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De paraíso a zona de muerte: las islas Marshall, el campo de pruebas nucleares que emite más radioactividad que Chernobyl
Estados Unidos detonó en el archipiélago cerca de 70 bombas nucleares.
El Océano Pacífico se convirtió en escenario de numerosas pruebas nucleares durante la época de 1946 y 1962. Uno de los lugares más afectados fueron las Islas Marshall, cuando Estados Unidos las utilizó como "campo de prueba" lanzando cerca de 70 bombas nucleares cuyos residuos continúan en la actualidad emitiendo más radioactividad que los isótopos que liberan partículas capaces de dañar los tejidos en Chernobyl (Ucrania) y Fukushima (Japón).
En menos de una década, Estados Unidos detonó en el archipiélago de la micronesia, situado etre Australia y Hawái, cerca de 70 bombas nucleares que contaminaron de forma generalizada todas las islas, aunque las pruebas se realizaron sólo en 4 atolones: Enewetak, Rongelap, Utirik y Bikini.
Por su posición remota, en este último atolón, que consta de 36 islas y está totalmente deshabitado, se probaron más de 20 bombas de hidrógeno y atómicas. Entre ellas destaca la explosión de la bomba Castle Bravo, la más grande de las detonaciones que se produjeron en el archipiélago. La prueba se realizó en 1954 y fue mil veces más poderosa que todas las bombas lanzadas sobre las japonesas Hiroshima y Nagasaki.
Es cierto que los residuos de estas bombas siguen generando radiación, pero no son la única prueba de lo que ocurrió en las Islas Marshall a mediados del siglo pasado, pues existen también otras evidencias de esta actividad.
Sin embargo, hasta ahora habíamos ignorado su existencia porque están debajo del agua, como es el caso de un cráter de grandes dimensiones que acaba de descubrir un equipo de investigadores de la Universidad de Delaware (Estados Unidos).
Entre 1946 y 1958, se probaron más de 20 bombas de hidrógeno y atómicas, entre las que figura la primera bomba nuclear explosionada bajo el agua. Ellos mismo informaron del hallazgo hace unos días durante la reunión de otoño de la Unión Americana de Geofísica, donde presentaron un mapa del lecho marino de las Islas Marshall elaborado con un sonar de alta resolución –1 metro por píxel- en el que se advierten, además de este cráter, varios barcos hundidos a su alrededor.
Se trata de buques japoneses y alemanes que Estados Unidos había capturado en los alrededores de las Islas Marshall y que se habrían dejado allí a propósito para medir la potencia de las detonaciones.
El cráter descubierto ahora es la herida que dejó la detonación de una bomba atómica que Estados Unidos hizo explotar el 25 de julio de 1946 en el marco de la Operación Crossroads, durante la que se realizaron dos pruebas atómicas: Able y Baker. En el mapa no aparecen evidencias del dispositivo Able, pero sí de la bomba Baker, de 21 kilotones, que fue la primera bomba nuclear que explosionó bajo el agua.
Como consecuencia de esta prueba nuclear saltaron por los aires dos millones de toneladas de agua y sedimento marino. La bomba había explotado a sólo 27 metros de profundidad, pero el fondo marino también se resintió, dejando debajo del agua un cráter de unos 700 metros diámetro y 8 metros de profundidad.
Dado que la bomba explotó hace ya más de 70 años, al cartografiar la zona, los expertos no esperaban encontrar una marca así en el lecho, ya que lo más normal hubiera sido que el flujo natural de las corrientes marinas hubiese cubierto el surco y, por lo tanto, hubiese borrado todas las secuelas de lo que ocurrió.
Por último, analizando la morfología del cráter descubierto ahora, que presenta una serie de ondulaciones que recuerdan a los pétalos de una rosa, los expertos han podido saber que parte del material que fue expulsado del agua durante la detonación volvió a caer y se depositó en el mismo sitio en el que estaba previamente, algo que debió tener un gran impacto sobre la fauna y la flora del lugar.
En menos de una década, Estados Unidos detonó en el archipiélago de la micronesia, situado etre Australia y Hawái, cerca de 70 bombas nucleares que contaminaron de forma generalizada todas las islas, aunque las pruebas se realizaron sólo en 4 atolones: Enewetak, Rongelap, Utirik y Bikini.
Por su posición remota, en este último atolón, que consta de 36 islas y está totalmente deshabitado, se probaron más de 20 bombas de hidrógeno y atómicas. Entre ellas destaca la explosión de la bomba Castle Bravo, la más grande de las detonaciones que se produjeron en el archipiélago. La prueba se realizó en 1954 y fue mil veces más poderosa que todas las bombas lanzadas sobre las japonesas Hiroshima y Nagasaki.
Es cierto que los residuos de estas bombas siguen generando radiación, pero no son la única prueba de lo que ocurrió en las Islas Marshall a mediados del siglo pasado, pues existen también otras evidencias de esta actividad.
Sin embargo, hasta ahora habíamos ignorado su existencia porque están debajo del agua, como es el caso de un cráter de grandes dimensiones que acaba de descubrir un equipo de investigadores de la Universidad de Delaware (Estados Unidos).
Entre 1946 y 1958, se probaron más de 20 bombas de hidrógeno y atómicas, entre las que figura la primera bomba nuclear explosionada bajo el agua. Ellos mismo informaron del hallazgo hace unos días durante la reunión de otoño de la Unión Americana de Geofísica, donde presentaron un mapa del lecho marino de las Islas Marshall elaborado con un sonar de alta resolución –1 metro por píxel- en el que se advierten, además de este cráter, varios barcos hundidos a su alrededor.
Se trata de buques japoneses y alemanes que Estados Unidos había capturado en los alrededores de las Islas Marshall y que se habrían dejado allí a propósito para medir la potencia de las detonaciones.
El cráter descubierto ahora es la herida que dejó la detonación de una bomba atómica que Estados Unidos hizo explotar el 25 de julio de 1946 en el marco de la Operación Crossroads, durante la que se realizaron dos pruebas atómicas: Able y Baker. En el mapa no aparecen evidencias del dispositivo Able, pero sí de la bomba Baker, de 21 kilotones, que fue la primera bomba nuclear que explosionó bajo el agua.
Como consecuencia de esta prueba nuclear saltaron por los aires dos millones de toneladas de agua y sedimento marino. La bomba había explotado a sólo 27 metros de profundidad, pero el fondo marino también se resintió, dejando debajo del agua un cráter de unos 700 metros diámetro y 8 metros de profundidad.
Dado que la bomba explotó hace ya más de 70 años, al cartografiar la zona, los expertos no esperaban encontrar una marca así en el lecho, ya que lo más normal hubiera sido que el flujo natural de las corrientes marinas hubiese cubierto el surco y, por lo tanto, hubiese borrado todas las secuelas de lo que ocurrió.
Por último, analizando la morfología del cráter descubierto ahora, que presenta una serie de ondulaciones que recuerdan a los pétalos de una rosa, los expertos han podido saber que parte del material que fue expulsado del agua durante la detonación volvió a caer y se depositó en el mismo sitio en el que estaba previamente, algo que debió tener un gran impacto sobre la fauna y la flora del lugar.
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