindarse con absoluta regularidad. Cuando esto no ocurre, el Gobierno que los financia o distribuye queda en situación desairada, no muy diferente de la de quienes prometen y no cumplen, lo que es extremadamente grave cuando se trata de asistencias tan elementales como el alimento.

No se trata de situaciones imaginarias que se trajeran por la necesidad de dar fuerza a una exposición meramente teórica sobre la importancia de la palabra empeñada o sobre la crueldad que entraña, para los afectados, una expectativa abierta luego no confirmada en los hechos, o suspendida en algún momento, imprevistamente, cuando no hay modo de cubrir la necesidad por otra vía.

Por lo que han señalado directivos de varias escuelas de la zona chacarera, puede inferirse que el Programa Igualdad de Oportunidades (PIO), que permite a las escuelas servir diariamente un refrigerio reforzado, no puede garantizar esa igualdad de oportunidades porque las partidas siguen llegando con retraso hasta de dos meses y porque, aun llegando con puntualidad, resultan insuficientes para cubrir los costos, que no dejan de elevarse.

En estas emergencias, las escuelas, que no pueden multiplicar los panes como narran los Evangelios que hacía Cristo, deben recurrir a un expediente menos maravilloso pero con no poco de milagro, como es la búsqueda del fiado que mueve a los proveedores a no suspender el suministro, a veces durante períodos largos. El otro recurso frecuente es, también, sorprendente, pues administrar lo poco y volverlo suficiente a fuerza de inventiva -"estirar" lo que se tiene, como se dice- puede impresionar como un prodigio, aunque esto entrañe una disminución de la calidad alimentaria.

Pero estos subterfugios a veces no están al alcance de las escuelas y allí no queda otra salida que interrumpir el servicio. Es lo que ha ocurrido a la Escuela 265 de Piedra Blanca, donde por falta de dinero no funciona el comedor y sólo pudo darse, a los niños, mate cocido.

No sabría decirse si el problema se reduce a la zona chacarera. Más bien podría creerse que se extiende a otras también, pues difícilmente las partidas lleguen con regularidad al resto de las escuelas de la provincia. Es más que probable, entonces, que la restricción alimentaria la estén sufriendo también niños de otros puntos que, no están, como los de Piedra Blanca, teniendo la oportunidad de la alimentación que debiera ponerlos a la altura de todos los niños del país, como, en principio, procura el PIO.

No hace mucho, reclamos escolares por el mismo asunto produjeron una airada reacción de los funcionarios responsables del cumplimiento del programa. Entonces, la defensa de lo que se hace llegó al límite de acusar a los docentes por la insuficiencia de las partidas, no porque las usen para otros fines o las retengan para sí, sino porque consumen también lo que se envía exclusivamente para los alumnos.

Aquel intercambio de acusaciones quedó nada más que en pirotecnia pasajera, probablemente porque no pudo sostenerse una crítica que pasaba por alto que es natural y conveniente que los alumnos compartan la mesa con los educadores y que los docentes trabajan, sin ser carga obligatoria ni rentada, en este servicio y en ocasiones hasta lo hacen posible con sus aportes.

Escuelas chacareras reclaman la regularidad en el envío de las partidas que permiten el servicio alimentario que financia el PIO.