Cuestionable patriotismo
* Por Leticia Oraisón. Existe abundancia de propuestas y ofertas de artículos de consumo con explicaciones y detalles de atributos, expresados en inglés.
Caminando por mi ciudad o por cualquier lugar de mi querido país, compruebo tristemente y no sin un poco de estupor, que ya no puedo comunicarme, con claridad y perfecta comprensión, en determinadas situaciones o espacios de la vida cotidiana, porque veo o escucho (también por los medios de comunicación) propuestas y ofertas de artículos de consumo con explicaciones y detalles de atributos, expresados en inglés. Recorro los centros comerciales y encuentro carteles que hablan de liquidación, segunda calidad de las prendas, o saldos en vocablos ingleses y sin traducción alguna. ¡Hasta las ofertas universitarias se hacen con una cortina musical en inglés, como para dar categoría y elevar el prestigio.
De solo ponerme a pensar se me contrae el alma, al ver como sub-estimamos nuestro origen, cuna e idioma, sustituyéndolo por lo ajeno y extraño a nosotros, con la intención (supongo) de aparentar ser más cultos, importantes o distinguidos por exponerlo a la vista de los demás.
¡Hasta los nombres de muchos negocios y empresas se ponen en inglés, para tener supuestamente más originalidad y contundencia entre las demás.
Sin embargo (y lo creo firmemente), no demostramos más que un tremendo complejo de inferioridad, negando u ocultando lo auténticamente nuestro, que tiene historia propia y valores adquiridos por los méritos acumulados en el tiempo.
Reclamamos las Malvinas, decimos que son nuestras y esgrimimos mil consideraciones válidas y verdaderas, luchamos por ellas, las seguimos reclamando con justeza y sin embargo en el fondo del baúl, está el deseo no escrito de querer ser como ellos, parecernos y hablar como ellos.
Ciertamente no me es desconocido que el idioma internacional es el inglés, que es conveniente y útil conocerlo y manejarlo, pero dentro de los límites de la necesidad y no del regocijo, cuando es más sano, plausible y comprensible hablar con orgullo y dignidad en nuestro propio idioma, tan rico en vocablos e inflexiones idiomáticas, que lo hace incomparablemente más preciso, deleitable y ajustado a las ideas que se quieran expresar.
¿Por qué no sabemos valorarnos? ¿Por qué miramos tanto para afuera? Cuando dentro están nuestros valores y las muestras autóctonas de grandes logros y capacidades propias, ampliamente desarrolladas.
Evidentemente tenemos que aprender del patriotismo y el orgullo de otros países, incluidos los ingleses, que en las comparaciones siempre se sienten seguros y mejores que los demás (aunque realmente no lo sean), afirmando con su comportamiento, la seguridad que tienen en sí mismos.
Si vamos a mirar para afuera que sea para aprender y no para mimetizarnos; que sirva para reafirmar nuestra identidad, que es única e irrepetible como cada uno de nosotros y que nos tiene que enorgullecer exhibirla.
De solo ponerme a pensar se me contrae el alma, al ver como sub-estimamos nuestro origen, cuna e idioma, sustituyéndolo por lo ajeno y extraño a nosotros, con la intención (supongo) de aparentar ser más cultos, importantes o distinguidos por exponerlo a la vista de los demás.
¡Hasta los nombres de muchos negocios y empresas se ponen en inglés, para tener supuestamente más originalidad y contundencia entre las demás.
Sin embargo (y lo creo firmemente), no demostramos más que un tremendo complejo de inferioridad, negando u ocultando lo auténticamente nuestro, que tiene historia propia y valores adquiridos por los méritos acumulados en el tiempo.
Reclamamos las Malvinas, decimos que son nuestras y esgrimimos mil consideraciones válidas y verdaderas, luchamos por ellas, las seguimos reclamando con justeza y sin embargo en el fondo del baúl, está el deseo no escrito de querer ser como ellos, parecernos y hablar como ellos.
Ciertamente no me es desconocido que el idioma internacional es el inglés, que es conveniente y útil conocerlo y manejarlo, pero dentro de los límites de la necesidad y no del regocijo, cuando es más sano, plausible y comprensible hablar con orgullo y dignidad en nuestro propio idioma, tan rico en vocablos e inflexiones idiomáticas, que lo hace incomparablemente más preciso, deleitable y ajustado a las ideas que se quieran expresar.
¿Por qué no sabemos valorarnos? ¿Por qué miramos tanto para afuera? Cuando dentro están nuestros valores y las muestras autóctonas de grandes logros y capacidades propias, ampliamente desarrolladas.
Evidentemente tenemos que aprender del patriotismo y el orgullo de otros países, incluidos los ingleses, que en las comparaciones siempre se sienten seguros y mejores que los demás (aunque realmente no lo sean), afirmando con su comportamiento, la seguridad que tienen en sí mismos.
Si vamos a mirar para afuera que sea para aprender y no para mimetizarnos; que sirva para reafirmar nuestra identidad, que es única e irrepetible como cada uno de nosotros y que nos tiene que enorgullecer exhibirla.