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De Policías... a Chorros en acción

* Por Federico Bernal. Un tratamiento sensacionalista de la violencia y del crimen no trabaja en la prevención sino que incrementa la percepción pública de una solución violenta a dichas problemáticas.

Se preguntó alguna vez el lector la utilidad de un periodismo que no deja de transmitir imágenes o coberturas de asesinatos, crímenes, muertes y accidentes de cualquier índole? En la Argentina pulula la idea de que el periodismo debe informar por informar. Ausente de la sociedad está el debate de la calidad del periodismo nacional y la esencia de tan fundamental actividad: informar siempre con la finalidad de acercar y hallar soluciones a determinada problemática o flagelo. A propósito, nos centraremos brevemente en la cuestión de la inseguridad. Los programas periodísticos y sus conductores no hacen sino repetir hasta el cansancio –si es con lujo de detalle mucho mejor, incluso a extremos morbosos– los pormenores de cómo fue secuestrada o violada tal o cual víctima, o la cantidad de puñaladas y en qué parte del cuerpo le asestó el asesino, etcétera. En esto se basa el grueso del volumen informativo recibido a diario, sin que medie ningún horario de protección al menor (ni al mayor, porque como adultos no estamos inmunes a los perjuicios generados por la exposición a la violencia mediática). ¿Por qué los grandes medios en la Argentina se empeñan en bombardearnos día y noche con este tipo de informes? ¿Cuál es el sentido? ¿Atemorizarnos? Dejamos las respuestas a criterio del lector. Por nuestra parte, aportamos la siguiente denuncia: la imperante modalidad periodística irresponsable y sensacionalista antes descripta no sólo no beneficia a la sociedad (beneficio = cuando la información genera un impacto positivo en la población) sino que además y paradójicamente beneficia al propio malviviente, al criminal. Permítanos el lector graficarle el porqué de esta afirmación con una suerte de ejercicio teatral, aunque como suele decirse, basado en hechos reales. Va pues la media ficción:
 
DE POLICÍAS EN ACCIÓN A CHORROS EN ACCIÓN: UNA OBRITA DE TEATRO. Por ser un ciudadano desinformado más, aunque no por ello del todo derrotado, dióseme por consultar a un amigo chorro –que no pienso denunciar porque es un amigo– si la política periodística de los mass media argentina los beneficiaba o bien los perjudicaba. Al respecto de la consulta, transcribo la conversación que palabras más, palabras menos, mantuve con mi buen amigo Héctor:

–Che, toda esta onda de televisión que no para de mostrar robos, asesinatos y cosas del estilo... ¿Les viene bien o les complica más la vida?
–Viene muy bien. La tele nos está ayudando... y mucho.

– ¿¡Cómo!? –pregunté, incrédulo.
–Mirá, la gente que nos limpiamos en la lleca está como enclenque. Se ponen tan nerviosos que todo se hace más fácil. A veces, por evitar cuadras u horarios supuestamente peligrosos se hacen recontra previsibles. Todo el mundo tiene miedo y nadie sabe qué hacer cuando nos aparecemos.

–Si te veo afanando a alguien en la calle, grito, llamo a un policía.
–Bueno, vos sí. ¿Pero sabés qué? Notamos que la gente por ver tanta tele está como más acostumbrada al chorro, al afano, a las trompadas. Entonces en realidad pasa que encontrás menos reacción. Como que hay menos sensibilidad y solidaridad entre la gente. También más terror. Igual te digo, que pasen tanto afano y caos por la tele nos terminó generando como más competencia en el negocio. ¡Ja ja ja ja!

–Qué gracioso... –exclamé irónico.
–Fuera de joda. Y no porque haya más chorros; más o menos somos los mismos que antes. Pasa que ahora como se ve por la tele que todo es un desastre, que todo está lleno de afanos, entonces los desanimados de antes ahora se animan. El caos trae más caos; y eso está muy bueno porque... ¿viste que dicen que la libre competencia es sana? Bueno, a nosotros nos ayuda a mejorar, a pulir nuestras mañas, a buscar lugares más aptos. Además como todo está inflado, la gente se compra más armas y esas cosas. No las saben usar y encima se las sacamos como quien roba un caramelo a un bebé. ¡Son una fuente permanente de provisión!

–Ah –respondí solícito.
–Sí, y otra cosa más. ¿Nunca viste el programa ese,Policías en Acción?

–No. Sé que filman cómo los cazan, ¿no? ¡Jajajaja!
–¿Vos te reís? ¿Sabés que desde que pasan ese programa nuestros robos son cada vez más perfectos?

–¡Me estás tomando el pelo! –le espeté jocosamente.
–¡En serio! ¡Está buenísimo! Mirá lo que anoté la última vez que lo vi – mientras me decía esto último, extraía de su bolsillo un cuadernito deslucido. Lo abrió y me enseñó orgulloso las primeras diez páginas garabateadas–. Mirá, loco, fijate...

–Son... ¿son apuntes que tomaste del programa Policías en Acción?
–¡Claro! En el del fin de semana pasado, el operativo de la yuta tuvo seis canas: tres de la federal con las típicas nueve milímetros pero sin chalecos y tres de la brigada especial de operaciones con armas más potentes que la nueve pero todos con chaleco. Algunos van con las Taser, esas que trajo Macri y que funcionan como una picana móvil. Había también dos infiltrados, vestidos de civil, que por suerte los identificamos. De los de la Federal, uno es un gordito que ya averiguamos el nombre y dónde vive. Los otros dos siempre van juntos y se reparten una zona que me la callo porque ahí daremos el próximo golpe.

–¿Todo eso por la tele?
–Eso no es nada. El programa nos permite saber los escalafones de los polis, los patrulleros que tienen y qué modelo son. Estamos aprendiendo a manejar las armas, porque verlos es como un curso por televisión. Vimos también cómo hacen para entrar a las casas cuando hay toma de rehenes. También cómo se organizan para capturar al delincuente cuando se les escapa y cómo lo persiguen. Y no sólo eso, sino los barrios y las casas que afanan otros "colegas" y que ya no conviene volver; o los vecinos que más chamuyan, los que están en la pesada o los más miedosos.

Hasta aquí aguantó mi capacidad de estupor. Saludé a mi amigo y di media vuelta.
 
LOS ENEMIGOS DE LA ESTABILIDAD DEMOCRÁTICA. Dejando de lado la media ficción, un par de reflexiones de las muchas por hacer. En primer lugar, una frondosa cantidad de estudios científicos demuestra que mientras más se expone la población a escenas de violencia y crimen por televisión, más se desensibilizan, esto es, más se acostumbran y menos reacción les genera. En segundo lugar, son igualmente innumerables los estudios científicos que acreditan que un tratamiento sensacionalista de la violencia y del crimen no trabaja en la prevención sino que incrementa la percepción pública de una solución violenta a dichas problemáticas. Esto conduce a un aumento generalizado de la violencia y a la adquisición compulsiva de armas de fuego como los únicos y más "instintivos" medios de defensa social. De esta suerte, vemos que la opinión pública no está aprendiendo las causas y las formas de prevenir la violencia o el crimen sino que por el contrario, está aprendiendo a ser violento o más violento. ¿Sabe Ud. qué es lo que expertos en criminología aconsejan hacer ante un eventual caso de robo, secuestro, etcétera? ¿Cómo tratar con delincuentes drogados y cómo con alcoholizados? ¿Qué no decir ni hacer nunca? ¿Cómo y en qué momentos avisar a la policía o pedir auxilio? Nada de esto se explica, porque el objetivo es otro, justamente el que conviene a los enemigos de la estabilidad democrática en la Argentina: "Sálvese quien pueda. Esto es un caos". Aquí la entidad neoliberal promotora del individualismo y la escisión social, ahora en nuevo envase, el de la inseguridad. Para concluir y a pesar de haber sido abordado irónicamente, un programa como Policías en Acción (y similares), es el más serio y grave exponente de una política mediática absurda y saboteadora de la paz social. Policías en Acción refleja no sólo el nivel de irracionalidad e irresponsabilidad con el que la televisión en general aborda la violencia y el crimen (totalmente divorciados de la salud pública), sino también la nefasta, desregulada y caótica cultura periodística que, si bien combatida, sigue siendo dominante.