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¿De qué depende?

Esto de las guerras, las dictaduras y las masacres va por barrios. "Depende, ¿de qué depende", se pregunta Pau Donés, y la respuesta acumula todos los depende que permite la imaginación. Por ejemplo, la jaima de Gaddafi es buena o mala, depende de si acabamos de venderle bombas de racimo o si las usa cuando no le hemos dado el permiso.

Entonces, ¿se las habíamos vendido para que hiciera una exposición cultural? Y ¿cómo se pasa de ser miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU a ser un perverso tirano que merece la guerra aliada? ¿Cuántos depende acumula la ONU en su eterno apaciguamiento con las dictaduras del mundo?

Todo es un depende. Por ejemplo, depende de la geografía, de la estabilidad de los recursos energéticos, de si es aliado o enemigo, de si acaba de comprarnos voluntades o ya no forma parte del círculo de amigos. Y, sobre todo, depende de los negocios que hayan firmado y que blanquean dictaduras con la misma alegría que tapan agujeros económicos.

¿Son las tiranías del Golfo enemigas de los derechos humanos? Depende. Si son amigas, los jefes de Estado las reciben en las escalinatas de los aviones, los dirigentes políticos se apuntan a las cenas de gala y en los entresijos del colorín televisivo elogian los vestidos de las damas del harén. Incluso hay reyes que otorgan el Toisón de Oro –un emblema cristiano– a tiranos del petroislam que te condenan a muerte si llevas una cruz en el cuello. Todo depende tanto, que siempre depende del color del dinero o del petróleo y el resto es parte de la retórica de la corrección populista. Y también depende de cómo se mueve la geopolítica. Libia es mala y Siria es medio buena, o medio no se sabe, mientras jugamos al despiste sobre centenares de cadáveres. Depende. Pero ¿cómo no va a depender si a Siria le permitimos que ocupara durante años Líbano, que financiara organizaciones terroristas y que dominara a su pueblo con la violencia? ¿Contamos nunca los muertos de Hama, en manos del padre del dictador actual? ¿Veinte mil, treinta mil? Depende de con qué manos hacemos la cuenta. O de si algún día aprendemos a contar.

Y África, ¿de qué depende? De nada, porque la muerte africana no nos importa, aunque se cuente por miles. Y así el brutal tirano sudanés masacra con alegría, mientras en las profundidades del continente otras guerras imparten su credo. Pero hay muertos que no dependen de nuestra conciencia. Y vamos jugando a cambiar de pie en función de los barrios porque nuestra actitud de países libres no depende del amor a la libertad sino del amor a nuestros intereses. Y si interesa una guerra vemos dictaduras y víctimas. Pero si no interesa nos volvemos ciegos. O vemos el bonito vestido de la tercera mujer de un emir. ¡Qué bien luce la alta costura en el harén de los dictadores! ¿Nos preocupa? Depende del número de ceros del cheque.