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Discursos compartidos con ideas de venganza

*Por Carlos Sacchetto. La Presidenta armó sus boletas electorales bajo la estrategia del "todo o nada". Por lo tanto, los que se quedaron con poco o nada, imaginan algún tipo de advertencia hacia ella.

La larga queja que atraviesa por estos días al peronismo tradicional, todavía no parece entrar en su etapa de extinción. "Quienes hace años encarnamos lo que se llamó la renovación, ahora pasamos a ser los ortodoxos de entonces", se lamenta un lúcido lector de la situación interna en esa fuerza. No es para menos.

La decisión de la Presidente Cristina Fernández de promover a los jóvenes militantes de agrupación La Cámpora en los primeros lugares de las listas de candidatos de todo el país, no sólo ha convulsionado al tinglado peronista. El golpe también se sintió con dureza hacia adentro del propio kirchnerismo.

Los disconformes incluyen a muchos que demostraron largamente sus lealtades desde 2003 en adelante. Son quienes tenían expectativas de seguir en lugares de relevancia y hoy aguardan el consuelo de una embajada o un puesto en el próximo gabinete en el que, obviamente, no habrá lugar para todos. Ni hablar de los jefes territoriales que fueron eslabones imprescindibles de la cadena de poder que construyó el fallecido Néstor Kirchner para sostener primero su presidencia y luego la de quien ahora es su viuda.

Los antecedentes

La pregunta que sobrevuela en pasillos y despachos de la Casa Rosada es si esa decepción se traducirá en una acción de venganza que reduzca el caudal de votos con el que se ilusiona el cristinismo.

Quienes conocen bien a la Presidenta sostienen que, además de hacer lo que siempre pensó que debía hacerse, también siguió con una idea muy suya que es despreciar las consecuencias. "Es a todo o nada, no me importa", dicen que dijo la jefa de Estado cuando le advirtieron que el malestar de varios sectores de su propia tropa podría convertirse en un obstáculo insalvable.

A diferencia de otras oportunidades, el que viene es el escenario más propicio para quienes podrían hacer sentir a la Presidenta el disgusto que les ha causado su actitud. En las elecciones primarias del 14 de agosto no se juega directamente la propiedad del poder.

Se repetiría entonces algo parecido a lo que hicieron muchos de los barones del conurbano bonaerense en las elecciones legislativas de 2009, cuando se sintieron relegados por las candidaturas testimoniales que impulsó Néstor Kirchner.

Sin decirlo abiertamente, y por despecho, varios mandaron a sus seguidores a votar al por entonces prácticamente desconocido Francisco De Narváez. El ex presidente perdió la provincia de Buenos Aires.

¿Puede esperarse ahora la devolución de un susto a Cristina por parte de los actuales desplazados? Voces que llegan desde los pliegues del peronismo bonaerense aseguran que sí pero solamente en las primarias, porque admiten que todo puede cambiar para octubre, cuando hay que disputar la permanencia en el poder.

"Ahí conversaremos", reconoce un intendente que se siente dueño del 62 por ciento de los votos con los que llegó a su cargo.

En el sindicalismo, y pese al silencio que mandó a guardar Hugo Moyano, ocurre algo similar. Las facturas a la Presidenta se las pasarán de todos modos. Sólo es cuestión de tiempo y oportunidad, dicen en los corrillos gremiales, dando por seguro que tendrán que renegociar apoyos y lealtades a la luz de un nuevo escenario.

Ánimos electorales

Muchos de quienes desde el oficialismo analizan sin fanatismos el panorama electoral, esta vez adjudican especial importancia a los climas que crean los humores sociales. Admiten que el voto por ideología se reduce a no más de un 30 por ciento de los electores y que el resto vota por intereses personales concretos o preferencias afectivas por transitorias simpatías. Esa gran masa está sujeta entonces a circunstanciales estados de ánimo.

Siguiendo ese razonamiento, uno de los factores relevantes serán los resultados previos a la elección de octubre. Los pronósticos no son buenos para el gobierno nacional. Todo indica que las urnas no les serán favorables el domingo próximo en Capital Federal, ni el 24 de julio en la provincia de Santa Fe, ni el 7 de agosto en la provincia de Córdoba. Esos son, después de la provincia de Buenos Aires, los tres más importantes distritos del país.

Es cierto que en esos territorios no participa directamente Cristina en la elección, pero si allí la realidad le es adversa, caerá también el calificativo de imbatible que sus propagandistas le han adjudicado a la Presidenta.

¿Le alcanzará el entusiasmo de la militancia juvenil y una campaña intensa y agresiva para revertir un clima semejante? Los estrategas del cristinismo confían en que la bonanza económica que acompaña al Gobierno, la falta de una alternativa fuerte en la oposición y el vínculo que se estableció entre la sociedad y la viudez presidencial, se mantendrán hasta el 23 de octubre. Para eso faltan poco menos de cuatro meses. Un corto lapso o una eternidad, según como se mire.