Dilemas de la crisis
*Por Robert Samuelson. "Estamos de vuelta en una zona de peligro", expresa un alto economista del Fondo Monetario Internacional. Aunque minimiza el problema, capta la paradoja central de la reunión anual de este año del FMI y del Banco Mundial.
Todos están alarmados ante el veloz deterioro del panorama económico, pero no hay liderazgo, no hay consenso sobre qué hacer o, incluso cuando hay un acuerdo rudimentario, hay poca convicción de que habrá políticas prácticas que permitan actuar. Existe un peligroso vacío de ideas y de poder.
China tiene el dinero para convertirse en principal banquero de Europa. Pero EE UU y Europa no quieren llamar a China, y parece que los chinos tampoco quieren que los llamen
En realidad, lo que debe hacerse no es confuso. Europa es ahora el punto principal de la inquietud mundial. La mayoría de sus países más importantes están profundamente endeudados. La economía se ha desacelerado a un ritmo de tortuga; el último pronóstico del FMI (quizás optimista) coloca el crecimiento del año próximo en alrededor de un 1 por ciento. Los bancos se ven amenazados por estar expuestos a bonos gubernamentales en depreciación. Lo que se cierne es un círculo vicioso: El crecimiento más lento dificulta el recorte de los déficits presupuestarios; eso causa que los inversores se deshagan de los bonos gubernamentales europeos; las tasas de interés se elevan, los bancos se debilitan y la economía empeora.
UN CAMINO
Una manera posible de quebrar este ciclo sería crear una nueva estructura de préstamo global, que comprara la deuda europea y, en ese proceso, alargara los vencimientos y cobrara tasas de interés modestas (no impulsadas por el pánico). Esto daría tiempo a Europa para realizar cambios graduales -reducción de gastos, incrementos fiscales- a fin de poner los presupuestos bajo control.
Llamémoslo "salvataje", "rescate" o "refinanciamiento". Cualquiera sea la etiqueta, probablemente no funcionaría sin China. China tiene, efectivamente, el dinero para convertirse en principal banquero de Europa. Sus reservas de moneda extranjera suman 3,2 billones de dólares y están creciendo en cientos de miles de millones de dólares al año. Pero Estados Unidos y Europa no quieren llamar a China, y parece que los chinos tampoco quieren que los llamen. El resultado: la parálisis.
Es fácil comprender por qué. Los norteamericanos y los europeos no quieren ceder poder a China, cuyos objetivos son sospechosos. China podría buscar un nuevo orden mundial basado en sus propios intereses, para deshacerse del sistema existente de "comercio abierto, basado en reglas", escribe el economista Arvind Subramanian en su libro "Eclipse". La participación de China probablemente desencadenaría una airada protesta en Estados Unidos y en Europa, con consecuencias impredecibles. En forma similar, China aparentemente desdeña las decisiones que enfrentaría. ¿Cuán estricta sería en los préstamos? ¿Cómo encararía las pérdidas?
La parálisis política se encuentra con la falta de dirección económica. Estamos coqueteando con una nueva recesión mundial, impulsada por crisis en Europa y Estados Unidos. Con 44 millones de desempleados en países avanzados, las implicancias sociales y políticas son aterradoras. Peor aún, una nueva recesión podría crecer hasta convertirse en un bajón aún más profundo y largo.
OTRA OPCION
La alternativa es que Europa se las arregle. Aunque posibles, las probabilidades parecen cada vez menores. La suposición de los europeos de que pueden manejar sus problemas de deuda tiene un tufillo a expresión de deseos.
Hay demasiada deuda. En la primavera de 2010, las tasas de interés exigidas por los mercados financieros indicaron que se consideraba de alto riesgo sólo alrededor del 5 por ciento de la deuda de la zona del euro, expresa el FMI. Eso representaba sólo Grecia. Para fines del verano de 2011, la porción considerada riesgosa era el 46 por ciento e incluía Irlanda, Portugal, España, Italia y Bélgica. Si los mercados financieros agregaran a Francia a este grupo -una posibilidad- la porción de deuda amenazada se elevaría a un 66 por ciento.
del euro (las 17 naciones que utilizan esa moneda) pueda rescatar a todos los miembros débiles, en parte porque los países "fuertes" también tienen elevada deuda. Todos conocemos las deudas de Grecia, Italia e Irlanda, que son, respectivamente, 166 por ciento, 121 por ciento y 109 por ciento de su producción anual (producto bruto interno). Es menos conocido que la deuda de Alemania representa el 83 por ciento de su PBI y la de Francia, el 87 por ciento. (Los norteamericanos deben guardarse su suficiencia. La deuda de Estados Unidos -utilizando supuestos similares- representa el 100 por ciento del PBI).
INTERROGANTES
Europa es rehén de los mercados financieros porque el vencimiento de los préstamos y los déficits actuales significan que muchos países deberán pedir prestadas enormes cantidades de dinero, regularmente. Ya, Grecia, Irlanda y Portugal han sido excluidos de los mercados privados; las entidades crediticias exigieron tasas de interés aplastantes. Ese destino podría esperar a otros. Algunos países enfrentan asombrosas necesidades de préstamos para 2012. El FMI estima que Italia requerirá nuevos préstamos equivalentes a un cuarto de su PBI; para España y Francia, la cantidad es alrededor de un quinto del PBI.
Europa está apresada en una tenaza económica: el asedio de un crecimiento lento por un lado; mercados financieros volubles, por el otro. Una solución obvia -la opción China- parece prohibida por la geopolítica. Hay precedentes. Los historiadores echan la culpa de la severidad de la Gran Depresión en parte a una cooperación internacional deficiente. El economista Charles Kindleberger encontró un vacío de poder: Gran Bretaña, el viejo líder económico, ya no podía liderar solo; y Estados Unidos -su reemplazo- no estaba preparado para ayudar. ¿Existe un paralelo, hoy, entre Estados Unidos y China? ¿Estamos repitiendo los errores de los años 30? Preguntas inquietantes.