Difícil integración
Los conflictos de intercambio comercial con Brasil sólo se atenuarán cuando se avance hacia una efectiva integración, capaz de neutralizar las presiones corporativas y las necesidades políticas.
El Mercado Común del Sur (Mercosur) puede ser un excelente espacio de integración de sus países miembro, en especial de sus dos principales referentes: Argentina y Brasil.
Sin embargo, el intercambio binacional entre ambos está demostrando, cada vez con mayor fuerza, que son más los conflictos que las armonías. Las políticas de libre circulación de las mercancías se reducen, salvo algunos rubros, mientras que muchos otros quedan expuestos a medidas unilaterales de proteccionismo y represalias. Prueba de ello son los acuerdos alcanzados para congelar los problemas creados por la torrencial irrupción de varias industrias brasileñas, entre ellas la del calzado, textiles y la de línea blanca de electrodomésticos.
Se une a las dificultades de conciliación la espada de Damocles de las paridades cambiarias. Mientras la Argentina ofrece una perspectiva de relativa estabilidad, con una divisa subvaluada, Brasil afronta un problema diametralmente opuesto y con un horizonte de decisión de creciente urgencia; es decir, la fortaleza del real.
En teoría, esas asimetrías cambiarias favorecen a nuestro país, pero no es así: la Argentina padece un déficit comercial superior a los cuatro mil millones de dólares. De hecho, el portentoso crecimiento brasileño de los últimos años se produjo con su moneda sobrevaluada, lo que representa una refutación del controvertido principio de que una divisa subvaluada favorece las exportaciones y obra como barrera arancelaria.
El problema planteado actualmente en el intercambio de automóviles, y por extensión en otros sectores (el acuerdo sobre el calzado vence el 30 de junio próximo), es un nuevo frente de conflicto que, por cierto, tendrá más temprano que tarde una solución. Precaria como varias otras practicadas en el pasado. No es fácil mantener un equilibrio, sobre todo si se considera que en el primer cuatrimestre de este año la Argentina produjo 231.918 vehículos, en un mercado altamente tonificado (con una suba de 27,8 por ciento en relación con 2010), mientras que en igual período, de las líneas de montaje del Brasil salieron 1,1 millón de unidades, récord para los primeros cuatro meses del año. Hay allí un problema de escala. Nuestras terminales exportaron 142.773 unidades; más del 80 por ciento fue a Brasil.
Los funcionarios de segundo orden que aparecieron en la disputa comercial no se privaron de intercambiar acusaciones y reproches, además de anunciar eventuales represalias, todo alimentado por la interna política que viven las respectivas gestiones de Cristina Fernández y Dilma Rousseff. Quizá la sangre no llegue al río, como ya sucedió en otras ocasiones, pero ambos países debieran darse de manera definitiva un protocolo de rápida solución de controversias, para evitar que un acuerdo tan trascendente esté sujeto a los humores presidenciales o de funcionarios de segundo orden.