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Decisiones que comprometen al país

El contrato entre el Gobierno y la empresa Qatargas, al igual que otros compromisos de los gobiernos provinciales y municipales, debe ser evaluado cuidadosamente para no hipotecar el futuro.

El Gobierno nacional, cuyo mandato vence dentro de poco más de cinco meses, está asumiendo compromisos que, en caso de que no sea posible cumplirlos, pueden significar una dura carga para el país en el futuro, cualesquiera sean los resultados de las elecciones presidenciales y legislativas de octubre.

Lo mismo vale para los gobiernos provinciales y los grandes municipios, que también están endeudándose en obras y contratos que no se sabe si tendrán el suficiente respaldo financiero para sostenerlos.

En el mundo, en especial en el grupo de naciones que integran la Unión Europa, se ven duras imágenes sobre las consecuencias que pueden derivarse de endeudamientos excesivos y que significan pan para hoy y hambre para mañana. De ahí que habría que ser más prudentes, más precavidos a la hora de suscribir deudas, aunque sean, para el país, obras necesarias e imprescindibles, como las relacionadas con la prestación de servicios esenciales como el agua, las naftas, el gas o el transporte.

Un candidato presidencial de la oposición ya alertó sobre los efectos que podría tener el contrato firmado recientemente por el Gobierno nacional con la empresa Qatargas para el abastecimiento de combustible GNL. El acuerdo ascendería a 50 mil millones de dólares en 20 años, aunque no existe una información oficial en detalle sobre tamaña obligación.

Las advertencias sobre los riesgos de la "burbuja inmobiliaria" fueron tomadas por muchos europeos como un chiste periodístico pero, en los últimos tres años, millones de griegos, españoles, italianos y portugueses se quedaron sin sus viviendas por no poder pagar las hipotecas, y en un elevado porcentaje también perdieron su empleo.

La denostada palabra "ajuste", que parece de cuño conservador o neoliberal, se está poniendo otra vez de moda. Pero son gobiernos socialistas, como los de España o Grecia, los que están aplicando severísimos programas de racionalidad económica, fiscal y salarial. Y no porque de pronto se hayan vuelto neoconservadores, sino porque deben hacer frente a sus obligaciones y salvaguardar a sus países de crisis más graves.

Algo parecido sucede con la palabra "inflación". El actual ministro de Economía de la Nación y candidato a vicepresidente por el oficialismo ha dicho que la inflación es un tema que sólo interesa a la clase media. Eso es una barbaridad, ya que no hay impuesto más regresivo que el inflacionario, que golpea a los más pobres.

Estos temas merecen un debate más serio, más responsable. Requieren, además, acuerdos interpartidarios e intersectoriales, verdaderas políticas de Estado que hagan que la Argentina esté mejor preparada para afrontar los desafíos del presente y el futuro, en un mundo que da señales de desacelerar su crecimiento.