Dime qué piensas y te diré qué tengo para venderte
Por Milagros Senders. Cuando la ideología se vende en el Shopping.
Los ideales son nobles casi por definición, ya que trascienden la individualidad y tienen un propósito universal. Quienes militan, lo hacen desde el discurso hasta poniendo el cuerpo por diferentes causas, se alinean con una filosofía de vida acorde con lo que profesan. Hoy existen muchísimas agrupaciones que luchan por objetivos dentro de los diversos campos sociales.
Personas que protegen el medio ambiente: derechos del animal, alimentación vegana, vida sin plástico, reutilizan, reciclan y reducen la basura; luchan por los bosques, contra las multinacionales que contaminan, y a favor de un consumo responsable.
Quienes luchan contra el capitalismo: entienden a este sistema como el principal depredador de los derechos humanos, ya que legitima la explotación de unos por otros. Una dinámica que perpetúa la desigualdad entre clases, y con ella la pobreza y el hambre.
Por otro lado, el movimiento feminista: mujeres cansadas de naturalizar desigualdades y aberraciones provenientes de una sociedad patrialcal tanto en el terreno laboral, como personal, social y legal. Se trata de erradicar nociones, conductas y discursos aprehendidos y replicados por inercia. Desde el acoso callejero hasta los femicidios, pasando por salarios inferiores, mandatos sociales, aborto clandestino y prejuicios de toda índole.
La crianza también genera su propio campo de batalla. Pedagogías alternativas enfrentan a la tradicional, con todo un quehacer detrás que modifica las prácticas y las costumbres. Se apunta a un niño con más capacidad de juego, menos exigido, respetado en sus tiempos, procesos e individualidad. Juguetes y prendas de materiales naturales, una alimentación sana y un equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu. Dentro de esta línea, también hay quienes se expresan en contra de las vacunas y de los antibióticos. Cuestionando todo el mecanismo de salud, poniendo en relieve el negocio de los laboratorios.
Los ideales atraviesan el entramado social, mueven y modifican las estructuras, consiguen objetivos y quedan plasmados en la historia. Pero el mercado es un espía que logra infiltrarse, capturar estos ideales y ponerles etiqueta. Se apropia, (quién mejor para ejecutar esta acción) de todo lo que vibra en las calles, lo industrializa, lo difunde con un buen slogan, le elige el mejor packaging, lo distribuye en góndolas y lo exhibe en gráficas, vidrieras y redes.
Juguetes de madera acopiados en las grandes cadenas de jugueterías; restaurantes “veggies” en los barrios más caros de Buenos Aires; pañuelos de diferentes colores e ideologías vendidos en el mismo puesto callejero; jardines de infantes con pedagogías inclusivas y cuotas exclusivas; centavos donados a fundaciones por los mismos supermercados que venden el sachet de leche a precio Premium; remeras con la cara de Che de la marca más vendida del Shopping; cremas, aceites y esencias naturales en catálogos muy bien diseñados; y maratones organizadas por la cadena más conocida de comidas rápidas en pos de una vida saludable. Son solo algunos ejemplos.
El mercado se mete, se aprovecha del ideal y le quita credibilidad. Porque si analizamos, cualquiera de estas fuerzas tienen en común un cuestionamiento al sistema económico establecido. Todos los aspectos sociales están condicionados desde lo comercial. La lógica es la siguiente: surge un movimiento social con un discurso potente cuestionando el statu quo y exigiendo una modificación. El mercado lo toma, se nutre y lo convierte en oferta. Reduce a esas personas empoderadas y con convicciones claras a un mero target publicitario. ¿Cómo combatir a este gigante que deglute ideologías y las vomita hechas merchandising? En principio, con consciencia de consumo real, con coherencia en las elecciones, con registro y sensibilidad. La ideología se transmite a través de las personas, si lo hace por medio de una mercancía, responde a un sistema aun mayor que generalmente contradice estos ideales. Los ideales no se compran. Seamos propietarios de nuestros pensamientos, defendamos nuestra posición y hagamos nuestros propios símbolos.
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