De espaldas al río o a la ciudad
Una porción de la inversión pública y gran parte del esfuerzo y atención urbanística del gobierno socialista en Rosario están concentradas desde hace años en el desarrollo de la zona costera.
Dos décadas atrás esta política urbana fue en cierto sentido revolucionaria, ya que como se repetía por entonces, la ciudad vivía "de espaldas al río". Pero pasado el tiempo y luego de millonarias inversiones públicas y privadas, persistir sin cambios con este esquema y no desarrollar con idéntica fuerza otras áreas de la ciudad, en nada ayuda a un desarrollo urbano armónico y homogéneo, ni a achicar las diferencias entre los barrios de más alto poder adquisitivo y los más pobres.
Hoy el gran desafío de la gestión socialista es acortar la distancia entre estas distintas "ciudades" que conviven en Rosario. Es dejar de iluminar con sus acciones de gobierno las zonas privilegiadas de la ciudad, que a esta altura ya tienen luz propia de sobra gracias a las inversiones privadas, y comenzar una nueva etapa, un nuevo capítulo, que ponga más el acento en barrios postergados, algunos hasta invisibilizados, y que necesitan de la fuerza de las políticas públicas para desarrollarse social y urbanísticamente.
En Rosario se llevó a cabo una reconversión de la ciudad. Esta estaba construida "de espaldas al Paraná", pero con la decisión urbana de desmantelar toda la actividad portuaria desde avenida Pellegrini al norte, toda la zona ribereña se transformó y embelleció. El municipio invirtió millonarios fondos públicos, y con sus políticas urbanas direccionó la inversión privada hacia ese sector de la ciudad.
Pero de esa ciudad que vivía "de espaldas al río" ya no quedan rastros en la actualidad. Todo lo contrario. Hoy el gran riesgo que se corre es terminar viviendo de espaldas al resto de la ciudad, quedarse mirando desde la costa hacia afuera en lugar de dirigir la vista y la atención hacia el interior.
Pero este no parece ser el diagnóstico de los gobernantes. Es que el socialismo continúa canalizando inversiones estatales y grandes esfuerzos de gestión en la misma dirección. De las obras en ejecución y anunciadas para la ciudad, una gran parte se sigue concentrando en el borde costero: el polémico Puerto de la Música (que demandará no menos de 40 millones de dólares y una vez finalizado generará mensualmente gastos fijos y extraordinarios para su funcionamiento), el nuevo Acuario (frente al parque Alem), la remodelación de los galpones portuarios entre la bajada Sargento Cabral y La Fluvial, la construcción bajo el régimen de concesión del Parque Náutico Ludueña, la reforma del parque de las Colectividades, la continuidad en el desarrollo público-privado de Puerto Norte y el anunciado tranvía. Llamativamente en este último caso el primer tramo elegido para implementarlo es justamente el que recorre la zona centro-norte paralelo a la franja ribereña, pasando por Puerto Norte y terminando en el área central. ¿Por qué el municipio no decidió empezar por el tramo que podría conectar la zona sur con el centro? Habría sido una muy buena señal para toda la ciudad.
"Desde mi punto de vista, todo lo que se está haciendo en Puerto Norte está bien. Pero creo que la ciudad tiene que volver a darle la espalda al río y mirar otras cosas. Como en otros lugares del continente, es una ciudad que tiene muchos contrastes. Uno puede ver diferentes realidades a muy poca distancia. Como el dinero busca el dinero, las inversiones se hacen en los lugares más rentables", reflexiona Gerardo Caballero, un arquitecto rosarino de prestigio internacional, en una entrevista realizada por el portal local ciudadenobras.com.
Producto de profusas campañas de publicidad y de marketing, el gobierno municipal ha buscado identificar a la ciudad con las imágenes del proyecto urbanístico de Puerto Norte, los parques ribereños en la zona central de Rosario y toda la relación de la ciudad con el río. Desde ya que resaltar estos aspectos sumamente atractivos de Rosario buscando instalarla como "ciudad turística" sirve para levantar la autoestima de la población, para desarrollar un sentimiento de pertenencia y de orgullo, y para atraer visitantes. Pero de allí a creerse que esa "marca ciudad" es "la" ciudad, que esa "parte" es el "todo", sería un autoengaño que la fuerza de la realidad se encarga diariamente de poner en su lugar.
Los Estados (tanto nacional como provincial y municipal) deberían realizar una fuerte apuesta para reducir la dramática desigualdad social que existe en el país, que en el mapa de una gran ciudad como Rosario se visualiza crudamente en las disímiles condiciones de vida de cada barrio, en los "contrastes" de los que habla Caballero.
Por ello, es fundamental la fuerte presencia del Estado en los barrios que habita la población más vulnerable, donde es escasa la infraestructura y la calidad de los servicios es mala.
Al hablar sobre la millonaria inversión pública en la construcción del Puerto de la Música, Caballero dice: "Es muy difícil entrar en el debate de si se debe hacer o no. Hay gente que cree que hay otras prioridades. También creo que si no se hace no va a pasar nada. Es una cosa que si está, mejor, y si no, habrá que esperar. Son edificios caros, grandes, que no son sencillos de realizar".
Como dice Caballero, es discutible la oportunidad de invertir fondos millonarios para construir el Puerto de la Música, pero seguramente en lo que hay consenso es en la necesidad de que la ciudad tenga cloacas, un eficiente suministro de agua potable, un servicio eléctrico sin los ya clásicos apagones, calles sin zanjas, planes de viviendas sociales, educación pública de calidad, un transporte de pasajeros eficiente, clubes e instituciones deportivas con adecuadas infraestructuras en todos los barrios, una policía confiable, profesional y honesta que sea parte de la solución y no del problema para enfrentar los gravísimos problemas de seguridad que tiene Rosario...
Todo esto sí que es prioritario, y si se concreta sería mucho más verosímil el eslogan de "la mejor ciudad para vivir".
Hoy el gran desafío de la gestión socialista es acortar la distancia entre estas distintas "ciudades" que conviven en Rosario. Es dejar de iluminar con sus acciones de gobierno las zonas privilegiadas de la ciudad, que a esta altura ya tienen luz propia de sobra gracias a las inversiones privadas, y comenzar una nueva etapa, un nuevo capítulo, que ponga más el acento en barrios postergados, algunos hasta invisibilizados, y que necesitan de la fuerza de las políticas públicas para desarrollarse social y urbanísticamente.
En Rosario se llevó a cabo una reconversión de la ciudad. Esta estaba construida "de espaldas al Paraná", pero con la decisión urbana de desmantelar toda la actividad portuaria desde avenida Pellegrini al norte, toda la zona ribereña se transformó y embelleció. El municipio invirtió millonarios fondos públicos, y con sus políticas urbanas direccionó la inversión privada hacia ese sector de la ciudad.
Pero de esa ciudad que vivía "de espaldas al río" ya no quedan rastros en la actualidad. Todo lo contrario. Hoy el gran riesgo que se corre es terminar viviendo de espaldas al resto de la ciudad, quedarse mirando desde la costa hacia afuera en lugar de dirigir la vista y la atención hacia el interior.
Pero este no parece ser el diagnóstico de los gobernantes. Es que el socialismo continúa canalizando inversiones estatales y grandes esfuerzos de gestión en la misma dirección. De las obras en ejecución y anunciadas para la ciudad, una gran parte se sigue concentrando en el borde costero: el polémico Puerto de la Música (que demandará no menos de 40 millones de dólares y una vez finalizado generará mensualmente gastos fijos y extraordinarios para su funcionamiento), el nuevo Acuario (frente al parque Alem), la remodelación de los galpones portuarios entre la bajada Sargento Cabral y La Fluvial, la construcción bajo el régimen de concesión del Parque Náutico Ludueña, la reforma del parque de las Colectividades, la continuidad en el desarrollo público-privado de Puerto Norte y el anunciado tranvía. Llamativamente en este último caso el primer tramo elegido para implementarlo es justamente el que recorre la zona centro-norte paralelo a la franja ribereña, pasando por Puerto Norte y terminando en el área central. ¿Por qué el municipio no decidió empezar por el tramo que podría conectar la zona sur con el centro? Habría sido una muy buena señal para toda la ciudad.
"Desde mi punto de vista, todo lo que se está haciendo en Puerto Norte está bien. Pero creo que la ciudad tiene que volver a darle la espalda al río y mirar otras cosas. Como en otros lugares del continente, es una ciudad que tiene muchos contrastes. Uno puede ver diferentes realidades a muy poca distancia. Como el dinero busca el dinero, las inversiones se hacen en los lugares más rentables", reflexiona Gerardo Caballero, un arquitecto rosarino de prestigio internacional, en una entrevista realizada por el portal local ciudadenobras.com.
Producto de profusas campañas de publicidad y de marketing, el gobierno municipal ha buscado identificar a la ciudad con las imágenes del proyecto urbanístico de Puerto Norte, los parques ribereños en la zona central de Rosario y toda la relación de la ciudad con el río. Desde ya que resaltar estos aspectos sumamente atractivos de Rosario buscando instalarla como "ciudad turística" sirve para levantar la autoestima de la población, para desarrollar un sentimiento de pertenencia y de orgullo, y para atraer visitantes. Pero de allí a creerse que esa "marca ciudad" es "la" ciudad, que esa "parte" es el "todo", sería un autoengaño que la fuerza de la realidad se encarga diariamente de poner en su lugar.
Los Estados (tanto nacional como provincial y municipal) deberían realizar una fuerte apuesta para reducir la dramática desigualdad social que existe en el país, que en el mapa de una gran ciudad como Rosario se visualiza crudamente en las disímiles condiciones de vida de cada barrio, en los "contrastes" de los que habla Caballero.
Por ello, es fundamental la fuerte presencia del Estado en los barrios que habita la población más vulnerable, donde es escasa la infraestructura y la calidad de los servicios es mala.
Al hablar sobre la millonaria inversión pública en la construcción del Puerto de la Música, Caballero dice: "Es muy difícil entrar en el debate de si se debe hacer o no. Hay gente que cree que hay otras prioridades. También creo que si no se hace no va a pasar nada. Es una cosa que si está, mejor, y si no, habrá que esperar. Son edificios caros, grandes, que no son sencillos de realizar".
Como dice Caballero, es discutible la oportunidad de invertir fondos millonarios para construir el Puerto de la Música, pero seguramente en lo que hay consenso es en la necesidad de que la ciudad tenga cloacas, un eficiente suministro de agua potable, un servicio eléctrico sin los ya clásicos apagones, calles sin zanjas, planes de viviendas sociales, educación pública de calidad, un transporte de pasajeros eficiente, clubes e instituciones deportivas con adecuadas infraestructuras en todos los barrios, una policía confiable, profesional y honesta que sea parte de la solución y no del problema para enfrentar los gravísimos problemas de seguridad que tiene Rosario...
Todo esto sí que es prioritario, y si se concreta sería mucho más verosímil el eslogan de "la mejor ciudad para vivir".