Demagogia para todos
Detrás del plan Carne para Todos, se esconden maniobras intervencionistas contrarias a la transparencia del mercado.
Con una profusa campaña de marketing político, plagada de consignas demagógicas y populistas, el gobierno nacional relanzó el plan Carne para Todos, que junto con otros programas semejantes procura brindar a la población alimentos básicos a precios dos o tres veces inferiores a los de mercado.
El citado plan, que fue anunciado por la propia presidenta de la Nación, consiste en la venta itinerante mediante camiones frigoríficos -inicialmente, en la zona de La Matanza- de unos 10.000 kilos diarios de carne.
Se trata de una cifra que abastecerá a menos del 0,2 por ciento del mercado, puesto que por día se consumen en la Argentina aproximadamente 6,5 millones de kilos. Razón por la cual, más que de Carne para Todos habría que hablar de "Carne para unos pocos y demagogia para todos".
El Mercado Central de Buenos Aires es el otro eslabón del plan de abaratamiento de precios del gobierno nacional. Allí, los consumidores hacen largas filas para adquirir pan a 2,50 pesos el kilo; filet de merluza congelado a 12,50 pesos; asado, a 10,50 pesos; milanesas, a 21 pesos, y distintas frutas, verduras, fiambres y lácteos a la mitad o a la tercera parte de su valor en comercios minoristas.
Tal como lo ha documentado La Nacion días atrás, el primer engaño tiene que ver con la calidad de los productos en oferta, habitualmente muy inferior a la de aquellos que se expenden en cadenas de supermercados y en negocios minoristas a precios de mercado. El segundo engaño guarda relación con la escasa cantidad de consumidores que, en rigor, puede acceder a esos alimentos, tanto por razones de distancia del predio como porque en el propio Mercado Central conviven puestos de venta al público que ofrecen productos a precios oficiales con otros que venden alimentos de mejor calidad a precios mucho mayores.
Una agravante del Mercado Central es la evasión impositiva, que puede observarse a simple vista, dado que es habitual que los puestos de venta no ofrezcan factura formal. Es decir que, además, existe una competencia desleal alentada por quien tendría que combatirla.
Detrás del plan Carne para Todos, se esconden maniobras intervencionistas que chocan con la necesaria transparencia que debe existir en cualquier mercado. La comercialización de 13 cortes populares a un precio muy bajo es el resultado del acuerdo entre el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y los frigoríficos autorizados a exportar carne. Por cada kilo vendido al exterior, éstos deben destinar al consumo interno 0,4 kilos a los precios oficiales.
Pero estos cortes, además de ser ínfimos para el nivel de consumo de carne doméstico, tienen la particularidad de que sólo llegan a un pequeñísimo grupo de empresarios favorecidos por Moreno, sin licitación pública alguna. Entre estos dueños de redes de carnicerías, hay conocidos dirigentes políticos afines al oficialismo, como Ricardo Bruzzese, precandidato a intendente de La Matanza.
Lo cierto es que el plan Carne para Todos dista de ser para todos y que la política gubernamental no ha sido exitosa ni siquiera mínimamente: los precios aumentaron alrededor del 100 por ciento durante el año pasado, como consecuencia de un prolongado período de caída del stock ganadero y de una inseguridad jurídica que desalentó completamente la inversión en el sector, a diferencia de lo que ocurre en Brasil, Uruguay y Paraguay, que hoy exportan individualmente más carne vacuna que la Argentina.
Una vez más, la primera mandataria se muestra muy mal asesorada por su comisario político, el secretario de Comercio Interior.
Con la excusa de cuidar "la mesa de los argentinos", el Gobierno no sólo hundió la exportación de carne, sino que perjudicó a la gran mayoría de los hogares argentinos, que deben sufragar precios más elevados. Y ahora pretende disimular sus desaciertos con una campaña tan demagógica como ineficaz, que sólo puede ser reivindicada por su coro de aduladores de los medios paraoficiales.