Degradación de las autonomías provinciales
La degradación del federalismo político a través de la concentración de los recursos que instrumenta el Gobierno nacional, está convirtiendo a las autonomías provinciales -que son anteriores y gestoras de la Nación- en una mera parodia.
Se sigue produciendo un progresivo deterioro en la distribución de los recursos nacionales, cada vez más concentrada en el poder que emana de la Casa Rosada. Se manejan a discreción los criterios de reparto de la coparticipación, de los reintegros extraídos de las exportaciones (regionales, obvio), de la liquidación de las regalías y los precios que se reconocen en el país ( 52 dólares el barril, cuando pasa los 120 dólares), el manejo amañado de los ATN, los decretos de Necesidad y Urgencia, los recursos y balances de la Anses, la subestimación del ingreso presupuestario y las facultades extraordinarias del jefe de Gabinete (delegadas por el Congreso).
Hoy en día, si se consideran todos los rubros de los ingresos impositivos nacionales, el 75% queda en manos de la caja nacional y el resto se reparte entre los estados provinciales. Hubo una ley -disipada en el olvido- disponiendo que los recursos para la distribución coparticipable no iban a bajar nunca del 32%, que los no coparticipables se discutirían periódicamente y que la Sindicatura haría un chequeo permanente del asunto.
Argentina de los Sueños Líricos. A pesar del 30% de las retenciones de la soja (que concedió la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner a los gobiernos de provincia), todos los días viajan los gobernadores a pedir -en algunos casos a plañir- por regalías mal liquidadas, obra pública para sus pagos o algún ATN.
La pérdida de participación de los recursos propios recogidos en cada provincia se advierte en un trabajo del Instituto Argentino de Análisis Fiscal, que indica que pasaron de ser el 34% del total, en 1999, a sólo el 30% en 2010.
En lo que se refiere a la capacidad de autonomía del pensamiento y de defensa de los intereses de los estados representados, la mayoría de los gobernadores y representantes legislativos de las provincias han dado una lamentable prueba de dependencia y subordinación, a veces rayana en la sumisión. Se vivió incluso durante las definiciones de las candidaturas de los representantes de las provincias en la Nación, en buena medida digitadas por el sector que esgrime el poder en el Gobierno nacional.
Por lo tanto, y como consecuencia de todo lo descripto, la vida política Nación-provincias con criterio de participación, está hoy más devaluada que nunca.
No hay excusas: vivimos un proceso de traición al espíritu federal con que las Provincias Unidas del Río de la Plata concibieron la participación en un proyecto de Nación.
"No habrá federalismo político, sin federalismo fiscal", advertía Juan Bautista Alberdi.
Y hoy es evidente que no poseemos ni el uno ni el otro.