Discos de platino
* Por J.F. Marguch. Entre 2000 y 2008, 9.582 evasores estadounidenses terminaron en la cárcel, donde cumplen penas efectivas de reclusión en condiciones más severas que las dispensadas a los delincuentes comunes.
Alemania reconoció oficialmente en la semana anterior que había pagado 3,5 millones de dólares por un DVD, y Suiza protestó oficialmente. En diciembre último, Francia compró también un disco, pagando una cifra millonaria y Suiza protestó oficialmente. Pero el disco quedó en París.
¿Qué lleva a gobiernos de la Unión Europea a poner en riesgo sus relaciones con Suiza, Liechtenstein y otros miniestados? El contenido de los discos: nada más y nada menos que las listas de quienes poseen cuentas no declaradas en bancos de los pequeños grandes paraísos fiscales del continente. Así como Alemania y Francia, varios otros países, entre ellos Austria, Bélgica, Holanda y el Reino Unido están interesados en comprar esos discos, sin importar que hayan sido grabados ilegalmente. Hace dos años, Alemania compró por siete millones de dólares información sobre contribuyentes que evadían impuestos y depositaban grandes sumas en bancos de Liechtenstein.
Los empleados bancarios con acceso a ultrasecretas bases de datos se han transformado, pues, en peligros potenciales para el secreto bancario. Todos los países están de acuerdo en que robar información bancaria es un delito, pero todos están también convencidos de que así pueden combatir mejor un delito más grave: la evasión fiscal y la consiguiente fuga de capitales.
Francia obtuvo la lista de más de 1.500 multimillonarios galos que tienen voluminosos depósitos en Suiza, mediante el simple recurso de pagarle una elevada suma a un empleado de la sucursal helvética del HSBC.
El ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, admitió que pagando esos 3,5 millones de dólares pudo accederse a datos confidenciales de centenares de evasores, lo que produjo un fenómeno sugestivo: más de tres mil de ellos se presentaron "espontáneamente" para declarar sus tenencias ilegales en el exterior. De esta forma, aunque se vean obligados a repatriarlos, las multas que tendrán que pagar siempre serán menores que las derivadas de una demanda oficial. La operación fue altamente rentable, pues se estima que a cambio de esos 3,5 millones de dólares gastados en un DVD ingresaron de inmediato en el erario alemán unos 500 millones de euros, y se estima que esa cifra se mantendrá y aun podrá crecer en los próximos años.
Despertar al monstruo. La actual crisis global está despertando a los países de su sopor fiscal. El auge del neoliberalismo instaló la nefasta idea de que la plutocracia no sólo no podía ser molestada con presiones e investigaciones impositivas, sino que debía ser estimulada con mayores desgravaciones para que realizaran inversiones generadoras de empleo y riqueza.
Una estúpida falacia, porque el dinero desgravado raramente se aplicó a emprendimientos productivos, porque fue orientado hacia la adquisición de bonos del Tesoro de los Estados Unidos o, como tardaron en descubrir, a fugar los capitales.
En Estados Unidos, en pleno auge de desgravaciones de las ganancias auspiciado por George W. Bush (600 mil millones de regalo a los más ricos), la plutocracia llegó a abominables extremos de insensibilidad e insolencia.
Así, la magnate Leona Helmsley, dueña de una cadena de hoteles de lujo en Estados Unidos y propietaria del Empire State, llegó a declarar: "Gente como nosotros no paga impuestos; sólo la plebe paga impuestos". En 1989, fue condenada a cuatro años de prisión por evasión, y para evitar la humillación de verse entre rejas ofreció donar todos sus hoteles para los sin techo. No se le aceptó tanta generosidad. Horrorizada por la perspectiva de verse obligada a vestir el uniforme carcelario en lugar de los trajes provistos por los grandes del diseño, pidió ser condenada a arresto domiciliario porque tenía más de 70 años de edad. Nada. Estuvo 18 meses en prisión (1993/1994) y al recobrar la libertad había unido a su quebranto moral el quebranto físico. Murió en 2007.
Preveía dejar su enorme fortuna (algo así como 5.000 millones de dólares) a los indigentes, pero después se arrepintió y cambió su testamento: eliminó a los indigentes y repartió su fortuna entre sus seres queridos, salvo dos de sus nietos que quedaron excluidos.
Su perrita maltesa blanca "Trouble" ("Problema") debía recibir 12 millones de dólares, pero intervino la Justicia y la dejó virtualmente en la indigencia, porque sólo le asignó... dos millones de dólares. Sus cuidadores gastaban unos 100 mil dólares al año, ocho mil en higiene y perfumes, 1.200 en comida y el resto en vigilancia las 24 horas del día, porque había recibido incontables amenazas de muerte al difundirse la última voluntad de la extravagante "Reina del mal".
Entre 2000 y 2008, 9.582 evasores estadounidenses terminaron en la cárcel, donde cumplen penas efectivas de reclusión de 30 meses en promedio en condiciones más severas que las dispensadas a los delincuentes comunes. Al ingresar en prisión, dejan de ser llamados por sus nombres y apellidos. Son un número. Cada vez que pasa frente a sus celdas un guardiacárcel, se ponen en posición de firmes y dan en voz alta sus señas de identidad y número de recluso. En el paseo diario, deben caminar por el patio en áreas delimitadas por líneas amarillas. Quienes las cruzan pueden ser ultimados por los guardias. Un funcionario de una de las cárceles de mayor seguridad explicó ese rigor: "Han mentido al pueblo americano".
Lástima que los Estados Unidos no actúan con la misma dureza contra La Cosa Nostra y los narcos, que marchan al frente de las legiones de evasores impunes, haciendo ondear banderas que recuerdan pasmosamente a las de los piratas.