Daniel Hendler: "Por suerte nunca viví el miedo"
* Por Analia Rivas. Protagoniza, junto a Federico Luppi y Jazmín Stuart Fase 7, una delirante historia de paranoias, pandemias, horror y suspenso que se convierte en una lucha de todos contra todos.
Afuera, un virus mortal se esparce con velocidad. A partir de la pandemia, un edificio es declarado en cuarentena. Desde ese momento, puertas adentro, el instinto de supervivencia se transforma en un germen de destrucción que atenta contra todos los vecinos. Si en una clásica reunión de consorcio la elección de comprar un helecho para adornar la entrada puede generar una discusión feroz, ¿cuánto más provocará una heladera repleta de alimentos cuando el hambre arrecia y aumentan los días de reclusión?
En Fase 7, Nicolás Goldbart imaginó un edificio como un campo de batalla entre un grupo de personas que antes de la guerra compartían vivienda con cierta cordialidad. Allí, Daniel Hendler es Coco, "un tipo un poco perezoso que está intentando prepararse para ser padre y de repente se ve obligado a convertirse en un héroe de acción para salvar a su familia", tal como define el actor su personaje.
Por puro capricho del destino, parte de la invención de Goldbart tiene puntos en común con un conflicto al que hoy se enfrenta Hendler: desde hace una semana, el pasillo del PH donde vive se convirtió en una zanja de escombros. "¡No tengo gas desde hace una semana!", cuenta. La ausencia del combustible y el acceso con baldozas rotas es un problema compartido por el resto de sus vecinos. "Estamos en las manos de Metrogas. Por eso advierto al señor lector", anticipa cambiando su tono de voz para lanzar su exhorto: "Si tiene problemas de gas y vive en un edificio viejo, múdese."
–¡La estás pasando pésimo!
–¡Sí!
–Vas a las reuniones de consorcio, ¿te interesa participar?
–Estoy como obligado a participar, porque estamos con esas reformas en el pasillo, pero dentro de todo, para lo difícil que suele ser la convivencia entre vecinos, nos estamos llevando bien, aun teniendo a Metrogas controlando el edificio. Así que mi experiencia no es tan mala.
–¿Les advertiste a tus vecinos: "Vamos a tratarnos bien y si no vean la película"?
–¡Noooo! (risas) Espero nunca llegar a una situación tan extrema.
–A partir del encierro hay una transformación en Coco, ¿cuál es su punto extremo?
–Hay un cambio de escala y de registro que también es una transformación de la película, que parece una comedia costumbrista y termina convirtiéndose en una comedia de ciencia ficción o de terror, como la definió el director.
–¿Pero cuál es el punto de inflexión para Coco?
–El momento en que aparece la muerte cerca. Ese es el momento de quiebre donde el personaje cobra conciencia de la dimensión del problema en el que está metido. La amenaza de pandemia aparece primero como un hecho que ven en la tele. El informativo anuncia el estado de Fase 7, de alerta, pero hasta ahí es un miedo con el que aún pueden convivir. Sin embargo, cuando la muerte se hace presente en el edificio, en el entorno físico, ya ahí el miedo cambia de dimensión. Hay un miedo con el que todos estamos acostumbrados a convivir, que es el miedo que nos inyectan los medios de comunicación.
–El guión nació tras la paranoia de la gripe A. ¿Entonces para vos hubo un estado de alarma generado por los medios?
–Por suerte, nunca viví el miedo. Tengo una tendencia a creer en las estadísticas y pensar que es poco probable que me pase. Tomé algunas medidas pero no me preocupé.
–¿No compraste barbijo ni alcohol en gel?
–Alcohol en gel sí, sobre todo para cuando llegaba a casa, pero nunca hubo un verdadero miedo. Además, cuando hubo un caso cercano ya estaba la pastillita y se había deschavado que todo estaba muy inflado. Tampoco creo que haya sido algo que los medios armaron orquestadamente, aunque obviamente amplificaron algo que les servía. Generalmente, hay algo a mano para encontrar y generar miedo, este año que es electoral ya no será la Gripe A, pero seguro habrá algún episodio para generar miedo en la población
–Naciste en Montevideo, ¿hace cuanto que vivís acá? ¿Votás?
–Vivo acá hace seis años y me siento parte de este lugar. Obtuve hace poco el DNI de extranjero; calculo que eso no me habilita para votar. Tengo que averiguar. Mientras tanto voto en Montevideo, pero el día que pueda hacerlo acá dejaré de hacerlo en Uruguay porque en este momento estoy más involucrado con esta realidad.
–¿Y cómo ves al país?
–Lo que espero es que en este año electoral las operetas y la avivadas no lleguen a límites lamentables y que si las hay, por lo menos estén muy lejos de las operaciones que muestra Fase 7, que son a una escala apocalíptica. En la realidad parece que las cosas no van tan mal; ojalá que todo se vaya volviendo cada vez más sólido, aunque al mismo tiempo eso altera a algunos sectores. Esperemos que nadie actúe en contra de la población.
–¿De qué serías capaz por defender a tu familia?
–Preferiría no ponerlo en palabras porque no quiero cancherear, pero por mi familia estaría dispuesto a todo.
–Pero como le pasa a Coco, al menos podrías demostrar tu heroísmo.
–Preferiría evitar vivir la situación de tener que ser un héroe para mi familia. Prefiero que estemos siempre salvaguardados sin ningún tipo de necesidad de arrojo heroico.
–¿Qué relación tenés con las enfermedades?
–Lo que había de hipocondríaco en mí está bastante atenuado a partir de la paternidad, porque uno pone el foco en la salud de sus hijos. El bienestar de uno pasa a ser un vehículo para el otro, al menos en la primera etapa donde uno va descubriendo eso nuevo de hacerse cargo de seres tan chiquitos.
–Volviendo a la película, ¿ves puntos en común con Fase 7 y La comunidad de Alex de la Iglesia?
–No mucho. En realidad si uno hace una sinopsis podría haber puntos en común. Pero con otras también. En general, las películas tiene algún antecedente, y son pocos los casos que tratan sobre un tema innovador. El tono no tiene mucho que ver, y me gusta muchísimo más Fase 7 que La comunidad.
–¿Preferís a Nicolás Goldbart antes que a Alex de la Iglesia?
–Alex de la Iglesia en algunos casos me gusta mucho, pero en otros y en particular en La comunidad, no tanto. Lo que ha dado Nico, de verdad me parece excelente. Ya lo conocía como montajista de Los paranoicos.
–Dentro de toda la cartelera de cine que se ofrece, ¿por qué la gente tendría que ir a ver Fase 7?
–Para cagarse de risa y no de miedo. A mí me paso eso, pero hay dos vertientes: los que la viven como una película de terror y los que la ven como comedia. Como sea, Fase 7 es una propuesta muy potente y muy radical, que desde el comienzo engancha al espectador.
–Con respecto al futuro y las corrientes que anuncian el final del mundo, ¿crees en la visión apocalíptica o más bien sos optimista?
–Más bien soy optimista. Quizás soy un poco negador, pero tiendo a pensar que la naturaleza es sabia, y que los seres humanos no seremos tan tarados como para contribuir con la destrucción del mundo. Creo que a último momento la humanidad dará el volantazo necesario como para que no pase, aunque quizá tiendo a pensar eso porque no tengo ganas de imaginarme que la cosa se va a terminar.
–Alguna vez dijiste que cuando eras chico eras muy fantasioso y que tu familia pensaba que eras un mentiroso o un gran creativo. De adulto, ¿cuál sos?
–(Risas) Justamente de grande aprendí que esos dos términos no son antagonistas. No hay una disyuntiva. Soy un poco mentiroso y un poco creativo. En realidad, de chico no era mentiroso, simplemente no tenía siempre los pies en la realidad. Lo de convertirme en actor es el final feliz del cuentito: soy un mentiroso que un día decidió hacer algo con eso, pero sólo miento en el trabajo y no mezclo trabajo con vida personal.