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Defender la industria

*Por Carlos Nasser. Escuchamos a algunos empresarios como si saliesen en defensa de la industria de otros países y cuestionan las políticas nacionales con actitudes francamente suicidas.

Otra vez, el debate sobre la defensa de la industria nacional se pone al descubierto. Otra vez, también, con motivo de medidas que distintos países adoptan para proteger a sus sectores industriales. Hace poco, fue China ante algunos países europeos; ahora, otra vez Brasil.

No debería asombrarnos que existan ciertas disputas comerciales y diplomáticas entre los países a la hora de discusiones que son totalmente normales. Son naturales cuando los países defienden los intereses de las empresas de sus respectivos países. Cuando ocurre entre países vecinos y amigos, socios principales y estratégicos del Mercado Común del Sur (Mercosur), tampoco debería asombrarnos.

Debería preocuparnos, pero no asustarnos. Argentina mantiene desde hace poco tiempo unas 600 posiciones arancelarias con licencias no automáticas; Brasil, cinco mil.

Todos los países que defienden su industria tienen medidas de protección de sus empresas, del trabajo, de su mercado interno.

Políticas contrarias. A los argentinos nos cuesta, quizá, entender políticas de esta naturaleza, porque venimos de décadas en las que la importación indiscriminada reinaba en nuestro país, con programas que, lejos de proteger el mercado, a sus empresas y al trabajo argentino, destruían la producción nacional, nos endeudaban y hacían crecer el desempleo hasta niveles insoportables.

No obstante la historia reciente, todavía escuchamos a algunos comunicadores y hasta a algunos empresarios que, como si saliesen en defensa de la industria de otros países, critican las políticas de defensa de la industria nacional, en algunos casos con actitudes francamente suicidas.

Deberíamos apoyar las medidas que apuntan a asegurar el trabajo de nuestras empresas y, en el caso específico de las disputas comerciales con los socios del Mercosur, saber que el camino de la integración regional no está libre de escollos, que habrá que continuar recorriéndolo, con los buenos y malos momentos de esas relaciones.

Hoy, desde el Ministerio de Industria de la Nación se plantea la resolución de los conflictos existentes entre los dos países con una mirada estratégica, sabiendo, en ambos casos, que las necesidades son mutuas y que circunstancias parecidas continuarán existiendo en el proceso de integración regional.

Desde la Presidencia de la Nación, se ha entendido la necesidad de proteger el trabajo de los argentinos, el esfuerzo de nuestros industriales. Medidas como las licencias no automáticas seguirán existiendo, así como otras que refuercen las posibilidades de desarrollo de la producción nacional. Y esto debiera ser motivo de orgullo tanto para los empresarios como para los trabajadores argentinos.

Claro que, a veces, estas resoluciones son antipáticas para algunos y puede suceder que, de manera indirecta, algunos productos necesarios demoren su ingreso y esto cause perjuicios en casos aislados y concretos. Pero ello no invalida la corrección de la medida, como de las que ayuden a consolidar a la industria nacional.

Todo se puede corregir, pero sin torcer el rumbo, que es la causa del crecimiento de la producción nacional y la garantía de consolidar un modelo de país con desarrollo e inclusión. Esto es lo que hay que defender.