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Día de encuentro

Las recientes medidas del Gobierno no apuntan a alentar la paz entre los argentinos. Todo lo contrario. Navidad debería ser el tiempo adecuado para reflexionar y corregir el rumbo equivocado.

Por estas horas, la comunidad cristiana se apresta a celebrar el nacimiento de Jesucristo, quien, según este credo, es hijo de Dios. Más allá de la festividad religiosa y de la celebración ecuménica, esta fecha es motivo de invocación a la paz en todo el mundo y al reencuentro más cálido con familiares y amigos.

Esta fiesta no puede ser una más en la Argentina, donde se viven momentos de división entre sectores sociales, fundada en el resentimiento que provoca la ampliación de la brecha entre los más ricos y los más pobres, el enfrentamiento entre el sector sindical más duro y la presidenta Cristina Fernández, y por gestos que evidencian un espíritu revanchista, alentado desde las más altas esferas del Gobierno nacional.

No es posible celebrar esta verdadera fiesta de la paz con los ánimos crispados y el espíritu de la revancha y la destrucción del que piensa distinto, más allá del ropaje de palabras de ocasión. Es imperioso serenar los espíritus.

Por otra parte, no es posible hablar de paz en la Argentina si no existe una auténtica justicia social, o al menos se intenta avanzar de manera decidida hacia ese objetivo. Tampoco alcanza la proclamación de realidades que no son ciertas más allá de ampulosos discursos o escenográficos atriles de "la verdad".

Para caminar con decisión hacia una auténtica justicia social, no es suficiente demonizar a ciertos sectores económicos –el campo, las grandes industrias, los supuestos "monopolios"–, sino imponer con hechos concretos una más justa distribución de la riqueza. Para esto es necesario que quienes ejerzan lícitamente una actividad paguen el Impuesto a las Ganancias con la carga tributaria que les corresponda, eximiendo a los asalariados, por caso, del "impuesto al trabajo" que supone el actual tributo, al no ser actualizados los montos mínimos no imponibles.

Tampoco es justo que los sectores vulnerables carguen con el peso impositivo que supone una alícuota del 21 por ciento en el impuesto al Valor Agregado sobre los alimentos. En los dos casos, es más fácil cazar en el zoológico que avanzar en una auténtica reforma tributaria.

Los ánimos de revancha contra el campo y los sindicatos rebeldes, al igual que con los medios de comunicación independientes, están ocultos en las leyes recientemente sancionadas por el Congreso –tenencia de la tierra, estatuto del peón rural y regulación del mercado de papel de diario–, que esconden la intención de castigar a la oposición y de silenciar la libertad de prensa. La revancha y el resentimiento son componentes históricos de los fracasos de los gobiernos.

El espíritu de las recientes medidas del Gobierno no va en la dirección de alentar la paz y la justicia entre los argentinos. Todo lo contrario. La celebración de la Navidad debería ser, entonces, el tiempo adecuado para reflexionar y efectuar las correcciones a un rumbo equivocado.