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De la Sota tiene los votos, pero Cristina la plata

* Por Hugo Grimaldi. José Manuel de la Sota es el dueño de la llave que podría habilitarle o no a Cristina Fernández su luna de miel cordobesa mirando a octubre, aunque está condicionado por una dificultad objetiva: por ahora, él tiene los votos, pero Buenos Aires sigue teniendo la plata.

Grave tironeo tendrá el nuevo gobernador ya que, tras el amplio triunfo logrado, cuanto más amplio peor para su imagen, no le será fácil dar una vuelta en el aire y someterse sin más a los necesidades del kirchnerismo.

Tal como es la tradición cordobesa de mirar con desconfianza al poder central, buena parte de los votantes que prefirieron a De la Sota probablemente ha ponderado como un activo su independencia y su resistencia a aceptar las imposiciones de candidatos, incluido su vicegobernador, que respondían a los deseos presidenciales.

De la Sota fue claro cuando dijo que "recién después del domingo 7 hablaremos de la cuestión nacional", tironeado como estuvo para que se definiera, aunque en algún momento deslizó que, como peronista orgánico, iba a votar por Cristina. Tras las experiencias de las últimas elecciones perdidas por el kirchnerismo, el temor al voto anti K lo hizo ir y volver varias veces.

Aun con esas ambigüedades, el gobernador electo deberá evaluar entonces qué le dará de aquí en más mayor rédito: si negociar un apoyo al kirchnerismo o mantenerse fiel a la línea de supuesto apartamiento de la Casa Rosada. Por su experiencia, y por más que tiene un gran dominio territorial, él sabe muy bien que nadie puede sentirse dueño de esos sufragios durante demasiado tiempo, ya que los electorados son volátiles.

Seguramente, tiene muy en claro también que Córdoba es una provincia demasiado dependiente de los fondos nacionales, sobre todo en cuestiones previsionales, con una deuda que la Anses no paga de más de $ 560 millones, lo que deja a la provincia en desventaja a la hora de sentarse a negociar.

Lo que ha hecho la picardía del candidato para conseguir la gobernación por tercera vez, en el cuarto turno consecutivo del peronismo, no ha sido nada más que repetir la actitud pragmática de Juan Schiaretti, quien durante estos últimos cuatro años fue y vino cuantas veces creyó conveniente para no quedar estrictamente sometido al poder central.

Pero, además, el PJ provincial no sólo ha relegado una vez más al radicalismo, que hizo siempre de Córdoba su bastión y además se lo ha sacado de encima a Luis Juez, sino que también ha dirimido de modo terminante la interna con el kirchnerismo local, compulsa que nunca se dio en la práctica, más allá de los deseos de la presidenta, ya que los candidatos K carecen de sustento en la provincia. Desde la Casa Rosada fueron varios los referentes del kirchnerismo que para atajarse dijeron en estos días que no tenían candidato en Córdoba, no sea cosa que hubiese tenido que justificar otra derrota de algo que no les era directamente propio. Hasta los K cordobeses dejaron "en libertad de acción" a los militantes "para votar en la elección a gobernador al candidato que mejor les plazca".

Con este cuadro tan contundente todo depende ahora de la Sota. Si sigue duro, Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, y en menor medida Ricardo Alfonsín, podrían ilusionarse en la provincia más allá de su vuelta al ruedo como líder del peronismo tradicional, triunfo que lo pone en la grilla de presidenciables para el 2015.

En cambio, si se cuadra y se pone en fila, habrá sido ésta una maniobra de alto manejo político de parte del kirchnerismo que, en parte, mitigará la chapucería electoral que lo llenó de chichones en Santa Fe y la Capital Federal.

(*) Director periodístico de DyN
hugo grimaldi (*)