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Del miedo a tirar a licencia para matar

La inseguridad detonó esta semana en la provincia de Buenos Aires, y, por si fuera poco, el Presidente amenaza con intervenir la provincia. Semejante simplificación denota, una vez más, la improvisación. Los ministros de Seguridad, nacional y provincial, coinciden en el análisis. En definitiva, el gobierno nacional quiere instaurar una tácita licencia para que la policía dispare aun sin dar la voz de alto. La provincia no.

 

Para nosotros, sacrificados ciudadanos de a pie, semejante descalabro de ideas y la falta de coordinación nos hacen preguntarnos cómo el Estado no puede poner un poco de tranquilidad en el día a día.

En la polémica de seguridad, Patricia Bullrich es la artista principal y, en esta ocasión, fue la cabecera de playa de la ola de críticas contra el gobernador bonaerense Kicillof, quien abordó tarde el tema de la crisis de inseguridad en el conurbano y el impactante crimen de Kim, la nena de 7 años asesinada en La Plata. La ministra de Seguridad lo acusó de tener "la filosofía de apoyar al delincuente", postura que "es completamente contraria a la solución de los problemas de la seguridad". En toda esta trama, trató de sacar del medio a su par bonaerense, Javier Alonso, al que le dio crédito por coordinar con su área, pero lo definió como un técnico que no puede hacer nada ante la "filosofía" de Kicillof.

Para decirlo en pocas palabras, el enemigo es el gobernador, y para que quede bien claro, señaló: "Nosotros (Bullrich y Alonso) tenemos una relación, lo que pasa es que el problema es que es una persona que es relativamente técnica, pero tiene un problema muy serio, que es que tiene arriba un gobernador cuya filosofía es completamente contraria a la solución de los problemas de la seguridad". La ministra siguió diciendo que las políticas adoptadas por la provincia y concluyó que también afectan a la Policía Bonaerense, cuyos agentes, según ella, "tienen miedo a tirar porque hay una filosofía que conduce a la Provincia de Buenos Aires de apoyar al delincuente".

Tan enamorada está la Ministra Nacional de su trabajo que trajo como ejemplo tareas de las fuerzas federales en Córdoba, en el operativo por la búsqueda de Lian, el niño desaparecido el sábado, y citó el caso de Martín Llaryora como un ejemplo en el que una gobernación peronista puede alinearse con el oficialismo a la hora de trabajar: "Se puede cuando las ideas van bien en el camino que el país necesita. Cuando uno va para un lado y el otro para el otro y defiende al delincuente, no se puede". Todos van para el mismo lado, pero el chiquito no aparece, al igual que Loan. El Estado, Nacional y Provincial, no sabe qué hacer. Sería bueno reunir en una mesa a todos los actores: jueces, fiscales y ministros. De ahí, seguro algo bueno saldría. Pero claro, hay kirchneristas o peronistas de por medio. La mezquindad política es tan grande que difícilmente esto suceda.

El Presidente encontró la puerta de salida, por el momento, a la estafa de Libra, y redobla el ataque al gobernador justo cuando el New York Times publicó que se cobraban jugosas sumas para ver a Milei y que quien recibiría la plata era Karina.

Pero bueno, Bullrich, quien ya ocupó la misma función en el gobierno de Macri y no terminó con la delincuencia ni el crimen, sí defendió, sin escatimar recursos, que las fuerzas de seguridad tengan licencia para matar, aun sin darse a conocer o dar la voz de alto. Como ejemplo, recuerden al pobre Chocobar. Quiso detener a un malviviente que había apuñalado a un turista americano. Cuando ya lo había herido, efectuó otro disparo que terminó con la vida del delincuente. Se lo exhibió como una víctima del sistema garantista, pero para la justicia fue culpable de homicidio. Hoy estudia abogacía.

Para profesionalizar a la policía, se necesita invertir recursos que el Estado dice no tener. Para atender la crisis carcelaria, también faltan los mismos. Y para atender el desmadre de la problemática de los menores, se necesita mucha más plata. Pero hay algo que el Estado no podrá hacer: suplantar la ausencia de la autoridad de los padres, quienes se desentienden de los chicos diciendo que nada pueden hacer. A tan estúpidas excusas, podría decirse que la cuestión es más sencilla: si no pueden responsabilizarse de lo que hacen sus hijos, mejor no engendren más.

A los gobiernos: por favor, trabajen. A los integrantes de la justicia: dignidad y criterio a la hora de juzgar.

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