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De película: hombre lobo atendía un almacén de un pueblo en Misiones

Un vecino realizó el relato escalofriante de esta historia, que parece un cuento de terror. Creer o reventar.

Los pobladores de una pequeña localidad de Santa Inés, ubicada al noroeste de la provincia de Misiones, revelaron un secreto que a más de uno le será difícil de creer.

Se trata de un hombre lobo, que vivió en ese lugar durante muchos años. Todo el pueblo lo conocía como Don Pancho y manejaba un almacén de ramos, según contó Ramón Martínez, oriundo del pueblo, en un blog de TN.

El secreto se mantenía por un pacto implícito que consistía en lo siguiente: el lobizón debía alejarse lo más posible de la zona durante las noches en que se transformaba para que los vecinos no sufrieran situaciones violentas. A cambio, el pueblo le aseguraba no contar su secreto.

"Para todo el pueblo era normal que estuviera allí. Todos sabíamos que él era lobizón, y él sabía que nosotros conocíamos su problema. Era realmente un pacto, y estábamos todos acostumbrados", dijo Martínez.

Y agregó: "Nadie le tenía miedo. Al contrario, lo respetábamos muchísimo. Era una persona correcta, educada y trabajadora. Lo que tenía no era observado como un fenómeno sobrenatural o demoníaco, sino como un problema para su vida, algo que no tenía remedio. Me permito romper el silencio pactado en el pueblo porque ya pasaron muchos años y su memoria lo merece".


Según el vecino, Don Pancho era un hombre delgado, alto y con el pelo lacio; agradable, nunca estaba de mal humor y no hablaba mucho, salvo si su trabajo requería explicar las características de los productos que vendía. Nunca formó una familia.

Sin embargo, en el testimonio de Martínez, hay un dato extraño: "No dejaba que lo toquen, y él se cuidaba mucho de rozar a la gente. Además, tenía un olor particular, como el que puede tener un animal. No era desagradable, simplemente fuera de lo común".

Martínez también reveló que "Don Pancho tenía un ritual que repetía todos los jueves por la tarde. Alrededor de las 17, cerraba su negocio y desaparecía, y regresaba recién al otro día, de madrugada, y a las 8.30 abría su almacén. En ocasiones, tenía rastros en su cuerpo de que no la había pasado bien en su transformación. Entonces tenía rasguños, moretones, vendas en el cuerpo o problemas para caminar. Pero nadie le preguntaba nada, por respeto".

Lo cierto es que todos sabían que los jueves Don Pancho se transformaba en hombre-lobo y no quería provocar problemas en el pueblo. Por eso, se alejaba lo más posible de la zona.