Del exceso de la legítima defensa al homicidio
Un policía de la Bonaerense, que el domingo pasado mató a un ladrón que intentó, junto con un cómplice, robarle la moto en que iba con su pareja, fue liberado por el titular Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 8 de Moreno-General Rodríguez tras su declaración.
Gabriel López, es el policía acusado de homicidio agravado por el Fiscal, reconoció haber disparado con su arma reglamentaria para defenderse de un intento de robo ya que temió por su vida y la de su novia porque el delincuente muerto le había apuntado con un arma.
Una vez más, el público opina por sentimientos más que por conocimiento. Usted que me conoce y se enoja muchas veces por cómo pienso, debe saber que esta vez concuerdo con el Fiscal.
Esta causa tiene un componente muy difícil de discutir porque en una filmación de una cámara de seguridad de la zona se ve al policía disparando sobre el ladrón que quería irse del lugar, y de verdad no se lo ve atemorizado, por el contrario, muy fríamente ejecuta al ladrón. Para legítima defensa sobran dos disparos, con lo cual estamos en presencia de una ejecución lisa y llana.
El policía, furioso por el robo, quiso terminar con el delincuente y lo hizo. Seguramente, se lo tenía merecido y el caco jamás imaginó que el robado era policía, con lo cual encaja lo que se dice en la calle, “cocodrilo que duerme, es cartera”.
Además, el policía declaró que no recordaba haberse identificado como tal al momento del hecho y no precisó cuántos disparos realizó, pero sí que dejó de tirar cuando el sospechoso cayó al suelo. Con esto, sintéticamente le cuento que el hombre hace lo que se ve: espera que el delincuente se descuide y lo ejecuta.
Antes de disparar, hay que identificarse, me enseñó un viejo policía. Desconocimiento y rabia son la mezcla ideal para producir estas situaciones en una sociedad que está marcada por dos grandes tendencias, una parte que pide balas y nada de derechos para los delincuentes; y la otra que la otra que reclama por la vida y los derechos de los delincuentes.
En el medio, la clase política se embandera y habla de lo que la parte del pueblo quiere oír. No hicieron ni harán nada, para enfrentar a los delincuentes se requiere una sola cosa, voluntad política, y realmente no veo que ninguno se anime a llevar adelante semejante tarea.
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