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Desde 1631 a 2011, los golpes boqueteros que hicieron historia

*Por Camila Brailovsky. La banda que saqueó las cajas de seguridad del Banco Provincia el lunes pasado usó nueva tecnología, pero métodos que ya habían sido empleados en el siglo XVII.

El mérito de la audacia se lo tienen ganado; el de la inteligencia y, quizás, el de la paciencia, también. Pero si hay algo de lo que los ladrones del Banco Provincia de Belgrano –que hace una semana vaciaron 141 cajas de seguridad tras acceder a la bóveda por un túnel de 30 metros– no pueden ufanarse, es de haber elegido un camino original para encontrarse con un botín que, sin dudas, fue millonario.

Ya en 1631, la modalidad del “boquete” hizo su entrada para instalarse en el mundo del hampa. Fue cuando dos hombres robaron de la oficina de la Contaduría del fuerte porteño 9.477 pesos tras realizar un boquete en la pared. Allí, donde hoy se emplaza la Casa Rosada, se encontraba nada menos que parte de las arcas del rey de España. “El 16 de septiembre dos hombres treparon por el muro sur del fuerte y perforaron la pared de la oficina de la Contaduría”, cuenta el periodista e historiador Daniel Balmaceda. “Pasaron dos semanas hasta que dieron con los culpables. Fueron condenados a la horca pero, de los 9.477 pesos robados, 2.457 jamás aparecieron”. Ese fue el primer gran “golpe de boqueteros” que, según recuerda el arqueólogo urbano Daniel Schávelzon, fue cometido por “un hidalgo chileno y su sirviente cuando la Ciudad era apenas unas pocas manzanas de casas de barro”. El préstamo. En febrero de 1821, cuando el Cabildo porteño era la sede gubernamental de la Provincia de Buenos Aires, otra vez los “boqueteros” fueron noticia. Esta vez el blanco había sido el mismísimo Cabildo.

Durante la noche, y sin que nadie viera nada, un grupo de hombres perforó la pared norte, que comunicaba con las oficinas, y se llevaron 4.200 pesos y una medalla de oro destinada a Antonio Machado Carvalho, a quien iban a reconocer por haber traído la vacuna contra la viruela. “Entonces se detuvo a cinco empleados pero, como el trabajo se acumulaba y no había pruebas de que los comprometieran, fueron liberados una semana después”, recuerda Balmaceda. Destinada a convertirse en la trama cinematográfica ideal, esta historia tenía preparado todavía un giro. Seis meses después, un sacerdote se presentaría en el Cabildo con dos mil pesos. Aseguró que eran enviados por uno de sus fieles, que “devolvía lo que había tomado prestado” y se fue. Del resto del dinero nunca se supo nada.

De los autores del robo y de la medalla de Carvalho, tampoco. Siglo nuevo, al modo viejo. Ya en 1912 y cuando casi cualquier comercio del centro de Buenos Aires se convertía en un prometedor botín para los delincuentes, un grupo de hombres ideó un plan para atacar una joyería en Florida y Bartolomé Mitre, a la que llegarían tras hacer dos boquetes. A última hora de un viernes de enero, dos hombres ingresaron a una librería a dos locales del blanco elegido y aprovecharon el fin de semana para tirar abajo las paredes que los separaban de la suculenta recompensa. También en este caso huyeron victoriosos.

Pero un mes más tarde y siguiendo la ruta de las joyas, fueron detenidos. Antes de que en 1976 un “golpe boquetero” al Banco Galicia del Parque San Martín se convirtiera en la alternativa a entrar a un banco a punta de pistola, cavar un agujero bajo tierra para atravesar un muro fue también, y por sobre todas las cosas, el mejor medio para huir. Y así lo leyeron 15 presos de la Penitencia Nacional –hoy, el Parque Las Heras– que en agosto de 1923 planearon y concretaron una fuga cavando un túnel hacia la libertad. “El rey del boquete”. Pero el que seguramente inspiró a muchos de los que años más tarde llenarían páginas y páginas de policiales de los diarios nacionales, fue el golpe que el 7 de agosto de 1976 perpetraron contra el Banco Galicia ubicado frente a la Plaza San Martín del centro porteño, los uruguayos Claudio y José Silva Silva junto a Vicente Zurita y Manuel Díaz Cuello.

Los hombres, que ingresaron a la sucursal gracias a que uno de los hermanos Silva Silva trabajaba en el banco, hicieron un boquete en el piso de acero y cemento y accedieron a las cajas de seguridad, de las que saquearon 95. El plan habría resultado un éxito de no ser porque se confiaron y comenzaron a gastar más de lo que el bajo perfil requiere. Así, uno a uno, los cuatro autores del golpe que inauguró la saga comenzaron a caer. El botín, juraron las autoridades de entonces, fue completamente recuperado. A diferencia de todos los que le siguieron.