Diez años después, 150 sobrevivientes siguen con tratamientos
Algunos se atienden en hospitales privados, unos pocos en los estatales y algunos otros ni siquiera van al médico por razones económicas.
Ya pasaron diez años de la tragedia de Cromañón, pero todavía hay personas que no pueden terminar de cerrar esa herida: 150 sobrevivientes aún requieren asistencia psicológica. El sistema gratuito que ofrece el gobierno de la Ciudad no alcanza a brindarle atención a todos. Algunos se atienden en centros privados y son muchos los que ni siquiera van al médico por motivos netamente económicos.
"El 60 por ciento de los sobrevivientes vive en Provincia y la ley no está articulada con ese distrito para que tengamos atención. Muchos no pueden ir al médico por las distancias. Y siguen un tratamiento sólo cuando pueden pagar algo privado. No queremos que más sobrevivientes se quiten la vida", comenta Luciano, sobreviviente.
Paula Glancszpigel tiene 27 años y estuvo aquella noche en el boliche. "Se cortó la luz en los pabellones de Ciudad Universitaria, donde estaba cursando. Empezamos a caminar a oscuras por los pasillos y algunas puertas de emergencia estaban cerradas. Yo sentía la necesidad de sacar la cabeza por una ventana. No soportaba la oscuridad", cuenta.
Facundo, de 31, cuenta cómo es un vida post tragedia. "Tengo una hija de tres años. A la noche, si no confirmo que está respirando, no puedo dormir. Está el temor de que vuelva a pasar algo. Cuando llega diciembre se repiten palabras como Cromañón, Chabán, Callejeros, bengala, pero pocos se preocupan por saber de nosotros", expresa.
"El 60 por ciento de los sobrevivientes vive en Provincia y la ley no está articulada con ese distrito para que tengamos atención. Muchos no pueden ir al médico por las distancias. Y siguen un tratamiento sólo cuando pueden pagar algo privado. No queremos que más sobrevivientes se quiten la vida", comenta Luciano, sobreviviente.
Paula Glancszpigel tiene 27 años y estuvo aquella noche en el boliche. "Se cortó la luz en los pabellones de Ciudad Universitaria, donde estaba cursando. Empezamos a caminar a oscuras por los pasillos y algunas puertas de emergencia estaban cerradas. Yo sentía la necesidad de sacar la cabeza por una ventana. No soportaba la oscuridad", cuenta.
Facundo, de 31, cuenta cómo es un vida post tragedia. "Tengo una hija de tres años. A la noche, si no confirmo que está respirando, no puedo dormir. Está el temor de que vuelva a pasar algo. Cuando llega diciembre se repiten palabras como Cromañón, Chabán, Callejeros, bengala, pero pocos se preocupan por saber de nosotros", expresa.