De Oyarbide a Menem
*Por Remo Erdosain. Lo de Menem es una vergüenza -exclama Abel, mientras pone un terrón de azúcar en su café. El nombre de Menem hace tiempo que está asociado a la palabra "vergüenza", dice Marcial. Mejor dicho, a la palabra "desvergüenza" -corrijo.
-Convengamos, de todos modos -digo- que en este caso, la culpa no la tiene el perro sino el que le da de comer. De Menem ya sabemos todo lo que debemos saber, lo que no sabíamos es que quince años después de ocurridos los acontecimientos, acontecimientos que fueron escandalosos e incluyeron un atentado terrorista en Río Tercero, los jueces iban a decidir dejarlo libre de culpa y cargo a él y a todos los imputados.
-Motivo por el cual hay delitos sin delincuentes, corrupción sin corruptores y contrabando sin contrabandistas- agrega Marcial.
-Según los jueces, el Estado no se puede contrabandear a sí mismo -dice José.
-Maravilloso acierto jurídico, tan maravilloso como el que sostiene que para que exista asociación ilícita es necesario presentar un acta autenticada por escribano donde los integrantes de la banda aseguran que se van a dedicar a robar -dice Abel.
-Si es así -reflexiona Marcial- es evidente que a Menem no le corresponde la asociación ilícita porque el escribano no se hizo presente.
-A mi me parece que mucho más vergonzoso que lo de Menem es lo de Schoklender -comenta José.
-¿Y se puede saber por qué es una vergüenza lo de Schoklender? -pregunta Marcial.
-Porque la oposición no puede darle tribuna a un delincuente -responde José.
-Hebe de Bonafini le dio tribuna, escenario, micrófono y plata durante diecisiete años -digo- y resulta que ahora no se puede hablar con él.
-Lo que no se puede o lo que no se debe es darle prensa y manija a este tipo -agrega José- para eso está la Justicia que es la que debe resolver.
-Yo no sé si vos sos ingenuo o te hacés -exclama Abel- el juez que está a cargo de la causa es el señor Norberto Oyarbide, un rehén del gobierno, un tipo que ha tenido la desfachatez de cerrar los ojos ante la fortuna de la pareja presidencial. Es una tomada de pelo a la sociedad que siga siendo juez.
-Lo sorprendente es que si se le hiciera caso al oficialismo, a Schoklender no hay que juzgarlo ni hay que interrogarlo. Aquí no ha pasado nada y a otra cosa mariposa -dice Abel.