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Debates: ¿estrategia o propuestas?

No son garantía de mejores elecciones ni de mejores gobiernos. Pero generar espacios para comparar plataformas es una herramienta que contribuye a fortalecer el interés por la cosa pública y transparentar compromisos de gestión.

Los debates preelectorales vuelven a ser noticia en la Argentina. Como antes de cada elección, se multiplican las convocatorias por parte de medios de comunicación e instituciones académicas y los desafíos entre candidatos, que muchas veces terminan en rechazos o ausencias.

Santa Fe dio un ejemplo de civismo hace pocos días, con un cruce televisivo entre Antonio Bonfatti, Miguel Del Sel y Agustín Rossi. En la ciudad de Buenos Aires, en cambio, el mismo Daniel Filmus que se negó a confrontar con Mauricio Macri ahora quiere hacerlo donde sea.

En Córdoba, los 12 aspirantes a gobernador expondrán sus propuestas electorales en un encuentro organizado para el domingo próximo por la Universidad Nacional. Quedó descartado, a su vez, el debate televisivo entre los tres postulantes con posibilidades ciertas de acceder al poder, luego de que José Manuel de la Sota, de Unión por Córdoba, rechazara la convocatoria de este diario, Canal Doce y Cadena 3.

Estas dos instancias locales fueron comentadas en estos días en círculos políticos y periodísticos y hubo quienes las plantearon como una competencia para ver quién lograba sentar a debatir a los candidatos. Analistas de uno y otro sector discutieron qué formato es más útil para comparar planes de gobierno e ilustrar a los ciudadanos antes de que emitan el voto.

El tema, a nuestro entender, va más allá. Pasa por definir si como sociedad optamos por el debate de ideas o privilegiamos los eslóganes de campaña y el agravio como estrategia.

Si consideramos que la confrontación de propuestas es una obligación cívica de los partidos y de sus dirigentes o una decisión que adoptan sus equipos de campaña en función de lo que dicten las encuestas y los grupos de enfoque.

Si los cordobeses instituimos los debates preelectorales como práctica reglamentada e instancia ineludible antes de cada renovación de autoridades o dejamos que siga siendo tema de negociación y "chicanas" en cada oportunidad.

Estamos convencidos de que los debates no son garantía de mejores elecciones ni de mejores gobiernos, como tampoco lo son la publicación de declaraciones juradas. Pero la inexistencia de estos espacios para comparar plataformas y patrimonios o la apelación a formatos que no favorecen el cruce de ideas alejan a los votantes de herramientas que, con sus limitaciones, contribuyen a fortalecer el interés por la cosa pública y transparentar trayectorias y compromisos de gestión.

Aspiramos a que el encuentro del domingo próximo supere los condicionamientos planteados por la cantidad de participantes y sirva para esclarecer a los votantes, aun cuando no se trate estrictamente de un debate. Al mismo tiempo, instamos a las fuerzas políticas a trabajar en una reglamentación para futuros comicios que instaure un mecanismo claro y efectivo, en el que se combinen espacios de expresión para todos los postulantes con debates en profundidad entre quienes representan a las fuerzas mayoritarias.

Hay experiencias sobradas en Latinoamérica y Estados Unidos, con la participación amplia de universidades, medios de comunicación y organizaciones sociales. Sólo falta dejar de lado la mira corta de la estrategia electoral y definir una política que aliente la información y la participación ciudadana.