Dar el salto
Los microcréditos que les permiten subsistir a 40 familias de esta ciudad y a 2.500 en toda la provincia nacieron en la Argentina en los duros días de la crisis de 2001, tras la caída del ex presidente Fernando De la Rúa.
La profundidad de la crueldad de entonces puede verse en el hecho de que a los sectores más desvalidos no les quedó otra forma de afrontar la situación que desandar la historia y recuperar el trueque, la primitiva forma de proveerse de lo elemental.
Pero el trueque demostró ser insuficiente y que no era posible mantenerse sin algún dinero, pues no todo puede adquirirse a través de ese intercambio entre necesitados.
La respuesta provino del Gobierno Nacional, que adoptó el sistema de microcréditos diseñado por el economista Muhammad Yunus, Premio Nobel 2006 y sometido a prueba en Bangladesh, la ciudad de la India que es reconocida como una de las capitales del hambre del planeta.
Tres instituciones intermedias locales fueron las primeras mediadoras entre la Comisión Nacional de Microcréditos y los beneficiarios. "La Batea", "Bienaventurados los Pobres" y la Sociedad de Fomento de Villa Cubas. Gradualmente -refieren estas entidades- fue poniéndose en marcha el programa que convierte a los pobres en micro emprendedores que obtienen pequeños créditos que pueden financiar objetivos de costo mínimo y reiterarse en el tiempo, cada vez con sumas más significativas pero siempre acordes con la capacidad de devolverse. El primer micropréstamo suele ser de entre 500 y 750 pesos, dinero que alcanza para comprar sólo la materia prima, pero que libera a los beneficiarios de la condición de marginados absolutos de la sociedad. Una de las pruebas de la importancia de los microcréditos puede verse en la Feria Ahspayapa Makis, ubicada en la Plaza de la Estación, cuyos integrantes en su mayoría reciben estos microcréditos.
En verdad, este sistema tiene mucho de providencial. Y podría verse como réplica de los pobres al sistema bancario convencional, al que no pueden ingresar porque no podrían ajustarse a las exigencias rigurosas de esas fuentes financieras.
En el sistema de los microcréditos, el que lo recibe sabe que no es una dádiva, sino una oportunidad para abrirse un camino. Nadie podría convertirlo en blanco de las críticas tantas veces nada solidarias contra los subvencionados por el Estado.
Sabe que le restituye dignidad, al permitirle afrontar la realidad adversa y escapar de la corrosiva suerte de la indefensión total. Que convoca a cultivar los talentos más manifiestos y otros que ahora afloran al calor de una ocasión propicia para su despliegue. Siente que la vida vuelve a tener sentido y que el bien puesto a su alcance no es sólo económico, sino integral, porque lo redime en todas sus dimensiones.
Los relacionados con los microcréditos usan la expresión "dar el salto" cuando se refieren a los efectos de las ayudas, pues las pequeñas remesas de dinero que se conceden es eso lo que permiten: dar el salto desde la nada a lo mínimo y desde lo mínimo a niveles de desarrollo personal y familiar cada vez más altos.
2.500 familias sobreviven y se desarrollan en la provincia a partir de microcréditos que habilitan para iniciarse en pequeños emprendimientos a su alcance.