Dilma y los fabricantes de mentiras
*Por Demetrio Iramain. Aguar los acuerdos de cooperación estratégica firmados entre Brasil y Argentina con especulaciones mediáticas sobre una posible devaluación del real, desentona. Y se nota.
La política no es una ciencia exacta. Suele ser tan dura como la física cuántica, pero los parámetros para medirla, la multiplicidad de variables que comprende, los intereses contrapuestos en pugna, la vuelven difícil de objetivar. Es peliagudo ponerse de acuerdo en la ecuación que determine cuál es la verdad en política.
Perón decía que la única verdad era la realidad; pero otros afirman, con razón, que la realidad es una construcción, en la que intervienen surtidos factores que no entran en ese fetiche de las sociedades capitalistas, "la verdad" según la cuenta "el periodismo independiente". La realidad es también lo que no sucede todavía. Hasta las ciencias más duras, que siguen rigurosos métodos científicos para determinar sus conocimientos, se permiten relativizar sus "verdades".
Una verdad lo será hasta que otra no demuestre que aquella estaba equivocada. Marx lo resolvió bien: le dio carácter científico a sus estudios sobre la sociedad capitalista post Revolución Industrial, pero no se privó de proponer un plan político, el Manifiesto Comunista, para acabar con las injusticias que él halló en ese sistema de organización social.
En otras palabras, en política uno elige dónde poner el acento. El actor político tiene derecho a hacer valer su subjetividad. Pero una esdrújula no podrá ser nunca grave, ni al revés.
La visita oficial de Dilma Rousseff a la Argentina difícilmente pueda ser ninguneada a la manera de los comentaristas de los medios hegemónicos. En verdad, podrá serlo, de hecho sucede; pero resultará muy arduo dotar al comentario de verisimilitud.
Disimular la trascendencia del primer viaje oficial de la presidenta del país más importante de la región, contraponiéndola a la decisión de Obama de no venir a la Argentina, es una desmesura propia de la libertad de prensa a la manera que la entienden los empresarios que lucran con el Derecho Dumano a la información pública, veraz, clara y concreta. Aquí y allá y en todas partes. No les alcanza que el Estado norteamericano haya explicado que sus presidentes no visitan oficialmente países que se encuentran transitando procesos electorales, como el nuestro.
"Dale que va", dicen nuestros opinadores devenidos en estrategas de campaña de la oposición, de la que sus dirigentes, entrampados en múltiples rencillas, adolecen.
Querer aguar los acuerdos de cooperación estratégica firmados entre Brasil y la Argentina con especulaciones mediáticas sobre una posible devaluación del real, desentona. Y se nota.
Como se nota y todos dan cuenta de ello, que Lula jugó muy fuerte en contra del golpe de Estado en Honduras, que también condenó drásticamente la Argentina, mientras no sucedió lo mismo con el gobierno estadounidense, país que tiene en esa nación centroamericana una importante base militar. Mientras Brasil daba asilo en su embajada a Manuel Zelaya, la administración Demócrata, desilusionando a muchos, terminó convalidando el espurio proceso electoral que legalizó el golpe de estado en Honduras.
Brasil y la Argentina, las dos mayores naciones de Sudamérica, hace varios años que transitan su integración. La estructuran, además, siguiendo el pulso de toda la región latinoamericana. El proceso no es nuevo. Se recordará, por caso, cuando Lula da Silva y Néstor Kirchner anunciaron, con pocas horas de diferencia, que cada país cancelaría la totalidad de sus compromisos de pago con el FMI como modo de desendeudarse con el organismo.
El gesto de la mandataria brasileña de venir a la Argentina en su primer viaje oficial al exterior, quizás esté anunciando la profundización de esa sincronía entre ambas naciones.
El encuentro con las Madres, el comentario de Dilma en su discurso en la Casa Rosada sobre las viviendas de la Misión Sueños Compartidos y su evidente empatía con los pañuelos blancos, son sintomáticos del perfil que lenta, pero inexorablemente, está tomando un continente cuyas dos mayores economías se referencian en el mensaje antiimperialista e integrador de los pueblos latinoamericanos, de las Madres de Plaza de Mayo.
Dilma Rousseff estuvo pocas horas en el país. Las suficientes para ponerles la tapa a los teóricos del "aislamiento argentino".