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De proscriptos, a proscribidores

* Por Ricardo Roa. Vargas Llosa despierta en estas horas las iras de intelectuales oficialistas, que quisieron impedir que fuera el orador inaugural de la Feria del Libro.

Hay una explicación que tiene que ver con la historia. Abrazar las ideas liberales le significó que buena parte del progresismo lo excomulgara.

No lo impidió que siempre haya sido enemigo de las dictaduras. Y que haya condenado los abusos a los derechos humanos más allá de la ideología de los abusadores: desde el dominicano Trujillo, al que desnudó en La Fiesta del Chivo , a Fidel Castro. O quizá fue precisamente por eso: hay una izquierda que no tolera ningún pensamiento que no sea el propio.

Otra, en cambio, toca a los impugnadores justo por el presente: Vargas Llosa no tuvo pelos en la lengua para criticar a los Kirchner. Sobre todo, en su inexplicable enriquecimiento . Y por cómo gobiernan. Con el mismo valor y lucidez con que en, en su momento, denunció las condiciones de vida de los palestinos bajo la ocupación israelí.

Esa magnífica y erótica novela que es La Tía Julia y el escribidor fue censurada acá por la Dictadura.

Que prohibió a escritores y artistas comunistas y peronistas. Es patético que justamente intelectuales comunistas y peronistas pretendan silenciar a Vargas Llosa.

¿Qué hubiera sucedido si Borges viviera y fuera él quien inaugurase la Feria?, se preguntó el escritor Martín Caparrós.

Borges también fue víctima de descalificaciones. Y lo fue por no ser peronista ni progresista.

Los personajes que vetan a Vargas Llosa son inmensamente menores respecto de quien cuestionan. Pero la discusión no es menor: revive una intolerancia que podíamos imaginar sepultada y que resulta incompatible con la democracia.