Deseos y riesgos del año electoral
*Por Osvaldo Pepe. El primer deseo que asoma en el horizonte de este año electoral es que la política no se viva entre los argentinos como un juego de suma cero , en el cual el que gana se queda con el país como si fuera un botín propio , y el que pierde deambula errante, sin espacio para su aporte crítico.
Y entonces juega al juego del "palo en la rueda" o al "me opongo a todo" . Que la política sea lo que debe ser, una sucesión de disensos y acuerdos, donde gobierno y oposición tendrán una parte de las decisiones y una parte de las responsabilidades. Que el año de disputa electoral no devenga en una brutal confrontación a cualquier precio. Se pide perdón anticipado por la ingenuidad: nuestras disculpas por creer más en Platón y en Aristóteles que en Maquiavelo y Luis XIV.
En su clásica obra "El hombre político" , el sociólogo estadounidense Seymour Martin Lipset sostiene que los procesos electorales son la sublimación de las pujas distributivas de los distintos actores y grupos sociales a través de las urnas. Nos dice que si el conflicto es parte natural de la vida social, el voto es el modo de resolver en términos democráticos esa alta conflictividad de las sociedades modernas.
Una de las flaquezas nacionales, que el Gobierno enarbola como si fuese un acierto, es que la política es asumida sólo desde una dimensión agonal (de competencia perpetua) y no como un ciclo arquitectónico, de construcción gradual y sistemática desde el aparato estatal. Desde que en 2008 el kirchnerismo eligió al campo como enemigo, luego reemplazado por los medios, en particular Clarín , y finalmente por la oposición, la sociedad ha vivido sin respiros. Una tregua en 2011, año de renovación presidencial, es casi un quimera.
Pero también, un desafío . Gobierno y oposición tienen la palabra. Perdón a los Maquiavelo y herederos. Disculpas a los Luis XIV y los suyos.