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De casa al trabajo, y del trabajo a casa

Por parte de los partidarios del gobierno, las vísperas de este 17 de octubre estuvieron surcadas por la promesa de gestar “otro 17”.

Se referían a concretar una movilización popular que terciara en la crisis política, enfrentando al bloque derechista que viene fogoneando la ´liberalización´ económica, la apertura del aislamiento obligatorio y la cuestión de la crisis judicial.

Nada de esto ocurrió. Algunos invocarán las restricciones de la pandemia, que el gobierno no quiso transigir. Pero los límites del “75 octubres” trascienden por mucho a la cuestión de la virtualidad: lo que definió la jornada, sea en sus caravanas o conexiones digitales, fue su carácter burocrático y su contenido político. En el acto de cierre, Alberto Fernández trazó una línea de convivencia con los inspiradores del banderazo, o al menos con una fracción de ellos.

Como manifestación de la actual coalición de gobierno, del peronismo y de las direcciones obreras “realmente existentes”, fue “el 17 que supieron conseguir”. Las caravanas mañaneras tuvieron el protagonismo de Moyano, el cual llamó a la “autocrítica” al mismo macrismo al cual apoyó para que llegara al poder en 2015. Mientras los camiones copaban el desfile de autos, Moyano negociaba con Marcos Galperín -uno de los autoexiliados en Uruguay- la tercerización de la logística en el negocio de las entregas a domicilio, el cual creció exponencialmente bajo la pandemia. En el salón de la CGT donde Alberto dio su discurso, podía apreciarse a Daer, Caló o Baradel, los artífices de las paritarias a la baja. Intercalados con ellos, estaban los gobernadores que están enfrentando a los estatales y docentes de numerosas provincias, a cuenta del pago de sus deudas públicas usurarias.

Justamente, la celebración consistió en el desfile interminable de los burócratas sindicales o estatales que participan de la gestión oficial. En el cierre, Fernández subrayó el carácter de un gobierno “de todos” (ellos), una forma de reconocer el derrumbe de su propia capacidad de arbitraje. En el día nacional del bonapartismo, el “Bonaparte” hizo gala de su propia nulidad, que es el resultado estricto del derrumbe económico y social en curso.

Gobernantes de la pandemia

En su breve discurso, Fernández se presentó a si mismo y a los mandatarios provinciales como “gobernantes de la pandemia”. Fue una manera de señalar que su gestión estaba fatalmente condicionada por el virus. La acción de gobierno, en ese caso, pasaría a ser poco más que un dato epidemiológico.

De esta manera, Fernández escamoteó que la pandemia, en Argentina y en el mundo, tiene lugar bajo una gestión de Estado y una orientación social determinados – que no es otra que el rescate de la clase capitalista. Un verdadero “gobierno de la pandemia” hubiera exigido medidas drásticas en defensa de la mayoría trabajadora y explotada, amenazada por la crisis sanitaria y social. La gestión capitalista de la pandemia, por el contrario, colocó al conjunto del presupuesto público al servicio del capital financiero, comercial o industrial. Los últimos capítulos de esa crisis se están escribiendo en estas horas, pues, con los mismos recursos arrebatados al Estado, los capitalistas han ejecutado un saqueo implacable de las reservas internacionales, del fisco y del Anses. Ahora, todos ellos se han parapetado detrás de sus contratos de dólar futuro, los silobolsas o los dólares amarrocados, para especular con una inminente quiebra nacional. Nada de esto es “natural” – es el resultado de la orientación oficial de los que hoy, desde el edificio de la CGT, hicieron una invocación vacía a “los más necesitados”.

Con la mano tendida a la “antipatria”

A pesar de este escenario preexistente, Fernández se cuidó muy bien de cualquier señalamiento o denuncia a los que están apostando con una megadevaluación de la moneda, incluso cuando ese cimbronazo deberá ser acompañado con una fuerte crisis de gobierno. Fernández subrayó una línea de convivencia con el lobby devaluacionista, adentro y afuera de su coalición. A ello apuntó cuando saludó la ´diversidad´ y juró que no procuraba un “antibanderazo”. Y también, cuando celebró la unidad “inquebrantable” con los Massa y otros, o sea, con los amigos de Redrado y Larreta. La “mano tendida” de este “octubre 75” anticipa la admisión, por parte del gobierno de FF, del programa de agresión a las masas que viene fogoneado por la fuga de capitales y el próximo arreglo con el FMI. Este es el contenido que diluye en el olvido al 75 aniversario del 17.

Todo (o casi) todo fue por redes, que transitan por la autopista digital que monopolizan el grupo Clarín y sus socios internacionales. Pero el mensaje de los gestores del “75 octubres” fue claro: en medio de una bancarrota nacional sin precedentes, que exige la urgente intervención de los trabajadores, mandaron a todos “de casa al trabajo, y del trabajo a casa”.

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