Devociones populares argentinas: de la muerte al milagro
El fenómeno de las canonizaciones populares en nuestro país trasciende fronteras, acerca grietas y acumula millones de seguidores.
Los protagonistas de estas historias tienen en común que se les atribuyen poderes extraordinarios. Pueden conceder deseos, realizar milagros, otorgar ayuda o salud y también castigan cuando no son recompensados. En simples palabras: pueden intervenir y cambiar la suerte de los mortales.
Pancho Sierra
Investigando en la Confederación Espiritista Argentina, pudimos averiguar muchísimos detalles de este gaucho que hacia milagros. Pancho Sierra, como cariñosamente se lo conoce, nació en la ciudad de Salto, Provincia de Buenos Aires, el 21 de abril de 1831. Sus padres don Francisco Sierra y de doña Raimunda Ulloa eran acaudalados estancieros. Fue allí, en el campo, donde encontró la energía de la naturaleza, manifestación divina, para su crecimiento espiritual y para su obra de servicio al prójimo. Cuando leyó y adoptó como libro de cabecera el “Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, lo recomendó a todos sus conocidos y aquellos que pedían sus sanaciones. Se vendieron más ejemplares que en ningún otro lugar de la provincia y más que el famoso “Martín Fierro” de José Hernández. Cuando iba a la capital, Buenos Aires, frecuentaba la Sociedad Espírita “Constancia”, la primera fundada en esa ciudad, y mantenía contacto con hombres ilustres de la época, como Cosme Mariño y el ingeniero Rafael Hernández (hermano del autor de “Martín Fierro”). Era socio de esa Sociedad Espírita. Allí conversaba y cambiaba ideas con los hombres del Espiritismo argentino, que veían en él a un gran sanador espiritual. Fue un gran divulgador de la doctrina de la Buena Nueva. Se comunicaba con facilidad con el Mundo Invisible y se sentía unificado con la Naturaleza. Todo deviene de Dios y por lo tanto, todo está interconectado con todo y con todos. Él era uno más en la gran cadena de almas que formamos la gran familia universal. Se lo conoció como un “médium curador”, de los más famosos de su tiempo. La gente acudía por centenas a su estancia, haciendo largas filas, esperando una palabra amiga o una cura, que él siempre estaba dispuesto a practicar, en nombre de Jesús. Sus métodos de cura eran simples: solamente los pases y el agua fluidificada y, a veces, la sugestión de su palabra segura, firme y amigable. Asimismo, en otras oportunidades, usaba la imposición de manos. Hay una anécdota famosa de sus curas: Un día llegó un hombre en una carreta para pedir una cura, tenía las piernas paralizadas. Don Pancho, sentado a la puerta de su casa, tomando mate, lo vio llegar y le gritó: “¡Bájese, amigo!”. Todos lo miraron asombrados, ya que sabían que el hombre era paralítico. Pancho volvió a gritar: “¿A qué lo han traído? ¿A que lo cure? Entonces, ¡obedezca!” El hombre estaba asustado y lo miraba sin pestañar. Pancho lo alentó con palabras cariñosas pero seguras, y volvió a decirle que debía ir caminando hasta él. En un enorme esfuerzo, el hombre logró ponerse de pie y, como pudo, empezó a dar unos pasos. “¿Vieron?, dijo Pancho, ¡Ya está curado en nombre de Dios!”. Pancho Sierra no solo curaba a personas sino a todos los animales que se le acercaban. Entendía que el amor no tiene fronteras ni nombres propios. Su amor se extendía a todo ser viviente. Era común ver a los paisanos llevando a sus vacas, caballos, perros o gatos enfermos, y hacer largas filas esperando la mano amiga que los sanaría. Don Pancho se comunicaba con el espíritu de los animales, hablándoles del amor de Dios y los hacía volver al estado de equilibrio, que es la salud. Lo llamaban el “doctor del agua fría” por ser éste su método preferido de cura. Sacaba el agua que fluidificaba del aljibe, frente a la casa.
Difunta Correa
Cuenta la historia y la leyenda que cuando su marido fue tomado prisionero en medio de los conflictos entre unitarios y federales, Deolinda Correa con su pequeño hijo en brazos partió en su búsqueda bajo el calcinante sol de la "travesía sanjuanina" (como denomina a este desierto Domingo F. Sarmiento en su obra Recuerdos de Provincia). Pero la sed y el cansancio pudieron más que su voluntad, y murió en las cercanías de Caucete. Dicen que antes de morir invoca a Dios para que salve a su pequeño hijo. Y el milagro se produjo. Tres días después, unos arrieros atraídos por el llanto de un niño descubren el cadáver de Deolinda y al pequeño alimentándose de los pechos milagrosamente vivos. Los hombres le dieron sepultura y se llevaron al niño. Años más tarde, otros arrieros que estaban buscando infructuosamente unos animales perdidos, al ver la tumba imploraron su ayuda y la Difunta respondió al pedido. Así comienza un culto que lleva casi 160 años y que continúa creciendo.
Gauchito Gil
Existen diferentes versiones acerca de la época y el motivo de su muerte. Se sabe que fue durante el siglo XIX, algunos sitúan estos hechos en 1890, para otros ocurrieron entre 1840 y 1848. Todos coinciden que su muerte aconteció el 8 de enero, que ocurrió en medio de las constantes luchas fratricidas entre los Liberales (o Celestes) y los Autonomistas (o Colorados), que el Gauchito era inocente y que fue muerto injustamente. Era oriundo de la zona de Pay-Ubre, hoy Mercedes, Corrientes. Había sido tomado prisionero por el Coronel Zalazar acusado injustamente de desertor y cobarde. Fue trasladado a Mercedes y de allí sería enviado a Goya donde se encontraban los tribunales. Era sabido que los prisioneros que tenían ese destino jamás llegaban a Goya, siempre "habían intentado escapar en el camino, se producía un tiroteo y el preso irremediablemente moría". El pueblo se entera de la prisión de Gil y se moviliza buscando apoyo en el Coronel Velázquez, quien junta una serie de firmas y se presenta ante Zalazar para interceder. Este hace una nota dejando al Gauchito en libertad que fue remitida a Mercedes pero ya había sido llevado hacia los tribunales. La tropa integrada por el prisionero, un sargento y tres soldados se detiene en un cruce de caminos. El Gauchito sabía que lo iban a ajusticiar y le dice al sargento: "no me matés porque la orden de perdón viene en camino" a lo que el soldado replica "De esta no te salvás". Antonio Gil le responde que sabía que finalmente lo iban a degollar pero que cuando el regresara a Mercedes le iban a informar que su hijo se estaba muriendo y como él iba a derramar sangre inocente que lo invocara para que él intercediera ante Dios por la vida de su hijo. Era sabido que la sangre de inocentes servía para hacer milagros. El sargento se burló y lo ejecutó. Con respecto a la forma de morir existen varias versiones: 1) Lo ataron a un poste o un árbol y le dispararon con armas de fuego pero ninguna de esas balas entró en el cuerpo ya que la creencia popular dice que quien lleva el amuleto de San la Muerte no le entran las balas y se supone que el Gauchito era devoto del "Santito". Entonces el sargento ordenó que le colgaran de los pies y allí lo degolló. 2) Murió luego de varios intentos de disparos con armas, porque una bala finalmente entró en el corazón. 3) Fue colgado de un algarrobo, cabeza abajo y luego degollado, porque tenía el poder de hipnotizar a las personas "con sólo mirarlas a los ojos". La partida volvió a Mercedes y allí el sargento se entera del perdón y, recordando las últimas palabras del Gauchito, se dirigió a su casa donde entera que su pequeño hijo está muy grave, con fiebre altísima y el médico lo había desahuciado. Entonces se arrodilla y le pide al Gauchito que interceda ante Dios para salvar la vida de su hijo. Al llegar la madrugada el milagro se había hecho y el niño se había salvado. Entonces el sargento construyó con sus propias manos una cruz con ramas de ñandubay, la cargó sobre sus hombres y la llevó al lugar donde había matado al gauchito. Colocó la cruz, pidió perdón y agradeció.
San La Muerte
San La Muerte, o Señor de la Buena Muerte, es un santo pagano del norte argentino. Se piensa que se originó en la región de Corrientes, en un pueblo llamado Santa Ana de las Guacarás. Sus leyendas están ligadas a los indígenas locales y a los jesuitas que llegaron a cristianizar la región. Hay varias historias que intentan explicar el origen de este santo argentino pagano. Una de ellas explica que cuando los padres jesuitas se vieron obligados a dejar la región después de haber sido expulsados por Carlos III de España, los indígenas se llevaron de la iglesia un tríptico que mostraba en uno de sus paneles a la personificación de la muerte. Los indígenas continuaron los cultos católicos mezclados con sus propias prácticas y de ahí surgió el culto a San La Muerte. Otras leyendas se refieren al origen de San La Muerte como un monje jesuita o como un joven hijo de un cacique. En algunos casos se ha sincretizado con Jesucristo, como el Señor de la Humildad y la Paciencia. Esta asociación se basó en una estatua dejada por los jesuitas que presenta a Jesucristo sentado con la barbilla apoyada en las manos y dos codos apoyados en rodillas, el mismo gesto con que muchas veces se representa a San La Muerte.
El bebe del milagro
En el cementerio de Estación Juárez Celman, una población ubicada a 17 kilómetros al norte de Córdoba capital, se encuentra la tumba del "Niño de los Juguetes". Se trata del descanso eterno de un pequeño que nació muerto y al que se lo venera como un santo milagroso. Según la leyenda oral, "los devotos llegan desde diversos puntos del país. Vienen cargados de juguetes que dejan en canastos junto a una oración o una carta en la que suplican ayuda al angelito allí enterrado. Los relatos de milagros cumplidos se entrecruzan con las versiones de los que aseguran que allí, por las noches, pasan cosas extrañas". La tumba del niño está pintada de blanco, rodeada de juguetes que desbordan los cuatros canastos donados por una persona que presuntamente se benefició de un milagro del niño muerto. La tumba también tiene unos zócalos con flores amarillas y una capillita donde se ve una carta y la foto del bebé desteñida por el agua de las lluvias.
Fuentes Consultadas:
MARIÑO, Cosme. “El Espiritismo en la Argentina”
MARIOTTI, Humberto. “Pancho Sierra y el Porvenir de la Medicina”.
SCHULTE, Etel. “Fluidoterapia o vibraciones terapéuticas”.
Confederación Espiritista Argentina
Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA
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