Cultura y economía ante las nuevas tecnologías
Por Omar Jiménez* Algo tienen en común el escritor Rubén Cazalet y el vendedor de artículos de computación Chip Torres, además de ser mexicanos: los dos son un éxito en Internet.
El primero con un libro que batió récord de descargas tras ser rechazado una y otra vez por las editoriales tradicionales y sin haber contado jamás con un soporte de papel; el segundo con una canción que cuenta la historia de un vendedor de computadoras que enamora a todas sus clientas entre imágenes 3D y referencias geek, pero, como en el caso del libro de Cazalet, sin soporte material.
Las historias de Cazalet y Torres son relatadas por el también mexicano Raúl Zorrilla Arredondo, director adjunto de la Fundación Interamericana de Cultura y Desarrollo -creada por el BID en 2005- para ilustrar los cambios que las nuevas tecnologías están provocando en la forma de producir, distribuir y consumir contenidos. Cambios que esbozan un nuevo escenario donde la tecnología aparece como un elemento fortalecedor de la relación entre Economía y Cultura. Una relación que es difícil desde los tiempos de Adam Smith y David Ricardo, quienes consideraban a las expresiones artísticas como trabajo no productivo, visión que predominó en Latinoamérica durante todo el siglo XX, pero que en los últimos años comenzó a cambiar, con un crecimiento del aporte de las industrias culturales al PIB y a la generación de nuevos puestos de trabajo. Sólo en la Argentina, en los últimos seis años, la participación de las industrias creativas en ese indicador, saltó del 2,3 al 3,5%.
Esa relación entre Cultura y Economía fue objeto de un debate desarrollado ayer en el marco del IV Congreso Iberamericano de Cultura, que desde el jueves y hasta el domingo se desarrolla en Mar del Plata. Debate del que participaron expertos de México, Brasil y Colombia. De una cosa los especialistas están seguros: el escenario se transforma de una manera tan veloz de la mano de las Tics que "en 10 años vamos a estar hablando de realidades muy distintas a las que hoy conocemos", según afirma Zorrilla Arredondo. Por ahora, lo que se puede mencionar son algunas tendencias. Los casos de Amazon, iTunes y Netflix, con su crecimiento explosivo en la venta de libros, música y video a través de Internet a expensas de las librerías, disquerías y videoclubes tradicionales marcan un camino que, a juicio del especialista, no tiene retorno. Pero estas y otras iniciativas también están incidiendo en la forma de producir contenidos. Amazon, por ejemplo, tiene hoy su rama editorial con un número creciente de descargas, mientras la web se va transformando, paulatinamente, en el ámbito en el que encuentran un medio de expresión las Pymes culturales de alcance local.
El contexto que se avizora plantea, no obstante, grandes desafíos. Uno de ellos es mejorar la participación de Latinoamérica en el comercio mundial vinculado a las industrias creativas, que hoy aparece muy atrasada si se la compara, por ejemplo, con China y Africa, que crecieron en ese sector 115 y 82% respectivamente entre los años 2000 y 2005. En ese lapso América Latina sólo registró un tímido crecimiento del 28% alcanzando una participación total del 4%, según destaca Zorrilla Arredondo.
LENGUAJE COMUN
Mariana Garcés Córdoba, especializada en Mercadeo y Negocios Internacionales de la Universidad Icesi de Cali, destaca la necesidad de encontrar un lenguaje común a agentes culturales y economistas que facilite a los primeros probar el impacto de las actividades culturales en el PBI y obtener, en consecuencia, mejores presupuestos. Para eso, propone encontrar una forma comprensible para los economistas de asignar valor al impacto de las actividades culturales, que no contemplen sólo su importancia económica, sino su incidencia en otros sectores, como la calidad de vida, el desarrollo de las poblaciones y la salud.
Para Emir Sader, secretario ejecutivo del Consejo Interamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y director del proyecto Latinoamericana Enciclopedia Contemporánea de América Latina y el Caribe, todos estos avances no serán positivos si la globalización hace homogéneos los contenidos culturales difundidos a través de las nuevas tecnologías y la rica y multicultural identidad latinoamericana no logra expresarse. En ese sentido, el especialista destaca que en los últimos tiempos, y a la par de la aparición de un fuerte potencial de democratización de la cultura en Internet, se produjo un proceso de concentración de la industria editorial que asignó a América Latina el nicho de la ficción y, dentro de él, el de la ficción exótica, mientras el subcontinente mantiene altos niveles de analfabetismo junto a la imposibilidad de acceder a material que se caracteriza por ser caro y no hay un intercambio de contenidos ni siquiera entre países.